Fragmento referido a las mujeres del discurso del Comandante David y la Comandante Trini, en una intervención en San Andrés Larráinzar, el 14 de mayo de 1995, ante los indígenas del cinturón de seguridad, la sociedad civil y los periodistas, en el transcurso de la segunda reunión en San Andrés.

Comandante David:
[…]

En este momento hago referencia a las mujeres en este cinturón de paz, vemos hombres y mujeres y hasta niños, si hablamos de las mujeres creemos que la participación que están haciendo a favor de la paz es indispensable, las mujeres juegan y es han de jugar un papel muy importante en la búsqueda de la paz, en la búsqueda de una vida más justa y digna sobre todo las mujeres son las más humilladas, las más explotadas, las más marginadas y las más olvidadas, mujeres sin derecho, sin libertad y sin lugar a participar en la sociedad, en las tomas de decisiones y ahora a las mujeres que están presentes y a las que no están, pero están, de corazón aunque estén en sus casas o estén en sus pueblos, su corazón está aquí presente, todas las mujeres de Chiapas indígenas y no indígenas de todo México, su participación en la lucha del pueblo, en la búsqueda de la justicia de la libertad y la paz tiene que ser tomada muy en cuenta, porque si la mujer no participa y no se le da derecho y libertad no podrá ser, ni podremos llegar a una sociedad más justa y nuestra historia no sería una historia completa sin la participación de ellas.

Por eso preguntamos a las mujeres aquí presentes si ellas quieren la libertad y tienen la dignidad como mujer, nos pueden decir que están aquí presentes (en forma general las mujeres presentes contestaron, ¡sí!).

Las mujeres pueden y son capaces porque tiene la inteligencia y sabiduría tanto la mujer indígena como la no indígena tienen la misma capacidad y su dignidad que defender y si ellas no toman su lugar que los corresponde por derecho nadie se los va a dar, la tiene que tomar ellas con firmeza y decisión y sólo de esa manera podremos esperar una sociedad más justa en donde tengamos los mismos derechos y obligaciones, así como los mismos deberes, tanto hombres y mujeres; por ello agradecemos la presencia de las mujeres en el cinturón de seguridad, sobre todo en la sociedad civil en donde están tal vez la mayoría mujeres y reconocemos su esfuerzo y su organización en el movimiento de mujeres a nivel nacional.

Las mujeres han hecho muchas cosas a favor de la paz, y la siguen haciendo y seguirán haciendo hasta que la veamos. En todas partes hay mujeres, en todos los trabajos, en todos los lados está presente la mujer, por eso le pedimos que tomen en cuenta de que tenemos una responsabilidad de hacer la paz verdadera, no una paz impuesta y tenemos que seguir ese camino para alcanzar la pez.

Seguidamente habló la Comandante Trini, quien dijo:

«Yo vengo representando a todos las mujeres mexicanas y mujeres chiapanecas y a todos las mujeres indígenas, mujeres valientes, así como ustedes que están aquí haciendo el cinturón de paz, queremos que sigan valientes como se ve aquí.

Yo vine a la mesa de diálogo para oír como resuelva el Gobierno, pero no resuelve nada, puras palabras y mentiras, no hay hechos, puros dichos, eso no está bueno, porque nosotros como mujeres dicen que no tenemos palabra, pero si entendemos las cosas que hace el Gobierno, no está actuando con corazón, sino si lo hace con mala intención.

Nos está pidiendo palabras y nosotros la estamos dando y dice que no es así, entonces cómo podemos hacer pues la paz y como es puede hacer un diálogo justo.

Yo como mujer me senté delante de ellos pero no resuelve el Gobierno, no de un escrito para creerlo, sino que puras palabras y así no se cree porque las palabras se las lleva el viento y nada captarnos, muchas gracias, esas son mis pocas palabras”

Fuente: Archivo Histórico de la CONAI. Fragmento del documento 5051407

En 1997 se celebró en el Estado Español el II Encuentro Internacional por la Humanidad y contra el Neoliberalismo en el que participaron dos delegados del EZLN, la compañera Dalia y el Compañero Felipe, bases de apoyo del EZLN. Ahí presentaron esta ponencia.

Ponencia que presenta la Delegación del EZLN sobre la lucha de las mujeres zapatistas

Compañeras y compañeros.

Yo les voy a hablar un poco sobre las mujeres que somos bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Primero les quiero decir que las mujeres del pueblo rebelde de Guadalupe Tepeyac de por sí somos muy fuertes.

No nos rendimos y luchamos con mucha dignidad.

Las mujeres zapatistas pensamos que no sólo es hombre debe mandar porque las mujeres también tenemos nuestro pensamiento y tenemos ideas.

Nosotras las mujeres de los pueblos zapatistas vemos que nuestros hijos no tienen que comer, que no tienen buena casa ni buena ropa.

También vemos que la familia no tiene tierra para trabajar una buena cosecha.

Pero además las mujeres indígenas no tenemos educación. Somos muy pocas las que sabemos leer y escribir y tampoco tenemos buena salud. Muchas compañeras se mueren en los partos o de desnutrición.

Es por eso que nosotras luchamos y es por eso que apoyamos al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Cuando las compañeras insurgentes bajaron de la montaña a nuestros pueblos nos empezaron a explicar que nosotras las mujeres tenemos derechos y tenemos que pelear por que se respeten esos derechos.

Entonces nosotras nos dimos cuenta que cuando los hombres toman trago golpean a sus mujeres. Por eso estamos muy de acuerdo con que no haya trago en las comunidades.

Las compañeras insurgentes nos enseñaron la lucha y luego las diferentes comunidades discutieron las leyes de mujeres de los pueblos zapatistas.

En esas leyes las mujeres de los pueblos decimos que nos deben de respetar, que las mujeres tenemos derecho a trabajar, a recibir dinero, a decidir cu·ntos hijos queremos tener, a casarnos con la persona que queremos.

Porque antes no era así.

Hay muchos pueblos en donde a la mujer todavîa se le obliga a casarse con quien no quiere. Por eso en los pueblos zapatistas está la ley que dice que no se puede obligar a nadie.

También las leyes de mujeres dicen que las mujeres que quieran integrarse al EZLN pueden hacerlo y

pueden ocupar cargos en la dirección, al igual que los hombres, o sea que pueden ser mandos.

Todo esto dicen las leyes de mujeres pero ya en la práctica nosotras las mujeres participamos en todas las asambleas y en todas las decisiones.

Las mujeres también decidimos la guerra y también resistimos y no nos quedamos quietas a ver si los hombres traen dinero.

Como ahorita la situación esta muy dura, las mujeres nos organizamos en colectivo y estamos haciendo bordados.

Estos bordados los vendemos y sacamos dinero y muchas veces es el único dinero que llega a la familia porque ahorita no tenemos buenas tierras y casi no hay cosecha.

Entonces las mujeres en colectivo seguimos viendo cómo hacerle para organizarnos y no quedarnos esperando. Nosotras en la pr·ctica no hacemos independientes y nos hacemos respetar.

También las mujeres de los pueblos podemos hacernos insurgentes, podemos irnos a la montaña y hacernos soldados zapatistas.

No todas la mujeres zapatistas queremos ser insurgentes.

Unas mujeres de los pueblos queremos ser bases de apoyo porque tenemos nuestros hijos y nuestra familia y tenemos que cuidarlos.

Entonces apoyamos a las compañeras combatientes con alimentos y cuidando su seguridad.

Nosotras tenemos claro que hay muchos lugares para luchar y que a unas mujeres les toca combatir y a otras nos toca apoyar en los pueblos.

Esto es lo que les podemos platicar de nuestra lucha.

La lucha de las mujeres, nosotras vemos que es muy larga y vemos que es muy distinta en todos lados.

Nosotras las mujeres de los pueblos zapatistas vemos que las mujeres luchan en otros paÌses, pero vemos que luchan por cosas que a veces nosotras no entendemos.

Quiero decirles que las mujeres zapatistas respet·mos su pensamiento de todas ustedes. Queremos conocer sus luchas y platicarles cómo luchamos nosotras y cómo nos organizamos. Queremos que nos oigan pero más queremos oírlas.

A lo mejor a alguien le parece que nuestra lucha es muy poquita y que debemos pelear m·s. Nosotras les decimos que nuestra lucha, como la de muchas mujeres, apenas empieza.

Es todo compañeras y compañeros.

Atentamente.

Compañera Dalia y Compañero Felipe. Bases de Apoyo de el Ejército Zapatista de Libera

La Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN: breve analisis de su evolución

En la madrugada del primero de enero de 1994 nacía, en el sureste de México, en el estado de Chiapas, junto al advenimiento del nuevo año, una nueva era política para las poblaciones campesinas indígenas y mestizas del lugar. De acuerdo con Carlos Montemayor “Podemos decir que el EZLN fue el primer movimiento guerrillero en el México moderno que conquistó, desde el primer día de su aparición, un espacio permanente en los medios de comunicación.” Y continúa Montemayor: “El EZLN marcó también una importante diferencia en la historia de los movimientos guerrilleros de México por su capacidad de convocatoria política en varios sectores sociales (…) Otro aspecto distintivo del EZLN (…) ha sido su fuerte vinculación con el obispado de San Cristóbal de las Casas. La presencia política de la iglesia es notabilísima en muchas áreas de esta zona de conflicto”. (Montemayor, La Jornada, 9-2-97).

Nace pues una nueva era política en México ese primero de enero del 94, que, de ratificarse en el Congreso de la Union las reformas constitucionales propuestas y aprobadas por dos de las partes (Ejército Zapatista de Liberacion Nacional y Comisión de Concordia y Pacificación [COCOPA]) conformarían un hito histórico para los Derechos Indígenas en el continente americano. Desafortunadamente, el ejecutivo federal optó, en diciembre de 1996 por no avalar su propia firma de los Acuerdos de San Andrés Sacam ch’en de los pobres (Larrainzar), signados por la Delegación Gubernamental y por el EZLN en abril del mismo año. En vez de ello, el ejecutivo federal cambió substancialmente el texto de la COCOPA, lo cual resultó en un rechazo del documento modificado por parte de las comunidades zapatistas.

De acuerdo con Montemayor, y con muchos otros especialistas en el tema, el aspecto indígena es el más relevante de la insurrección del EZLN, de allí que el Presidente Zedillo haya omitido cuidadosamente, durante su segundo informe presidencial, la mención de los Acuerdos sobre Derechos y Cultura Indígena que firmara la representación del gobierno federal con el EZLN en San Andrés Larráinzar en abril de 1966. Y continúa el mismo historiador más adelante:

Si no hubiera ocurrido en los países de la Europa del Este la debacle del llamado socialismo real, las propuestas del EZLN se hubieran situado en la vanguardia socialista; ahora, son de orientación indígena. Desde el gobierno federal y los gobiernos regionales seguimos desconociendo (o mejor, queriendo desconocer) que la capacidad de rebelión, de resistencia y de organización de los grupos indígenas ha sido más que evidente y constante a lo largo de por lo menos cinco siglos. Sus organizaciones campesinas son capaces de defenderse en términos legales, de dialogar en términos de agrupaciones regionales o nacionales, pero capaces también de defenderse con violencia cuando a ello se les obliga. (Monyemayor, La Jornada Semanal, 9-2-97).

¿Cuál ha sido entonces el papel de las mujeres zapatistas, las combatientes y las que conforman las bases de apoyo en este movimiento nacional e internacional (como punto de encuentro de todos los movimientos que luchan en contra del neoliberalismo, o sea por la humanidad) que es el EZLN?

En su entrevista a la Comandanta Ramona, publicada en la “Doble Jornada” del 7 de marzo de 1994, y titulada “No nos dejen solas”, las periodistas Matilde Perez U y Laura Castellanos escriben que: “(…)las mujeres fueron protagonistas invisibles de los acontecimientos que trascendieron las fronteras del país. En ese momento no se supo (…) que una de ellas (la Mayor Ana María) fue la responsable de la toma de la segunda ciudad en importancia de Chiapas, cuyo operativo se consideró por el EZLN un éxito porque no se registraron perdidas humanas”.

Otras tres mujeres, la capitana Elisa, la teniente Azucena y la insurgente María participaron en la toma de la ciudad de Ocosingo en donde el estallido de una granada hirió en la espalda a la capitana Elisa: Mi mando me dijo que con mi gente llegara al mercado. Allí fue donde los federales empezaron a disparar y nosotros contestamos. Estuvimos apersonados ahí. Yo sólo quería defenderme, no me interesaba si ahí me moría. Me sacaron y duré un mes en lo que me curaban. Me operaron y trataron de sacarme la esquirla, pero no salió. (La palabra…, volumen II, p. 147).

“Casada a sus 18 años con un insurgente, de cabello largo y estatura apenas superior al metro, a la teniente Azucena no le interesa tener hijos si la situación de miseria continúa como hasta ahora (…). La insurgente María platica de la batalla tras mes y medio de convalescencia (…). María tiene veinte años. En su rostro serio resaltan sus ojos rasgados. Su voz es casi un susurro: “No me importa si me hieren o si muero, para éso estamos pues. Lo que sé es que lospobres estamos muy jodidos y tenemos que hacer ésto, levantarnos en armas para que nos hagan caso.’” (La palabra…, volumen II, pp. 147-148).

Las mujeres conforman la tercera parte de las fuerzas combatientes del EZLN, movimiento al que están excepcionalmente integradas. Existe además un grupo mucho más numeroso de mujeres zapatistas que pertenecen a las bases de apoyo del EZLN . La rebelión zapatista podría difícilmente explicarse sin tomar seriamente en cuenta la naturaleza genérica de muchos de los cambios materiales que se han dado en la llamada Zona Zapatista de Chiapas durante la última generación. De no haberse encontrado una formula para movilizar a las mujeres, y de no haber tenido éstas fuertes razones para hacerlo, es muy posible que la rebelión zapatista no habría tenido lugar.

¿Qué motivó a estas mujeres tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles y Mam a dejar sus comunidades para empuñar las armas al lado de sus compañeros revolucionarios?

La lucha por la igualdad de los derechos de la mujer en la zona zapatista de Chiapas se debe obviamente al tipo de igualitarismo promovido entre los miembros del EZLN, igualitarismo que atrajo en un principio a las mujeres combatientes, así como a las presiones que esas mismas combatientes, una vez incorporadas al ejército zapatista , supieron ejercer frente a sus compañeros primero, y frente a los hombres de las comunidades que conforman las bases de apoyo del EZLN, después.

Escuchemos lo que las mujeres combatientes nos dicen para explicar su integración al EZLN. Habla Ana María, mayor de infantería de 26 años de edad: “Yo soy insurgente. He dedicado toda mi vida y tiempo a la causa. Es una historia muy larga. Desde los ocho años yo participaba en luchas pacíficas, en marchas, en mítines. Mi familia es gente luchadora que siempre ha estado organizándose para tener una vida digna, pero nunca lo logramos por esta vía.

Estábamos en una organización-no dice cual-con otras personas, con otros pueblos. Allí ibamos todos, también los hijos y es así como fuimos tomando conciencia de que con luchas pacíficas no ibamos a lograr nada. Esto ha sido así durante años y años. Mi familia, antes de nacer yo ya estaba luchando.

(Al EZLN) llegué desde muy jovencita; tenía 14 años cuando entré en la lucha. Al principio eramos sólo dos mujeres de las 8 o 10 personas que hace más de diez años empezamos el movimiento. Muchas de las mujeres que han entrado al EZLN han llegado sin avisar a sus familias.

Yo cuando salí de mi casa y me enteré de que existía una organización armada, me decidí y me dije ¡Yo también voy a tomar las armas! porque uno de mis hermanos ya estaba; pero mis papás, la mayoría de mi familia no sabía nada. Entonces salí huyendo de mi casa y fui a buscar a miscompañeros para poder integrarme también y así pasé muchos años aprendiendo y participando en esto sin que mi familia se diera cuenta. Esto ha pasado en muchos lugares, en muchas familias.

Allí mi hermano y yo aprendimos las primeras letras y a hablar castilla. Después nos enseñaron tácticas de combate y política para poder hablar con el pueblo y explicarle nuestra causa. Pedimos tierra y el gobierno no la daba, entonces empezaron las tomas y la respuesta era la represión. Entonces nos dijimos “si a la buena no dan, entonces a la mala”, la tomamos y empezamos a armarnos.

Las mujeres fueron entrando porque veían nuestra presencia dentro del ejército; entonces las mujeres de los pueblos empezaron a instruir a sus hijas, hermanas, nietas y les decían “es mejor agarrar un arma, es mejor pelear”

Al trabajo de concientización política y social al que se refiere la Mayor Ana María también se refiere el Subcomandante Marcos en uno de sus múltiples comunicados a la prensa nacional e internacional:

Susana, tzotzil, está enojada. Hace rato la burlaban porque, dicen los demás del CCRI (Comité Clandestino Revolucionario Indígena), ella tuvo la culpa del primer alzamiento del EZLN, en marzo de 1993. “Estoy brava”, me dice. Yo, mientras averiguo de qué se trata, me protejo tras una roca. “Los compañeros dicen que por mi culpa se alzaron los zapatistas el año pasado.”

Yo me empiezo a acercar cauteloso. Después de un rato descubro de qué se trata: En marzo de 1993 los compañeros discutían lo que después serían las Leyes Revolucionarias”. A Susana le tocó recorrer decenas de comunidades para hablar con los grupos de mujeres y sacar así, de su pensamiento, la “Ley de Mujeres”. Cuando se reunió el CCRI a votar las leyes, fueron pasando una a una las comisiones de justicia, ley agraria, impuestos de guerra, derechos y obligaciones de los pueblos en lucha, y la de mujeres. A Susana le tocó leer las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres indígenas. Empezó a leer y, conforme avanzaba en la lectura, la asamblea del CCRI se notaba más y más inquieta. Se escuchaban rumores y comentarios. En Chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mam, zoque y “castilla”, los comentarios saltaban de un lado a otro.

Susana no se arredró y siguió embistiendo contra todo y contra todos: “Queremos que no nos obliguen a casarnos con el que no queremos. Queremos tener los hijos que queramos y podamos cuidar. Queremos derecho a tener cargo en la comunidad. Queremos derecho a decir nuestra palabra y que se respete. Queremos derecho a estudiar y hasta de ser choferes”. Así siguió hasta que terminó. Al final dejó un silencio pesado. Las “Leyes de Mujeres” que acababa de leer Susana significaban, para las comunidades indígenas, una verdadera revolución. Las responsables mujeres estaban todavía recibiendo la traducción, en sus dialectos, de lo dicho por Susana. Los varones se miraban unos a otros, nerviosos, inquietos.

De pronto, casi simultáneamente las traductoras acabaron y, en un movimiento que se fue agregando, las compañeras responsables empezaron a aplaudir y hablar entre ellas. Ni qué decir que las leyes de mujeres fueron aprobadas por unanimidad. Algun responsable tzeltal comentó: “Lo bueno es que mi mujer no entiende español, que si no…” Una insurgente, tzotzil y con grado de mayor de infantería, se le va encima: “Te chingaste porque lo vamos a traducir en todos los dialectos”. El compañero baja la mirada. Las responsables mujeres están cantando, los varones se rascan la cabeza. Yo, prudentemente declaro un receso. Esa es la historia que, según me dice Susana ahora, salió cuando alguien del CCRI leyó una nota periodística que señalaba que la pruebade que el EZLN no era auténticamente indígena es que no podía ser que los indígenas se hubieran puesto de acuerdo en iniciar su alzamiento el primero de enero. Alguno, en broma, dijo que no era el primer alzamiento, que el primero había sido en marzo de 1993. Bromearon a Susana y ésta se retiró con un contundente “váyanse a la chingada” y algo más en tzotzil que nadie se atrevió a traducir. Esa es la verdad: el primer alzamiento del EZLN fue en marzo de 1993 y lo encabezaron las mujeres zapatistas. No hubo bajas y ganaron. Cosas de estas tierras.

En otra entrevista, ésta de Gaspar Morquecho, que originalmente apareció en La Jornada del 19 de enero de 1994: “Elisa, Laura, Leonel y un Miliciano”, Laura, una mujer tzeltal de 21 años abunda:

Yo nací en mi pueblo, crecí en la comunidad y pude estudiar hasta cuarto año de primaria; era muy chica cuando me enteré del EZLN, trabajaba la tierra con las mujeres con las que nos juntábamos para producir algo de comida. Ahí empezó la plática donde entendimos la miseria y por qué no podemos vivir mejor; ahí me reclutaron. Llegaban asesores para el estudio y entendimos y avanzamos (…)Yo me inicié por conciencia, para pelear a favor de los pobres, pues no está bien que se sigan muriendo los niños. Participé en los combates de Ocosingo y cuando llegó el enemigo sentí mucho coraje, ganas de matar, gritar con coraje y darles para que se humillen como ellos nos han humillado a nosotros por tanto tiempo.

Laura se casó en la montaña y como las demás mujeres combatientes no tiene hijos para poder estar en la lucha, y usa anticonceptivos. Según ella las parejas se unen sin ceremonia alguna y solamente tienen que informar al mando “para que todos sus compañeros estén enterados”. Explicó que en el EZLN hombres y mujeres combaten por igual,”estamos revueltos y no tenemos problemas con los hombres, nos tratan como compañeras y hay un respeto parejo de todos y compartimos todos los trabajos”. (La palabra…, p. 93)

Por su parte, la comandanta Elisa explica así su integración a las fuerzas zapatistas:

“Vi cómo vive mi familia, de pura pobreza, y nos organizamos para hacer la guerra, para vivir mejor. Luchamos por los diez puntos: tierra, trabajo, techo, educación y pan dignos, por la libertad, democracia, paz, justicia y libertad.

Queremos una vida mejor y por eso me integré al EZLN; por eso si los campesinos no se organizan es muy duro para que consigan algo. Yo le quiero decir a la gente, a los pobres de México, que se unan para luchar, que nos ayuden. Nosotros luchamos para la gente pobre, para que viva mejor, que se unan para hacer juntos la guerra para vivir mejor”. (La palabra…, p. 94)

Y así podriamos seguir citando a las oficiales Elisa, Matilde, Irma y a tantas más. Ramona (tzotzil) es la única mujer del CCRI (Comité Clandestino Revolucionario Indígena). Los demás miembros de la Comandancia son los comandantes Moisés, Javier, David, Isaac y Felipe. En unaentrevista que les hicieran Blanche Petrich y Elio Henríquez de La Jornada el 3 y 4 de febrero de 1994, se dice que Ramona es monolingüe en Tzotzil, pero se vió durante el Diálogo en la Catedral de San Cristóbal que no lo era en realidad. Yo tuve la oportunidad de visitarla, en enero de este año, en la casa de seguridad en donde convalece de su transplante de riñón y conversamos en “castilla” pues mi tzotzil es totalmente inexistente, o sea que en realidad Ramona es bilingüe aunque no tenga en castellano la fluidez que obviamente tiene en su lengua materna. Ramona, con unicamente treinta años de vida, es una de las veteranas luchadoras del EZLN. Diminuta de estatura y aparentemente frágil físicamente, debido a su larga enfermedad, ha sido calificada por el Subcomandante Marcos como la más radical de todos los combatientes zapatistas de ambos sexos. En la entrevista arriba mencionada que le hicieran Blanche Petrich y Elio Henriquez, Ramona responde (en tzotzil-otra compañera zapatista traduce-) a la pregunta: “¿Por qué han participado hombres, mujeres y niños en la organización revolucionaria?”:

-Porque las mujeres también están viviendo en una situación más difícil, porque las mujeres, las mujeres son ellas que están más explotadas, oprimidas fuertemente todavía. ¿Por qué? Porque las mujeres desde hace tantos años, pos desde hace 500 años, no tienen sus derechos de hablar, de participar en una asamblea.

No tienen derecho de tener educación ni hablar ante el público ni tener algún cargo en su pueblo. No. Las mujeres totalmente está oprimida y explotada.

Levantamos tres de la mañana a preparar maíz y de ahí no tenemos descanso hasta que todos ya durmieron. Y si falta comida, nosotros damos nuestra tortilla al hijos, al marido.

Nosotros exigimos que seamos respetados de veras como indígenas. Nosotros también tenemos derechos. Que se acaben todas las discriminaciones, que respeten, pues, nuestros derechos, que tengamos participación como pueblo, como estado, como país, porque nos han dejado así muchos de nuestros gobernantes cuando los ricos nos han dejado así como escalera.

Y mi mensaje, que como las compañeras mujeres están explotadas sienten como que no están tomadas en cuenta ellas, como que sienten que están muy explotadas, que ya se decidan a levantar el arma, como zapatista”. (La palabra…, p. 142).

En el Pliego de Demanda del Comunicado del CCRI-CG del 1ero de marzo de 1994 presentado en la mesa del diálogo de las Jornadas por la paz y la reconciliación en Chiapas leemos en la vigésima novena demanda.-Petición de las mujeres indígenas:

Nosotras, las mujeres campesinas indígenas, pedimos la solución inmediata de nuestras necesidades urgentes, a las que el gobierno nunca ha dado solución:

a)   Clínicas de partos con ginecólogos para que las mujeres campesinas reciban la atención médica necesaria.

b)   Que se construyan guarderías de niños en las comunidades.

c)  Pedimos al gobierno que mande alimentos suficientes para los niños en todas lascomunidades rurales como leche, maicena, arroz, maíz, soya, aceite, frijol,queso, huevos, azúcar, sopa, avena, etc.

d)   Que se construyan cocinas y comedores para los niños en las comunidades, que cuenten con todos los servicios.

e)   Que se pongan molinos de nixtamal y tortillerías en las comunidades, dependiendo del número de familias que tengan.

f)  Que nos den proyectos de granjas de pollos, conejos, borregos, puercos, etcétera, y que cuenten con asesoría técnica y médicos veterinarios.

g)   Pedimos proyectos de panadería que cuenten con hornos y materiales.

h)   Queremos que se construyan talleres de artesanías que cuenten con maquinaria y materias primas.

i)  Para la artesanía, que haya mercados en donde puedan venderse con precio justo.

j)  Que se construyan escuelas donde puedan recibir capacitación técnica las mujeres.

k)   Que haya escuelas de preescolar y maternal en las comunidades rurales, donde los niños puedan divertirse y crecer sanos moral y físicamente.

l)  Que como mujeres tengamos transportes suficientes para transladarnos y para transportar nuestros productos de los diferentes proyectos que tengamos. (La palabra…p. 268)

Además, la “Ley Revolucionaria de Mujeres” del EZLN publicada en el periódico zapatista “El Despertador Mexicano” fue distribuida en todas las poblaciones tomadas por el EZLN la madrugada del 1ero de enero de 1994 y dice así:

En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES:

Primero.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.

Segundo.- Las mujeres tienen derecho de trabajar y recibir un salario justo.

Tercero.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.

Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación. Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.

Noveno.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décimo.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.

Quizás sea éste el lugar apropiado para recordar brevemente que en Chiapas, un estado que cuenta con el 3% de la población total de México y provee el 54% de su fuerza hidroléctica así como el 13% de su maíz, aproximadamente el 70% de las comunidades indígenas no tienen ni agua potable ni electricidad, más de 8.5 mujeres de cada 10,000 son víctimas de muerte por parto, el 80% de las mujeres indígenas no tienen acceso a contraceptivos (aún cuando ésto esté cambiando rápidamente en la zona zapatista), y en donde en muchas comunidades no-zapatistas las jovenes casaderas son aún “vendidas” a su futuro cónyugue por sus padres u obligadas a casarse contra su voluntad por medio del rapto. También el porcentaje de mujeres monolingües en una de las cinco lenguas mayenses que se hablan en el estado es significativamente más elevado que el de los hombres, como lo es su analfabetismo. En Chiapas, durante siglos, las mujeres indígenas han vivido bajo el férreo control de padres, hermanos y esposos, víctimas de malnutrición en su gran mayoría y siempre en peligro de morir debido a complicaciones de parto menores, tuberculosis, o enfermedades curables.

La historia de la despenalizacion del aborto en su modalidad de planificación familiar por parte del entonces gobernador de Chiapas José Patrocinio González Garrido en 1990 y de sus subsecuente propuesta de abrogacion en 1994 por el gobernador sustituto Javier López Moreno es demasiado larga para incluirla aquí en detalle dentro de los contextos políticos que motivaron ambos su aceptación y su rechazo. Cabría, sin embargo mencionar la controversia que la supuesta postura del EZLN frente a la posible abrogación de la ley sucitó en ciertos medios feministas mexicanos.

De acuerdo con Marta Lamas:

En Chiapas se discute la penalización del aborto en el nuevo Código Penal con un telón de fondo propicio a las intransigencias: la influencia de la iglesia católica sobre el EZLN y la atrasadaposición de Samuel Ruiz respecto al aborto. Aunque el EZLN volcó en su Ley Revolucionaria de Mujeres diez puntos que ofrecían un atisbo de lo que parecía un proceso interesante-la lucha por demandas específicas de las indígenas al interior del EZLN-estos puntos han quedado soslayados debido al fortalecimiento de la postura tradicional católica.

El punto tercero de dicha Ley decía: Las mujeres tienen el derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar. Todos sabemos, con la experiencia del artículo 4o. Constitucional, que para darle vigencia real a ese derecho se requieren condiciones de educación sexual, acceso a anticonceptivos, ausencia de esterilizaciones no voluntarias y, sobre todo, posibilidad de interrumpir embarazos no deseado. De allí que la formulación del tercer punto de la “Ley de Mujeres” contradiga la demanda actual del EZLN: penalización del aborto (La Jornada, 24 de abril). (¿Chiapas: Y las mujeres? pp. 139-140)

Vale la pena citar un largo segmento de la respuesta del Subcomandante Marcos a la compañera Marta Lamas:

(…)Bueno, el punto tercero de la Ley Revolucionaria de Mujeres no “decía”, sino que DICE y así se aplica en nuestros territorios y dentro de las comunidades y unidades militares zapatistas. El EZLN en ningún momento ha demandado la penalización del aborto, no hemos presentado proyecto alguno de reforma del código Penal estatal ni hemos tenido participación alguna en la discusión de las reformas en curso. Nuestra demanda, respecto al código Penal de Chiapas dice:

“VIGESIMOSEPTIMO . Que se quite el código penal del estado de Chiapas porque no nos deja organizarnos más que con las armas porque toda lucha legal y pacífica la castigan y reprimen.” Está claro que nuestra demanda de reforma del código penal se refiere a la falta de garantías políticas, ¿o no? (…)

2. El artículo, en el primer párrafo dice: “La influencia de la iglesia católica sobre el EZLN…”, y se argumenta que es esta “influencia” la que provoca la “demanda actual del EZLN”. Lo lamento, la Iglesia Católica no tiene influencia alguna sobre el EZLN. Lo pueden constatar los propios miembros de la jerarquía católica, incluso de la diócesis de San Cristóbal, y puede usted venir a hablar con Ramona, Susana o Ana María, miembros del CCRI-CG del EZLN o combatientes para verificarlo. (…)

P.D. Por cierto, acá las indígenas sí abortan y no por elección propia. “Desnutrición crónica”, dicen las estadísticas.

P.D. Dicen las compañeras que no piden clínicas de abortos porque ni siquiera tienen de partos, y que subir las lomas cargando un tercio de leña es algo que ningún código penal toma en cuenta (“ni algún artículo periodístico”, agrego yo). (Chiapas: ¿Y las mujeres qué?, pp. 144-145).

Otras voces feministas han discutido las dificultades inherentes en todo diálogo sobre derechos de la mujer con una organización militar como el EZLN; sin embargo, lo cierto es que, por más deficientes que sean los espacios que este grupo revolucionario les haya abierto a las mujeres, se trata sin lugar a dudas de espacios reales anteriormente inexistentes. Tampoco debemos olvidar que las multiples causas que llevaron a la rebelión zapatista también promovieron cambios fundamentales en las relaciones de género en el seno mismo de las comunidades de la ahora llamada zona de conflicto en Chiapas, cambios que contribuyeron a su vez a la insurrección.

Lo cierto es, como lo anota Karen Kampwirth (op.cit.), que sin los cambios que han estado ocurriendo durante los ultimos quince años en las vidas tradicionalmente extremadamente restringidas de las mujeres indígenas de las comunidades zapatistas de Chiapas, esas mismas mujeres no formarían hoy día la tercera parte de las fuerzas zapatistas. La rebelión zapatista no puede explicarse sin la abregación por el ex-presidente de la República Carlos Salinas de Gortari del artículo 27 de la Constitución mexicana, que clausura toda esperanza de reforma agraria en México, o sin el acompañamiento de miembros de la teología de la liberación católica durante la colonización de la Selva Lacandona, pero tampoco puede explicarse sin el movimiento feminista sui-generis de las mujeres zapatistas.

El EZLN ha cambiado las vidas de muchas mujeres en Chiapas y en el resto de la República mexicana. Ha servido de elemento de unificación entre grupos de mujeres tradicionalmente separadas por las diferentes clases sociales a las cuales pertenecen. La presencia pública de mujeres zapatistas en puestos de autoridad dentro del movimiento ha servido de ejemplo para aquellas que valuan la igualdad en todas sus formas y que se han unido al doble grito de la comandanta Ramona “Nunca más un México sin nosotros” (los indígenas) y “Nunca más un México sin nosotras” (las mujeres).

Dra. Monique J. Lemaître León.  Department of Foreign Languages and Literatures
Northern Illinois University DeKalb, Illinois 60115

Fuente: Zapatista Women Forum

Nota: la Dra. Monique J. Lemaître nació en la Ciudad de México en 1934. Fue investigadora y traductora, licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestra en Literatura Francesa y Doctora en Literatura Latinoamericana y por la Universidad de Pittsburgh. Activista social , interesada en la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, y en el zapatismo, fue profesora emérita de Lengua y Literatura Latinoamericana en University of Northern Illinois. Falleció Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos, en noviembre de 2015.

Actualidad y Cotidianidad: La Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN

Sylvia Marcos

Cideci-Unitierra Chiapas, 2014

 

Sabemos que esta ley fue votada por consenso adentro de las filas del EZLN varios meses antes de su emergencia pública hace 20 años (1º de enero de 1994). Por una carta del Sub-comandante Marcos, sabemos que las reacciones fueron múltiples y que su aceptación tuvo que ser defendida con ahínco como uno de los objetivos centrales en su lucha por la justicia.

Sabemos que la Comandanta Ramona y la Comandanta Susana, ambas, pasaron mas de 4 meses recorriendo las entonces comunidades zapatistas. Recorrieron todas y cada una y dialogaron con l@s zaptistas en colectivo, en asambleas comunitarias, a la usanza de los pueblos de la región. Una vez que fue aceptada en cada comunidad y pueblo zapatista se propuso su inclusión en El Despertador Mexicano, Organo Informativo del EZLN, México, No 1. Diciembre 1993.

Recuerdo lo novedoso, en ese diciembre del 93, que fue encontrar una publicación, la primera, de un movimiento social revolucionario, o «guerrilla», que incluía, en su primera aparición pública – su «carta de presentación» -, la exigencia de los derechos de las mujeres. En esas épocas, era verdaderamente innovador. Casi no se podía creer que fuera cierto y mucho menos cuando, al aparecer las primeras imágenes, se confirmaba una presencia incontestable de mujeres en puestos de autoridad y dirigencia. Era una mujer, una mayora, quien dirigió la toma de San Cristóbal de las Casas Chiapas y la Comandanta Ramona estaba al centro en los posteriores Diálogos de Paz en la Catedral.

Esta ley, desde entonces, manifestaba sus efectos en las prácticas zapatistas. Si algo le ha dado al zapatismo su particularidad, su color y su sabor, es esta posición de inclusión y defensa de los derechos de las mujeres, tal como la define la Ley de Mujeres.

¿Qué ha pasado con esta ley en estos últimos 20 años?

¿Cómo se vive en la cotidianidad de la autonomía zapatista hoy?

Durante los cursos de la Escuelita, en Agosto 2013, en las comunidades que albergaron a 1.700 invitad@s, escuchamos y constatamos las posibilidades y los avances, pero también las dificultades de la puesta en práctica de esta ley en todas sus implicaciones. Habría que poner de relieve que, en todas las sesiones de la Escuelita, l@s zapatistas frecuentemente atemperaron un posible triunfalismo por sus éxitos en la creación y conservación de su autonomía con posturas auto-criticas y referencias a lo «poquito» que habían avanzado, a los errores cometidos durante este proceso o a lo mucho que les había «costado» llegar a donde habían llegado.

De cada uno de los 5 caracoles (unidades civiles de autogobierno), emergieron sus experiencias, relatadas con detalle. Distribuyeron cuatro libros, que ellos mismos elaboraron para presentarnos su trabajo, cuyo título general era «La libertad según l@s zapatistas» y que se repartían en:

I. Gobierno Autónomo I; II Gobierno autónomo II; III. La participación de las mujeres en el gobierno autónomo; IV. Resistencia autónoma.

De nuevo, en estos libros, se priorizan los derechos de las mujeres. Podríamos pensar que, al igual que en otras luchas revolucionarias, el «asunto» de las mujeres queda implícito y/o marginado. Pero no es así. El zapatismo ha definido su identidad como movimiento político radical poniendo a las mujeres en su centro y volviéndolas visibles. En el volumen dedicado a ellas (III), se revisan los 10 apartados de la Ley de mujeres como se han vivido y se viven hoy. Se enumeran cada uno y se relatan las vivencias cotidianas y las dificultades así como los avances.

En sus propias voces, las mujeres zapatistas e indígenas nos describen sus experiencias, sus prioridades, sus dificultades para tomar el mando, sus deseos de cambio. Estas voces son muy relevantes para entender a fondo el proceso por el cual las mujeres indígenas mayas van caminando, emergiendo, aceptando y colaborando en la propuesta zapatista. Este proceso es, hoy por hoy, la propuesta más lograda de construir otro mundo posible más justo para tod@s y llevado a la concretud en la práctica.

«No sólo somos de la casa, de la comida…trabajamos junto con los compañeros hombres». «Vamos poco a poco en este trabajo de la autonomía, y vamos a animar a otras que aún no quieren salir de casa…», afirmaba una compañera, «jóvena» de 17 años, profesora de la Escuelita. Demostraba con su voz y su fuerza y por el lugar que ocupaba en este espacio pedagógico, que ya muchas de ellas han avanzado más allá de lo que muchas de nosotras feministas del «afuera» zapatista hemos logrado.

«Como se sabe, se hizo esta ley de mujeres justamente por la situación que las compañeras vivían, por eso que se inició esta ley, porque más antes sufrían bastante. Esta ley ya la tenemos escrita, la tenemos en los cinco caracoles. Este problema que tenemos no solamente es problema de las compañeras, incluye a los compañeros también, porque cuando se le da el cargo a una compañera, a veces los compañeros no dejan salir a la esposa o las hijas, hay veces que no le dan el derecho de libertad, por eso el problema incluye también a los hombres».

«…analizaremos poquito a poquito hasta donde hemos podido cumplir esa ley nosotras como mujeres» (La libertad según l@s Zapatistas, vol. III, p. 24, Caracol II Oventik).

Revisando los diez puntos de la ley revolucionaria de mujeres como aparecen en este libro III, seleccioné estas respuestas a la pregunta «¿cómo se vive la ley revolucionaria de mujeres, hoy, en los caracoles?» Las presento en el orden de los «Diez Puntos» (1)

Primero: Las mujeres, sin importar su raza, credo, color, o filiación política tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.

Del Caracol II de Oventik, zona Altos de Chiapas:

«….lo hemos cumplido un poquito, no se ha cumplido 100%…las compañeras ya están tomando cargo en la educación, en la salud, como coordinadoras de la zona…» (op. cit., p. 24). «…cuando se hizo esta ley, no es porque las mujeres quieran mandar …quieran dejar dominado al esposo, a su compañero…no queremos hacer una construcción para seguir la misma historia como hemos estado …que mandan los compañeros que son machistas…que ahora mandan las compañeras… y ahora los compañeros quedan botados…(op. cit, p. 24).

Segundo: Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.

Del Caracol III, La Garrucha: «Las mujeres tenemos el mismo derecho que los hombres para recibir el mismo salario porque somos la misma sangre…aquí no hay salarios en la organización ni para varones ni para mujeres,…» (op. cit., p.40).

De Oventik: «…no hay salario dentro de la organización…a menos que la compañera salga a la ciudad…» (op. cit., p. 25)

Del Caracol V, Roberto Barrios: «…merecidas de tener su salario son las mujeres que trabajan en la ciudad…Son ellas quienes merecen un salario justo…» (op. cit., p. 67)

Tercero: Las mujeres tienen el derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.

Del Caracol III, La Garrucha: «Nosotras como mujeres tenemos el derecho de decidir como vivir en nuestros hogares y tenemos derecho de decidir con nuestra pareja cuantos hijos podemos tener y cuidar. Tenemos derecho a que nadie nos obligue a tener más o menos hijos, que nadie nos obligue a ponernos el dispositivo si no lo queremos, tenemos derecho a que se respeten nuestras decisiones y opiniones. En nuestra autonomía; queremos que se respeten estos derechos, antes el mal gobierno en nuestros pueblos metía mucha malas ideas, decía que las mujeres no valen nada, que no tienen derecho a hablar» (op. cit., p. 41).

Del Caracol V, Roberto Barrios: «Se vió que es mejor entre pareja se discuta…» (op. cit, p. 69).

Cuarto: Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Del Caracol II, Oventik: «Aquí podemos decir que ya se está cumpliendo…».

Del Caracol III, La Garrucha: «Como mujeres tenemos el mismo derecho que los hombres, tenemos derecho a decidir que cargo podemos hacer en las comunidades como agentas, comisariadas, promotoras de salud, salud sexual -reproductiva…promotoras de educación» (op. cit., p. 41).

Del Caracol V, Roberto Barrios: «Vimos que esto si se está cumpliendo en nuestra zona…» (op. cit., p. 71).

Quinto: Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación.

Del Caracol V, Roberto Barrios: «En este punto vimos que algunas comunidades sí tienen casa de salud. Donde hay casa de salud, no es difícil que las compañeras tengan buena salud… [y puedan] buscar la atención para sus hijos. Las mujeres acuden con las promotoras de salud a la casa de salud y ahí es en donde se está haciendo lo que dice este punto… que en algunas comunidades [si] no hay casitas acuden a otras comunidades cercanas donde hay casitas de salud» (op. cit., p. 71). «En la alimentación, vimos que en nuestra zona no esta lejos lo que es nuestra alimentación sino que los mismos compañeros y compañeras debemos seguir la costumbre de nuestros abuelos, como vivieron antes, qué comieron, con qué se alimentaron. Es lo que se vio en nuestra zona, que no dejemos de sembrar lo que es nuestro, el chayote, la yuca, la calabaza y todo lo demás que hay en nuestra comunidad. Si no hacemos eso, si no producimos, nos vamos a morir de hambre, es ahí donde viene la desnutrición porque no comemos lo que tenemos….» (op. cit., p. 71).

Del Caracol III, La Garrucha: «…trabajamos en el campo, cosechamos nuestro alimento natural como el maíz, frijol, café y otros más» (op. cit., p. 41). Del Caracol II, Oventik: «Sobre las mujeres que están alimentando o que están esperando su bebé, es importante que se alimenten bien, no que a veces las mujeres al último son las que comen, si sobró comida y si no, pues no.

…vimos que ya se está llevando a cabo un poquito (op. cit., p. 26).

Sexto: Las mujeres tienen derecho a la educación

Del Caracol II, Oventik: «En el caso de las niñas, cuando están en su comunidad, más se cumple porque asisten a las primarias autónomas, a las EPRAZ (op. cit., p. 26).

Del Caracol III, La Garrucha: «…ya no queremos que sea como antes cuando estábamos muy explotadas, ni teníamos la buena educación, como ya tenemos ahora…como mujeres seguimos adelante también en la educación «(op. cit., p. 42).

Del Caracol V, Roberto Barrios: «En nuestra zona hablamos que antes las mujeres no entraban en la escuela, se les preguntó a las compañeras mayores, dijeron que no fueron en la escuela porque sus mamás o sus papás no las mandaron. Ellas no son culpables si no aprendieron a leer y escribir, se llegó a pensar que las mamás tampoco son culpables, se les fue metiendo la idea de los capitalistas, como es la historia que la mujer no vale nada, que si llega a nacer niña pues no vale nada. Se vió que los padres de familia no son culpables, la culpa es de esta mala idea que nos meten» (op. cit., p. 72). «…en nuestra lucha, tenemos todo, tenemos educación» (ibid.).

Séptimo: Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Del Caracol V, Roberto Barrios: «En este punto, se vió que en la actualidad, las compañeras deciden con quien casarse, pero hay puntos de vista de los mayores que opinan que debe existir el respeto como la costumbre de antes porque hay caso en que las jóvenas no han podido ejercer ese derecho….hay que ejercerlo pensando en la lucha revolucionaria (op.cit., p. 72).

Del Caracol III, La Garrucha: «Nosotros, mujeres, ya no es como antes que los padres y madres nos obligaban a casarnos con él que ellos les gustaba…tenemos derecho a decidir quien es nuestra pareja y con quien nos queremos casar (op. cit., p. 42).

Del Caracol II, Oventik: «Se sabe que antes no se les tomaba decisión…eran cambiadas por trago, por animales, por dinero…la mayoría de los padres ya preguntan a sus hijas si se quieren casar o con quien se quieren casar, por eso decimos que se ha avanzado en este punto» (op. cit., p. 27).

Octavo: Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intentos de violación o violación serán castigados severamente.

Del Caracol V, Roberto Barrios: «Hay casos que pasan todavía en nuestras comunidades porque esa es la costumbre mala que está en la cabeza, que está contaminada, existe el machismo todavía. ‘Yo soy más fuerte y me tienes que respetar’, todavía existen esas palabras…Las que hemos sido autoridades, las que hemos pasado un tiempo haciendo trabajo, tal vez estamos entendiendo todas las pláticas que recibimos,…pero hay compañeros que no…» (op. cit., p. 73).

Del Caracol IV, Morelia: «…también hay cosas que no se están cumpliendo; todavía hay compañeras que reciben maltrato, todavía hay miedo de reclamar los derechos» (op. cit., p. 55).

Del Caracol III, La Garrucha: «Cuando viajamos, a veces encontramos accidentes, a veces no se portan bien los hombres en el transporte….Los de otras organizaciones se burlan de nosotras que salimos a cumplir un cargo, cuando escuchan que tenemos cargo se burlan…dicen que no sirve para nada lo que estamos haciendo. Allí es donde está el problema, pero en esas organizaciones existen mucho los problemas de violaciones, de maltrato, en cambio en nosotros no es así porque siempre estamos explicando la ley de mujeres» (op. cit., p. 42).

Noveno: Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Del Caracol IV, Morelia: «…como mujeres hemos tenido cargos de dirección en los trabajos en las áreas dentro de la autonomía, como salud, educación, producción. Sí, hay compañeras que ya hemos entendido el trabajo aunque sea con los obstáculos que se nos presentan al caminar, pero hemos salido a dar nuestro esfuerzo…» (op. cit., p. 55).

Del Caracol V, Roberto Barrios: «Allá, en la Zona Norte, si se está haciendo esto, como dijimos, [aunque] vamos lento en la participación. Tenemos compañeras regionales, participan también milicianas, eso sí se está cumpliendo… (op. cit., p. 73).

Del Caracol II, Oventik: «…este punto decimos que se está llevando a cabo porque hay compañeras integradas en todos los cargos de dirección. Hay locales, regionales, comités, en todos los cargos y hay compañeras ocupando diferentes grados militares… han tomado su derecho dependiendo de su voluntad y capacidad» (op. cit., p. 27).

Décimo: Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.

Del Caracol III, La Garrucha: «Bien sabemos que en nuestra lucha zapatista, que no sólo decimos que tenemos derecho, sino que en nuestra lucha autónoma tenemos obligaciones para que sea realidad como queremos dentro de nuestros pueblos, como estamos organizando en los pueblos» (op. cit., p.43). «En 1994, se supo que había nuestra ley de mujeres, qué bueno que hubo eso, que ya hemos participado…Antes del 94, habían sufrido mucho las compañeras, humillaciones, maltratos, violaciones pero al gobierno no le importaba eso… también los finqueros, a las mujeres no las tomaban en cuenta. Los finqueros tenían como mozos a los compañeros, las compañeras se levantaban muy temprano a trabajar y las pobres mujeres seguían trabajando juntamente con los hombres, había mucha esclavitud, ahora ya no queremos eso, así es que ya apareció nuestra participación como compañeras….Lo que queremos, es que funcione nuestra autonomía, queremos que ya participemos nosotras como mujeres que no nos dejemos atrás, seguiremos adelante para que vea el mal gobierno que ya no nos dejamos explotar como lo hizo con nuestros antepasados» (op. cit., p. 38).

Del Caracol II, Oventik: «Es como una construcción de humanidad lo que se quiere,… es lo que estamos tratando de cambiar, otro mundo es lo que se quiere…es la lucha de todo lo que estamos haciendo, hombres y mujeres, porque no es una lucha de mujeres ni es una lucha de hombres. Cuando se quiere hablar de una revolución, es que van juntos, va para todos entre hombre y mujeres, así es la lucha» (op. cit., p. 25).

«Nosotras que ya ahora estamos aquí presentes sabemos quien fue que hizo esa ley revolucionaria, alguien fue que luchó por eso y alguien fue que defendió por nosotras. ¿Quién fue que luchó por nosotras las compañeras?

La Comandanta Ramona, fue ella quien hizo ese esfuerzo para nosotras. Ella no sabia leer ni escribir, ni hablar en castilla. ¿Y por qué nosotras como compañeras no hacemos ese esfuerzo? Es un ejemplo esa compañera que ya hizo el esfuerzo, ya es ella el ejemplo que vamos a seguir más adelante para hacer más trabajos, para demostrar qué es lo que sabemos en nuestra organización.» (La Garrucha, op. cit., p. 38)

Apuntes para la reflexión desde el afuera Zapatista

¿Qué escribiríamos si hoy tuviéramos la pretensión de decir qué es lo que nos muestra la experiencia zapatista… la lucha de las mujeres por vivir la ley revolucionaria de las mujeres? Podemos prever que estas luchas no paran aquí. Es un proceso que sigue y sigue. Es también un proceso que se transforma. Las citas del libro III recopiladas arriba nos sugieren varias rutas, interrogantes y propuestas interpretativas.

La internalización de la opresión

«…costumbre mala que está en la cabeza,….que está contaminada»

Por estas frases, tenemos la traza de los avances logrados en el ahora con respecto a la llamada «ley de mujeres». Un primer ejemplo viene a colación cuando una compañera habla de que no es culpa de los papás y mamás que no se enviaban antes a las niñas a la escuela. Esta actitud, nos dice, es producto de que «se les fue metiendo esa idea de los capitalistas como es la historia que la mujer no vale nada». Afirman que fue la ideología capitalista la que alimentó esa desvaloración en sus mentes. No es culpa ni de las mamás ni de los papás que no permitieran estudiar a las mujeres, ni tampoco de ellas mismas cuando no se esfuerzan en estudiar.

Aquí aparece un análisis sofisticado de lo que en psicología se llama «internalizacion de la opresión», que se expresa cuando nosotr@s mismas nos convencemos, nos apropiamos y reproducimos los valores del orden dominante que nos disminuye y explota. (Frantz Fanon, Los Condenados de la tierra, FCE). Este proceso de auto-consciencia aparece en varias de las respuestas a lo largo el libro III, Participación de las Mujeres en el gobierno Autónomo, que recoge sus experiencias como zapatistas. Como lo han dicho varias veces, están ellas «trabajando en pura consciencia», están instaladas en las demandas de su autonomía y libertad como mujeres, pero ahora reconocen que también está presente esta internalizacion/apropiación de los valores dominantes en las mentes de su entorno cultural, de los varones, de los padres y de ellas mismas.

Derechos y deberes

Otro comentario a proponer aquí se refiere al reconocimiento, por las compañeras, de que no sólo son derechos los que se exigen, sino que tienen una contraparte que es la aceptación de las obligaciones y deberes correspondientes. Es la apropiación madura y reflexiva de lo que implica reclamar derechos de las mujeres. No se trata de reclamar «mis derechos» sin limites y sin medida, sino de construirlos en el interior de una nueva normatividad emergida del proceso colectivo de su autonomía…»No es sólo mi derecho y hago lo que quiero» Este nivel analítico aparece también cuando se refieren a la libertad de las jóvenas de decidir con quien casarse.

Este derecho a elegir su pareja, que ya lo ejercen muchas mujeres jóvenas, debe ceñirse a, y entrar en armonía con, las propuestas y prioridades de su lucha zapatista. «Hay que ejercerlo pensando en la lucha revolucionaria».

En estas frases se expresa una elaboración profunda y colectiva de cómo ir caminando adentro de los derechos de las mujeres que se encuentran concatenados e imbricados con los derechos colectivos. Estas frases manifiestan claramente que no se conceptualizan los derechos de las mujeres como los derechos de entes individuales que sólo responderían a las necesidades de una «individua» mujer. Y tampoco se refieren a un colectivo formado exclusivamente por mujeres. Estos van «juntos y a la par».

La «simultaneidad» en la lucha por los derechos individuales y colectivos

«… cuando se quiere hablar de una revolución, es que van juntos, va para todos, entre hombres y mujeres».

La propuesta es que la lucha de las mujeres no es concebible sin los varones. Una lucha revolucionaria es de hombres y mujeres. Hay varias referencias en el libro III a la indisolubilidad de este caminar juntos. Estas referencias resuelven implícitamente las interrogantes que varios analistas académicos elaboran sobre el ejercicio de los derechos humanos. Sus análisis debaten acerca de la conveniencia y /o de las formas adecuadas para resolver el dilema de la prioridad de lo individual o de lo colectivo en materia de derechos. Presuponen un orden jerárquico de las prioridades de la lucha: o predominarían los derechos individuales o vendrían primero los derechos colectivos. Su referencia filosófica es la del «tercero excluido»: oponen categorías mutuamente excluyentes que solamente pueden pensarse dentro de un orden jerárquico: primero los derechos individuales y luego los derechos colectivos o a la inversa.

El pensamiento de las zapatistas tiene otro referente. Para ellas, los derechos individuales y los derechos colectivos forman una dualidad de opuestos que son también complementarios (Marcos, S., Tomado de los labios, Quito: Abya Yala, 2012, cap. 2). La fundamentación en, y referencia a, esta dualidad de polos opuestos en fluidez les permite hablar y actuar a partir de una fusión de ambos derechos en sus prácticas y también en su pensamiento. Hablan y nos presentan la forma de vivir simultáneamente los derechos individuales (de las mujeres) con aquéllos emergiendo de los derechos colectivos de sus pueblos en lucha. «Es como una construcción de humanidad lo que se quiere…», es la búsqueda para crear otro mundo.

En la propuesta zapatista amplia, la lucha por los derechos de las mujeres nunca se jerarquizó en un término inferior o secundario. «…Por eso para nosotros no hay la jerarquía de ámbitos: no sostenemos que la lucha por la tierra es prioritaria sobre la lucha de género….Pensamos, en cambio, que todos los énfasis son necesarios… (Subcomandante Marcos, «Ni el Centro ni la Periferia, Parte V.- Oler el negro. El calendario y la geografía del miedo», en: Primer Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry, SCLC, Cideci Unitierra Ediciones, 2009. Chiapas, México, p.230).

Esta forma incluyente, basada en una simultaneidad también en el hacer/pensar, aunque aparentemente paradójica, es parte de las herencias filosóficas mesoamericanas que encontramos también relatadas y reveladas en el cuento sobre el perro/gato o gato perro (en el Comunicado Rebobinar 3 del 17 de Noviembre 2013, Trigésimo aniversario de la fundación del EZLN). Esta categoría epistémica del pensamiento está presente, de cierta forma, en la fusión, del perro/gato y sus múltiples aventuras metafóricas para poder continuar siendo un perro y un gato a la vez.

Así se supera o se trasciende el «…encasillar al mundo entero en la cerrada caja de las opciones excluyentes» (ibid.). Hay que repensar el mundo, la lucha y el género mas allá de las dicotomías binarias para tratar de «entender a cabalidad la nueva gramática de la rebeldía zapatista» (Sergio Rodríguez Lascano, Enlace Zapatista, 20/12/13).

Las mujeres caminando a la par con los varones

Procediendo en el análisis de sus respuestas a cómo se vive la ley de mujeres hoy en día, algunas compañeras recalcan que su lucha contra el machismo no implica que quieran ahora dominar a los varones o «dejarlos botados». Están pidiendo, por el contrario, una «reconstrucción» de la sociedad, un orden diferente, en donde no existan dominantes y dominados: ni las mujeres ni los hombres.

Quieren escapar a las inevitables jerarquías que encuentran en los mundos de la producción capitalista y del pensamiento anclado en categorías mutuamente excluyentes. Es un otro mundo el que ellas buscan construir a través de sus exigencias como mujeres y de que se viva su ley revolucionaria de mujeres zapatistas. Más allá de esta propuesta, otra línea de análisis nos llevaría a subrayar que también están instaladas en un proyecto con bases pragmáticas para la inclusión de los varones. Los compañeros, nos dicen ellas, «hay veces no le dan el derecho de libertad» a la compañera que ha recibido un cargo y por eso el «problema incluye a los compañeros para que esta ley se cumpla.»

Se busca lograr una masculinidad sin tintes de dominio y una comprensión sobre cómo vivir en pareja la plenitud de la ley revolucionaria de mujeres.

La desvalorización de las mujeres

«Que dicen que las mujeres no valen nada». Esta frase de queja la escuchamos en voz de la Comandanta Esther en el Pleno del Congreso de la Unión en el DF en 2001. Ella se dirigió al público amplio en la Cámara de diputados, para hablar de una de esas «costumbres malas» que ellas ya estaban tratando de erradicar. Nos aseguró «… no les cuento esto para que nos tengan lástima…Nosotras hemos luchado por cambiar eso y lo seguiremos haciendo…» (Marcos, S. 2008, p.205)

Las mujeres zapatistas demuestran aquí, que la cultura no es monolítica ni estática.

En las deliberaciones sobre la aplicación de la ley de mujeres en los caracoles hoy, percibimos un más allá analítico. Se trata de una revisión histórica del origen de esta desvalorización hacia las mujeres. Podría denominarse, si habláramos dentro de la academia, de una aplicación del método analítico de la psicohistoria o de la historia de las mentalidades. En esta perspectiva, ya no sólo se trata de corregir «costumbres malas» de los pueblos y comunidades mayas en las que surgió el zapatismo. Y tampoco se trata simplemente de «costumbres malas» que deben cambiar. Las zapatistas formulan una clara denuncia de su procedencia: la explotación de los finqueros y terratenientes. Son los finqueros que consideraban a las mujeres inferiores. Fueron ellos los que «metieron esta mala idea en la cabeza» de l@s indígen@s. Un aspecto dramático de esta desvalorización es el «derecho» que se arrogaban los terratenientes de usar a las jóvenes indígenas para su satisfacción sexual y de abusar de ellas. Este abyecto «derecho de pernada» estaba aún en vigencia recientemente (Olivera, M. 1977). Pero las violaciones de indígenas no se practicaban únicamente sobre las vírgenes. Las indígenas pueden además reportar múltiples casos de abusos más tarde en la vida de muchas de sus compañeras como, por ejemplo, cuando finqueros, terratenientes, coletos o toda clase de machos urbanos abusaban de las indias clamando «mejorar la raza». Los relatos de Rosario Castellanos dan cuenta de estos abusos en Chiapas (Castellanos, Rosario, Oficio de Tinieblas, México: Miradas, 1962). Estas costumbres machistas violentas intentaron transformar a esas mujeres en objeto, propiedad y finalmente desecho de los machos violadores. Abusaron impunemente de «aquellos seres humanos» que son indias, pobres y mujeres, fomentando con su desprecio la desvalorización de estas mujeres por sus propios padres, parejas y hermanos, y más ampliamente, por todo su entorno cultural.

Marisol, mujer madura, profesora durante la sesión de agosto 2013 de la Escuelita, aludió abiertamente al «derecho de pernada». «Nuestras abuelas fueron violadas», nos dijo con voz indignada, y nos explicó que «nuestros abuelos ya llevaban esa idea de los patrones y capataces, y no nos tomaban muchas veces en cuenta a las mujeres».

Reflexiones sobre el supuesto «intercambio» de mujeres

Se sabe, por múltiples estudios etnográficos y monografías antropológicas, que este intercambio ha existido en muchas culturas del mundo. Su base, tanto en las sociedades matrilineales como en las patrilineales, es que las mujeres valen especialmente por su capacidad de traer nuevos seres al mundo. Además, las economías antiguas estaban frecuentemente fundamentadas en la familia. (Barbara Duden, Claude Meillasoux). Cuando un miembro de un «núcleo productivo» familiar lo abandona -por ejemplo para integrarse a otro, como en el caso del matrimonio- debe ser reemplazado por otro o por bienes que puedan resarcir la falta que hace para la producción de subsistencia. Estas costumbres, con toda su variabilidad étnica e histórica, se fundan, no en la desvaloración de las mujeres, sino en su valor y, consecuentemente, en el deseo de una compensación por la pérdida de sus contribuciones. Obviamente las zapatistas proponen trascender esas costumbres patriarcales. Antropológicamente, la transformación de esta costumbre de compensación en una «venta» de (y en otras geografías se habla de dar una «dote») las mujeres es un proceso que se ha dado a través del tiempo en muchas culturas desde la antigüedad y que ha tomado muy diversos caminos hasta llegar hoy a lo que las compañeras zapatistas critican: «eran cambiadas por trago, por animales, por dinero…»

Podríamos iniciar aquí una especie de anamnesis clínica de revisión del proceso en los altos de Chiapas como en todo el Estado. Seguramente, la intensificación de valores patriarcales reforzaron esta costumbre (Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). Finalmente, en Chiapas, estos valores patriarcales alcanzaron un paroxismo en el ‘derecho de pernada’. El abuso y la violación impune de mujeres, aunados al desprecio colonialista a lo «indio» y a la esclavitud a la que estaban forzadas, contribuyeron a la transformación de la mujer, patriarcalmente considerada como un «valor» que hay que conservar o reponer adecuadamente, en objeto de desprecio destinado a desecharse y que se puede intercambiar por trago, una vaca o dinero. Sobre las aportaciones productivas y reproductivas de las mujeres a la unidad doméstica y los abusos de diversos tipos de patriarcado se ha teorizado profusamente, en especial dentro de los feminismos marxistas (Silvia Federici). La paradoja principal es que no se puede vender lo que no vale. Esta costumbre chiapaneca sugiere a la vez que la mujer vale para ser vendida y no vale porque no se la consulta y se intercambia como un objeto por otro. (Bellinghausen, película «Corazón del Tiempo»).

En la organización zapatista, las compañeras han avanzado vertiginosamente tanto en su resistencia a esta «mala costumbre» atávica de «venta» de las jóvenes, como en propuestas constructivas para su superación. Se quejan que sigue presente en algunas regiones. Estudios de campo (Valdez, Rosario, Encuesta ENSIDEM, INSP, 2008) reportan que es la zona de México donde se violan más frecuentemente los derechos humanos de las mujeres, precisamente por la costumbre de la «venta» de las niñas y jóvenes.

La agroecología y los cultivos de subsistencia

En varios de los caracoles se han elaborado métodos originales de cultivo para la subsistencia autónoma, nunca absoluta, puesto que se generan excedentes que se ofrecen en el mercado. Estos métodos combinan la tradición con aportaciones nuevas. Esto parece una propuesta que, al reproducirse alrededor del mundo, podría ofrecer alternativas a la crisis ambiental. Esta regeneración del campo mediante la agroecología fomentaría la sobrevivencia, no sólo de los seres humanos, sino del planeta entero. Podría ofrecer una garantía para la soberanía alimentaría.

La agricultura familiar es un tema que internacionalmente se impulsa en este año 2014 alrededor del mundo. L@s zapatistas se han adelantado a esta iniciativa en promoverla desde hace muchos años. «La cultura es trabajar la tierra» (Profesor Joel, en notas de Jean Robert). «No nos van a poder quitar nuestra cultura. No lo vamos a permitir…Nosotros seguimos trabajando en la producción de todo lo que necesitamos, de las semillas y de todas las cosas necesarias… las semillas que seguimos escogiendo y conservando». Esto es un llamado al cultivo propio, a la tradición alimentaría ancestral, que l@s zapatistas saben apropiada o proporcionada para sus tierras. En esta tradición refuncionalizada radica la mejora de la alimentación mencionada en el apartado quinto de la Ley revolucionaria de mujeres. «En la alimentación vimos que en nuestra zona no está lejos…que los mismos compañeros y compañeras debemos seguir la costumbre de nuestros abuelos, como vivieron antes, qué comieron, con qué se alimentaron…que no dejemos de sembrar lo que es nuestro, el chayote, la yuca, la calabaza…»

En una época en la que el campo ha sido arrasado en la mayoría de los países y en que los campesinos, para poder sobrevivir, tienen que emigrar y abandonar sus tierras y cultivos por otras actividades en otros lugares, las propuestas zapatistas proponen un futuro mejor en el campo. Estos ensayos y sus éxitos, aunque todavía iniciales, prometen una revitalización del campo y la vuelta al agro que buscan tantos proyectos alternativos alrededor del mundo.

L@s zapatistas inician un camino que aporta un hálito de esperanza, que no sólo les permite sobrevivir a ell@s, sino que sirve de ejemplo y de estímulo para que otros pueblos y comunidades rurales empobrecidas retomen su subsistencia en sus manos.

Atención a la salud: revitalización de métodos tradicionales

Los logros en el ejercicio de la Ley revolucionaria de Mujeres sobre derecho a la atención primaria en salud y a la alimentación abonan en un camino zapatista de sumo impacto político.

Se han creado múltiples «Casas de salud». De hecho, casi todas las comunidades o pueblos tienen su Casa de salud. En ellas, se da atención primaria. Desde años se preparan, revitalizando y reaprendiendo prácticas de medicinas tradicionales mesoamericanas. Hay enfermedades que se atienden mediante una medicina herbolaria cuya efectividad es comprobada en México desde la época pre-hispánica. Se sabe, por ejemplo, que, en una región del Estado de Morelos, (en Oaxtepec), los Mexicas antiguos establecieron un jardín botánico con más de 400 especies de plantas medicinales y curativas con las que estaban experimentando para encontrar las dosificaciones adecuadas. Esto ya estaba en práctica desde antes de la invasión española.

Además de la revitalización y recuperación de los conocimientos sobre tés, emplastos, concentrados y macerados con yerbas curativas, la tradición de la partería ha reaparecido y florecido. Están en uso, en cada Casa de salud, las prácticas con masajes, manipulación del feto, «manteadas» y la atención al proceso del embarazo a través de la ingestión de tisanas medicinales. La atención al parto ha sido re-aprendida por esfuerzos muy precisos de recuperación de las técnicas de la partería tradicional cuyo nivel de éxito ya había sorprendido a Fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, cuando hizo una amplia recopilación de ellas en su Historia General de las Cosas de la Nueva España.

Las «sobadas» y manipulaciones para acomodar los huesos y sanar con estirones las articulaciones o tendones torcidos o lastimados pertenecen a otra de esas tradiciones curativas antiguas que se han recuperado. Son saberes de «hueseras» que aún están vigentes en muchas áreas del México contemporáneo. Ahora, el zapatismo las recupera y las retoma y propone como suyas. Es una recuperación y defensa cultural, nos dijeron en la Escuelita.

En México, como en el área mesoamericana en general, l@s practicantes de la medicina tradicional son en su mayoría mujeres. Las hueseras, parteras y curanderas yerberas son la base de la atención no sólo en las Casas de salud sino también en las Clínicas en el territorio zapatista (Carlos Zolla, citado en: Sylvia Marcos, Mujeres Cosmovisión y Medicina: Las curanderas mexicanas, México: Colmex Primera edición, 1989). Estos espacios curativos han sido muy apreciados colectivamente y ofrecen a las mujeres un lugar comunitario y social de respeto, aprecio y poder. Son en su mayoría las promotoras de salud zapatistas las que ejercen estas tareas y conservan saberes ancestrales, re-aprendiéndolos cuando los han perdido. Esto permite que, en las Casas de salud y en las Clínicas de los caracoles, la medicina tradicional maya se combine con la atención alopática. Las Clínicas instaladas en los caracoles pueden así ofrecer atención de alta calidad, con medicación accesible y disponible e infraestructura que permite intervenciones quirúrgicas complejas y delicadas.

Atemperando el divisionismo: ganancias políticas por medio de los servicios comunitarios en educación, salud y justicia

La atención a la salud ofrecida por el Estado es de mala calidad y frecuentemente inexistente. Se sabe que en estas regiones rurales, muchas personas tienen que caminar horas y horas para llegar a la clínica del gobierno más cercana. Y frecuentemente, cuando llegan, descubren que no hay servicio, o no está el doctor, o no tiene la medicina. Los zapatistas han compensado esta ausencia y ofrecen estos servicios. Se sabe que atienden a todos los pueblos y comunidades aledañas que muchas veces no son de afiliación zapatista. Pero son «hermanos» indígenas, como nos lo dijeron en la Escuelita. A estos hermanos no zapatistas, y a veces anti- zapatistas, se les recibe y atiende con el mismo cuidado y rapidez. Sobra recalcar que, al ofrecer servicios de calidad a todo quien lo necesite en zonas abandonadas por los servicios oficiales, los zapatistas han sabido vencer las rivalidades y confrontaciones fomentadas por los tres poderes del Estado para enfrentar a los campesinos entre sí y romper la solidaridad de sus justas luchas. Los medios usados para dividir a las comunidades indígenas incluyen todo tipo de financiamientos (por ejemplo, el programa de Oportunidades o Procede), o hasta el armamento de indígenas para que se vuelvan verdaderos mercenarios que, a cambio de un sueldo, funcionen como paramilitares al servicio del Estado. Transformados en soldados ilegales, estos indígenas agreden a los zapatistas con la intención de arruinar su proyecto.

Los servicios brindados por la organización rebelde a los indígenas en las zonas aledañas – no-zapatistas, o hasta ex-zapatistas – incluyen, además de los servicios de salud arriba mencionados, la posibilidad de la resolución de conflictos internos y la impartición de justicia para todo tipo de delitos por medio de la «Justicia autónoma» zapatista. Durante las sesiones de agosto 2013 de la Escuelita, tuvimos además la oportunidad de enterarnos detalladamente como ellos re-definen y amplían, mejorándolas muchas veces, la educación y la justicia autónoma y cómo las reformulan conceptualmente y las llevan a la práctica.

A través de sus propuestas para resolver las necesidades comunitarias de atención a la salud, la educación y la justicia, l@s zapatistas han avanzado, rompiendo el cerco de enfrentamientos creados a propósito por el Estado. Su respuesta tranquila, dada «sin alterarse», sin «violentarse», ofreciendo al contrario una solución a las necesidades de sus «hermanos indígenas», ha sido el antídoto más eficaz al fomento de confrontaciones fratrícidas por el mal gobierno y sus modelos del Norte geopolítico. Las instrucciones de manuales de contrainsurgencia elaborados en el Norte proponen fomentar «guerras étnicas» u oponer «fundamentalismos religiosos» para dividir, controlar y destruir las luchas de los de abajo.

Consideraciones finales

Volviendo ahora a las vivencias del primer curso de la Escuelita, reconocemos primero los avances en la puesta en práctica de la Ley Revolucionaria de mujeres. Inserta en el colectivo zapatista, esta ley de mujeres no puede ser leída a la luz de ningún enfoque feminista convencional, ni teórico ni práctico. Por los comentarios elaborados aquí mismo, vemos que escapa a cualquier marco rígido. Propone y resuelve algunas de las demandas de las prácticas feministas, entran en convergencia con algunas teorías feministas de la igualdad, ensanchando el concepto de «igualdad» con su «somos iguales porque somos diferentes» (ver Marcos, Sylvia, Ponencia CIDECI Seminario Internacional, «Las zapatistas caminan su palabra», enero 2012). Incursiona siguiendo también algunos de los legados del feminismo de la diferencia al cual también trastoca con la expresión de ciertas «aspiraciones igualitaristas» (Doris Lamus, 2013). Amplía todos los referentes, los ensancha, los transgrede y los junta «ilógicamente» con sus prácticas de inserción en la colectividad autonómica que rebasa, abarcándolas, las estrechas categorías de género, binarias y mutuamente excluyentes, de lo femenino y lo masculino.

Las luchas de las mujeres zapatistas y las demandas por sus derechos, no caben bien en ninguna teoría o práctica feminista, las trasciende y abarca a todas. Porque, como en el cuento del perro/gato, el Subcomandante Marcos asegura que un gran problema para la comprensión de la historia zapatista es que «… todas las opciones terminantes son una trampa. No hay sólo dos caminos, de la misma forma que no hay sólo dos sexos, dos colores, dos creencias… Asi que ni ahí ni allá»

«Mejor hacer un nuevo camino que sí vaya donde uno quiere ir» (Rebobinar 3 (1), www.enlacezapatista.org.mx). Este nuevo camino lo hacen ahora las compañeras zapatistas.

Podemos dar el siguiente testimonio: en la Escuelita, agosto 2013, eran tres profesoras y tres profesores los que nos daban los cursos. Los guardianes o votanes eran varones y mujeres, en números y cargos iguales. Además, eran cuatro los comandantes a cargo de la recepción y organización para llevar estudiantes a las comunidades y eran cuatro las comandantas que cerraron formalmente la Cátedra «Tata Juan Chavez» con Palabras de la Comandancia del EZLN.

Con sus propuestas, la Ley Revolucionaria de Mujeres Zapatistas ha hecho avanzar la «justicia de género» por caminos insospechados e impensables antes de la organización zapatista.

 

Notas

(1) Cuadernos de texto del primer grado del curso «La Libertad según l@a Zapatistas», cuaderno 3, Participación de las mujeres en el gobierno autónomo, Oventik «Ejercicio de la Ley Revolucionaria de Mujeres», p. 24-28, San Cristóbal, 2013.

 

Bibliografía citada

1 La libertad según l@s Zapatistas, vol. III, p. 24, Caracol II Oventik.

2 Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, Mexico: FCE, 1965.

3 Sylvia Marcos, Tomado de los labios: género y eros en Mesoamerica, Quito: Abya Yala, 2012, cap. 2.

4 Subcomandante Marcos, «Ni el Centro ni la Periferia, Parte V.- Oler el negro. El calendario y la geografía del miedo», en: Primer Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry, SCLC, Cideci Unitierra Ediciones, 2009. Chiapas, México, p 230.

5 Subcomandante Marcos, Comunicado Rebobinar 3 (1), Nov. 17 2013, trigésimo aniversario del EZLN, en www.w.enlacezapatista.org.mx

6 Sergio Rodríguez Lascano, «Carta a nuestr@s compañer@s del EZLN», www.enlacezapatista.org.mx

7 Sylvia Marcos, «Las fronteras interiores: El movimiento de mujeres indígenas y el feminismo en México», en: Dialogo y Diferencia: Retos feministas a la globalización, México: CEIICH UNAM, 2008. p.205

8 Olivera, M. 1977, Presentación, Primer Congreso Estudios de la Mujer, México, DF.

9 Rosario Castellanos, Oficio de Tinieblas, México: Miradas, 1962.

10 Barbara Duden, Claude Meillasoux Mujeres Graneros y Capitales, México: Siglo XXI, 1980.

11Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, [1884] (varias ediciones)

12 Silvia Federici, La Revolución Feminista Inacabada: Mujeres, reproducción social y lucha por lo común México: Escuela Calpulli, 2013.

13 Herman Bellinghausen, Película, «Corazón del Tiempo», México, 2011.

14 Rosario Valdez, Encuesta ENSIDEM, Instituto Nacional de Salud Pública, 2012.

15 Jean Robert, En el espejo de la escuelita zapatista, notas de la Escuelita. CIDECI-Unitierra, 2013.

16 Carlos Zolla, citado en Sylvia Marcos: Mujeres Cosmovisión y Medicina: Las curanderas mexicanas, México: Colmex, Primera edición, 1989.

17 Sylvia Marcos, Ponencia Seminario Internacional, «Las zapatistas caminan su palabra», CIDECI-Unitierra, SCLC, enero 2012.

18 Doris Lamus, «De la colonización del género a su resignificación», Cali: Investigación, 2013.

 

La revolución zapatista logra acabar con siglos de desigualdad de sexos en los indígenas

EZLN: “Las mujeres líderes han de saber que se deben a todas las demás mujeres, que han de mandar obedeciendo”

15-10-95

San Andrés Larrainzar. Pascual Serrano

La participación de la mujer ha sido uno más de los frentes revolucionarios del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, incluir una Ley Revolucionaria de la Mujer en su primera Declaración de la Selva Lacandona, antes incluso del alzamiento del 1 de enero de 1994, supuso un cambio histórico en las formas de organización tradicionales de las comunidades mayas. Estas comunidades, aunque de profundo espíritu democrático y participativo, continuaban con métodos que marginaban a la mujer, el movimiento zapatista ha incorporado una auténtica revolución en este aspecto que nace de lo más profundo del pueblo indígena. La comandante Trini y los comandantes Tacho y David, todos ellos del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN, nos cuentan cómo se ha desarrollado

La tradición indígena, porque no decirlo, no ha sido muy igualitaria con las mujeres, ¿cómo recibieron la Ley Revolucionaria de las Mujeres los hombres zapatistas acostumbrados a su papel predominante?
Tacho: Verdaderamente fue difícil que los hombres pudieran comprender que las compañeras mujeres también tienen derecho a tomar decisiones, y poderlo consensuar a nivel de las comunidades y del EZLN, hubo dificultades porque siempre los hombres han estado acostumbrados a dar la ordenes, él dice lo que se necesita hacer y la mujer está como si fuera una sirvienta, como alguien que hace los mandados que se necesitan, eso no lo podemos ocultar, tenemos que decir la verdad. Las compañeras mujeres ya comenzaban a ver eso como injusto y a surgir conflictos, pero, poco a poco, con el correr del tiempo, los hombres también fueron reconociendo ese derecho que tiene la mujer hasta que por fin se pudo hacer una ley dentro de los zapatistas, cuando nosotros todavía no habíamos salido a la luz. Es muy difícil, tan difícil como que había una división radical entre el hombre y la mujer, porque pensábamos que el hombre era el superior, que él era quien decidía todo y lo hacía todo, pero con el entendimiento de nuestros compañeros pudimos llegar a esos acuerdos, los consultamos, los sometimos a votación y aceptaron los compañeros, tanto fue, que se creo esta ley que ya mencionamos.

Pero, si me permiten una crítica los zapatistas, en la consulta promovida por ustedes el 27 de agosto, en un principio no aparecía la pregunta sobre el papel de la mujer que posteriormente añadieron, ¿qué ocurrió ahí?
David: Nuestro movimiento contempla tomar en cuenta todo lo que nosotros inicialmente no captásemos, por eso, además de las bases zapatistas propiamente dichas, tenemos esa gran mayoría de compañeros en toda la república de México y, porque no decirlo, en el mundo, para que dijeran qué es lo que hace falta. Puntualizaron éso y nosotros lo acatamos, lo respetamos e incluimos esa pregunta.

La presencia del Ejército Federal en las zonas indígenas ha traído, además de su hostigamiento militar, problemas importantes con los que nunca antes habían tenido contacto los indígenas, me refiero a la prostitución secundaria a la presencia de los soldados, el alcohol, etc. ¿cómo están enfrentando las mujeres zapatistas esta agresión a sus tradicionales formas de vida?
Trini: Efectivamente, en comunidades como Guadalupe Tepeyac los federales están ahí, pegaditos a la comunidad. La gente ha optado por retirarse, hemos considerado que los más oportuno era dejar las comunidades para evitar enfrentamientos. Por eso queremos que los militares se vayan, para que puedan volver los indígenas a vivir a su comunidad.

El gobierno se ha negado a que exista una mesa de negociación que aborde el tema de las mujeres entre las diferentes mesas a tratar, ¿qué actitud van ustedes a tomar ante esa negativa? (1)
Trini: Si no se incluye es señal de que el gobierno no nos tiene en cuenta y nuestros derechos no son reconocidos, sólo los hombres aparecen, pero nosotras somos las que tenemos más necesidades. El gobierno se niega a darnos esa mesa de mujeres para que discutamos los problemas que nos afectan porque el gobierno no ha parido un hijo, no ha sufrido un embarazo, no siente el dolor de tener un hijo. Nosotras estamos pidiendo que haya una mesa de las mujeres para discutir, para dialogar qué cosas sentimos, qué cosas necesitamos. El gobierno no quiere escucharnos, nos deja de lado, dice que las mujeres no tenemos derecho a hablar y yo digo que sí tenemos derecho, tanto como los hombres, porque nosotras conocemos las necesidades que tenemos y las que tienen nuestros niños.

¿Y que pueden hacer las mujeres para apoyar a las mujeres zapatistas?
Tacho: Los zapatistas, antes de que nuestras compañeras se incorporaran a esta delegación del EZLN para el diálogo, ya teníamos claro desde un primer momento el papel de las mujeres zapatistas en nuestra lucha y por eso existe la Ley Revolucionaria de las Mujeres. Nosotros no podemos hablar como hombres del problema de las mujeres, de eso estamos convencidos, por eso la mujer tiene que estar ahí y hablar del problema de la mujer. Si el gobierno no acepta el establecimiento de esta mesa para la gran discusión de los problemas de las mujeres, ellas tienen muchas posibilidades de movilización porque pueden impulsar un movimiento nacional de mujeres en ciudad de México y en el resto del país, éso pueden hacer. Nosotros estamos seguros y convencidos de que la mujer es una parte importante de nuestro país, de que tienen un lugar especial que el gobierno no ha tomado en cuenta, ni les llama para que propongan, para que tengan derecho a decidir. Los zapatistas exigimos que las mujeres indígenas y no indígenas tengan derecho, como todo el mundo, a proponer, a elegir y a asumir cargos públicos, las compañeras en nuestra tropa zapatista asumen cargos y dirigen, han demostrado la capacidad de dirigir y de organizar.

¿Cuál es el mensaje que ustedes darían a todas las mujeres que son líderes en cualquier parte del mundo, a esas mujeres que han comprometido su vida por su comunidad?
Tacho: A todas las mujeres que dirigen y luchan les queremos mandar nuestro mensaje zapatista: que deben esforzarse, que deben saber que, desde donde ellas se encuentran, deben tomar en cuenta a todas las demás mujeres, que han de mandar obedeciendo. Que deben ver, desde su cargo público o desde su oficina, con aprecio a todas las demás compañeras que se encuentran en las comunidades, en las ciudades, en los barrios, donde quiera que estén, como una compañeras suyas que tiene los mismos derechos y la misma dignidad. Porque lo que ha ocurrido en este sistema es que quien ocupa un cargo desprecia a los otros que no lo ocupan, mas bien los toman como sirvientes.

Ley Revolucionaria de Mujeres
En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, teniendo en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES:

Primero.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.

Segundo.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.

Tercero.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.

Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.

Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación. Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.

Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.

Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.

Noveno.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.

Décimo.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.

Selva Lacandona, México. 1993

(1) La Mesa de la Mujer fue finalmente aceptada por el gobierno mexicano, si bien no se ha establecido todavía ni fecha ni lugar para su celebración.

Fuente: http://www.pascualserrano.net/

Mujeres indígenas. Protagonistas de la historia

Guiomar Rovira
La Guillotina, nº 31. Agosto-setiembre 95

Cómo se pobló la selva:

Cuando las cuatro familias pioneras llegaron a Guadalupe Tepeyac todo era selva. La espesa vegetación mostraba el nuevo hábitat inhóspito al que enfrentarían los tojolabales que venían de las fincas, hartos de trabajar como peones. De esos fundadores, sólo quedan las mujeres, ancianas ya. Ellas sufrieron como nadie la huida de su comunidad cuando el 10 de febrero de 1995, -55 años después de colonizar ese pedazo de selva- tuvieron que huir por las montañas. el Ejército Mexicano invadió el lugar, cientos de soldados descendieron en helicópteros. La gente de Guadalupe decidió refugiarse en el hospital ocupado por la Cruz Roja Internacional, pero los militares entraron en él empuñando sus armas. Todas las casitas y chozas fueron minuciosamente registradas. Los Guadalupanos, y con ellos sus ancianas, abandonaron el pueblo. Con lo puesto, emprendieron un éxodo montaña adentro, huyendo de la «labor social» y «la restauración del estado de derecho» que trajeron los militares. […]

La lucha por la tierra data de hace muchos años en Chiapas. Los indígenas, campesinos sin tierra, peones acasillados en las grandes fincas al servicio del patrón, llegaron a colonizar los territorios nacionales en la Selva Lacandona. Muchos, antes de lanzarse a la aventura colonizadora, conseguían títulos de propiedad ejidal en determinados puntos de la Selva. Otros se lanzaban a trabajar la tierra mientras tramitaban su dotación. A Guadalupe Tepeyac llegaron sin ningún papel. Los maridos de Zoraida y de Chole tuvieron que hacer junto con los demás hombres «la lucha». Zoraida explica desde el principio la historia:

«Yo nací en El Porvenir, cerca de la Petema en una finca. Mis papas vivían con patrones. Toda la semana trabajaban para el patrón, solo el domingo era para os mozos. Pensaron formar un ejido y entre cuatro y cinco gentes poblaron. Pero con la familia fundaron y creció Guadalupe. Luego llegaron más pero tuvieron problemas con el gobierno para legalizar la tierra. A un tío le pegaron un tiro por pedir la tierra. Eso fue hace cuarenta y dos años. Ellos empezaron a arreglar los papeles habían tumbado un pedacito de montaña, descamparon para montar las casas. Ese fue su delito. Le metieron un balazo pero no se murió. A dos los metieron en la cárcel. Estuvo duro porque estuvieron los soldados”.

Doña Chole, mujer de carácter fuerte, relata cómo quien cuenta la vida ajena: «Fue difícil construir el ejido. Le dieron un balazo a mi esposo, por un terreno, fueron los federales que llegaron. No había como arreglarlo, no sabíamos porque estábamos perdidos, olvidados como animales. Entraron a lo grosero, disparando bala. A mis hijos les dije: no se muevan y esténse en la cama, con cuidadito. No pudimos hacer nada. No les tuve tanto miedo y les dije que qué orden traen. Que porque nos miran así indios, a saber qué nos vienen a hacer. Pero allá lo van a saber en la presidencia. Pero ni me atendieron. Tiraron bala. Le pegaron un tiro a él y se fue a presentar a las Margaritas. Así se arregló. A un compadre por arreglar su terror lo metieron a la cárcel. Había un patrón, José Villatoro, ellos arreglaron todo. Y pasamos a tener la tierra”.

Parece ser que en la aventura colonizadora, las mujeres fueron las mas recientes, las menos dispuestas. Para ellas, abandonar su casa representaba abandonar todo lo que conocían, dejar a sus padres, enfrentarse con un miedo terrible a todo lo que ignoraban. Chole y Zoraida, como tantas otras, tuvieron que seguir a los hombres. En algún lugar de la Selva, mientras resisten con animo la añoranza de su pueblo invadido por los soldados, rememoran la llegada a este “santo lugar” que llamaron Guadalupe:

“Los hombres empezaron a limpiar la Selva. Comíamos y no comíamos por trabajar ese pedazo de tierra, para abrigo. No encontrábamos ni frijol, ni café, ni sal meramente, sin nada estabamos. Por eso, yo le digo, nos privamos tanto que yo ya no quiero estar sufriendo, sigue lo mismo per mas grande.

Se desmayaron los difuntos, les pego la fiebre y se murieron. Quedamos viudas todas. Estaban potentes todavía. Les dio una enfermedad y no había con qué arreglarla.

Quedamos puras mujeres y niños chiquitos, no podían ayudar a sus papas. Y entro gente, llego compañía, algunos familiares que no tenían donde vivir. De por si estabamos pobres, nada mas estabamos abrazados así, sin nada. Pero la tierra ya la teníamos. Cuando nos quedamos viudas, como había ranchillos ahí cerca, veníamos a ganar al corte de café, nos pagaban y así les conseguíamos ropita a los niños, nos pagaban dos reales la carga. Cuando empece en este lugar, si sufrimos, pero ahorita otra pasada, todavía lo estoy viendo.

Zoraida vuelve a llorar. Como diría un comunicado del subcomandante Marcos, “60 mil razones verde olivo” impiden que ella regrese a Guadalupe Tepeyac, considerado el bastión de la insurgencia. Zoraida, que como toda la gente de su pueblo no pone en ningún momento en duda la justeza del movimiento zapatista, pide que salga el ejercito, afirma que los soldados la asustan, a ella, a sus hijas y a sus bisnietos. Y Zoraida repite hasta la saciedad que ya no merecen que la vida los vuelva a poner a prueba como cuando poblaron. Tanto sufrimiento que les costó: “Ahora están bien peligrosos los tiempos y otra vez a sufrir. Así lo vinimos a sufrir en este pedacito de terreno donde no comíamos de frijol, de café, de maíz, ni de ropa, ni la paga, porque estaban todavía chiquitillas las matitas, no teníamos nada. Puro remendadito, lavar y poner el mismo pedazo en el hoyo de la ropa”. ¿Quien no puede imaginar las condiciones de vida que encontraron estas mujeres al llegar a un claro de la selva? Tuvieron que dar a luz solas, ingeniárselas para preparar “puro monte” para comer, cargar los hijos, ayudar al marido destrozado por la dureza del trabajo físico, ver morir de enfermedades a los suyos, lejos de todo remedio, lejos de toda su cosmogonía. Los hombres domaban la tierra virgen. Ellas también tuvieron que empezar de cero, buscar alternativas a las grandes carencias:

“Antes ni jabón encontrábamos, nada. Una hojita de amolio, unas vainitas larguitas así, y lo machucábamos en nuestra batea para lavar nuestra ropa con los niños, ni jabón se miraba, no. Puro amolio. No encontrábamos ni un quinto, pues estaba muy barato cuando ibamos a ganar por corte de café en un ranchito. Pero que le vamos a hacer. Teníamos que ganar algo, tenia yo hembra y varón, puros chiquitos. También los demás. Igual trabajábamos en este santo lugar. Entre cuatro son que bajamos a poblar. Ya de veras lloramos de por si nuestra suerte porque no encontramos nada de por si cuando recién bajamos. […]

Chole tiene una personalidad imponente, ella no se queja más que lo necesario. Para acabar el relato, desde la champa que apenas los protege a todos de la lluvia, donde duerme tirada en el suelo de tierra como los otros 40 refugiados que comparten este techo, concluye: “Es seguro nuestro destino que nos dio diosito porque de personas que somos nos tenemos que soportar en este mundo, porque la verdad sufrió él que es dios, qué tal nosotros…”

HACIA EL AHLAN K’ILAN

La inmigración indígena a las tierras de la selva tuvo como momentos culminantes las décadas de 1940, 1960 y 1970. Se calcula que más de 150 mil personas habitan hoy en día esa zona, denominada ahora de “conflicto”, “territorio zapatista”, etc. Cansados de la explotación, del hambre, de no poseer un pedazo de tierra suficiente como para sembrar el maíz con que alimentar a la familia, los hombres tomaron la decisión.

La colonización supuso la formación de pueblos jóvenes que necesitaron de una cohesión social muy grande para enfrentar las dificultades iniciales y la hostilidad del medio. Lo mas significativo de este proceso es la voluntad de superación de los hombres y mujeres que lo emprendieron, una lucha contra todo y por la vida que ha sido el caldo de cultivo de la lucha armada del EZLN. En la selva se encontraron

diversas etnias, se formaron poblados mixtos, se casaron tzotziles con tzeltales, tzeltales con tojolabales, choles con tzotziles… Estos matrimonios se comunican entre si en la lengua del marido, por ello muchas mujeres se convirtieron en bilingües, pues estaban socialmente obligadas a ello. También en muchos casos se aprendió el español, útil para vender la cosecha, hacer valer los propios derechos y llevar a cabo las luchas campesinas. Las mujeres, monolingües o bilingües, rara vez hablaban en castellano. No es extraño que aunque lo sepan, lo oculten. Las tojolabales, mas acostumbradas al trato con los ladinos en las fincas y en los valles de Comitán, son la etnia que mas mujeres castellano-hablantes tiene. Conviven con muchos mestizos, campesinos pobres que también huyeron a la Lacandona. En la selva se precisaba de la unión de todos y la acción conjunta para “abrir la vida”. Muchos hombres, líderes naturales, se convirtieron en poliglotas, en viajeros. Para ellas, la selva también represento en muchos casos romper con la disciplina ferrea de sus vidas. Aunque ellas no lo hicieron a gusto. […]

Y LAS NIETAS SE HICIERON INSURGENTES
Aunque ganaron su libertad y en muchos casos algo más de tierra que cultivar, los indígenas trasladados a la selva siguieron viviendo en una total carencia. Y en los lugares inaccesibles de la Lacandona, la ausencia de servicios se agravaba por la lejanía de los hospitales mas próximos, las escuelas, las tiendas, el transporte. […] Silvia es una capitán del EZLN. Tiene 18 años, es cholera, -es decir de la etnia de chol-. Nació en un pueblo pequeño de la Lacandona. Sus padres estuvieron entre los primeros en llegar ahí y colonizar. Silvia apenas recuerda su infancia. Pero si sabe que de su pasado nace su vocación luchadora.

“Tenia mas o menos cuatro hermanos. Trabajaba en el campo, no estudie. Los maestros llegaban alguna vez pero solo contaban a los alumnos y se iban, no daban clases. Mi ejido es muy pobre, no hay nada. Yo ayudaba a mi mama, mi familia vive en la miseria, sin dinero, sin nada. Si los niños enferman, no hay donde ir, no hay carretera ni médicos. Los enfermos los llevan cargados ocho horas caminando. Se mueren. Los que están enfermos de calentura o enfermedades que se pueden curar no es justo que se tengan que morir. Las mujeres no tienen nada, trabajan en sus casas, cargan leña, llegan a trabajar, tortean, hacen comida, ayudan a limpiar la milpa a los maridos y atienden a los hijos. Algunas, no todas, participan en las reuniones de la comunidad, las que llegan a entender.

“Supe mucho antes que había una organización armada, el EZLN. Alguien me lo comento, uno de otro lado, no del pueblo. Empece a pensar en los once puntos por lo que lucha el EZ. Y por eso me sentí muy orgullosa de integrarme aquí. No hay nadie que se venga por gusto nada mas. Estamos explotados por el gobierno, por los que tienen poder”.

La idea de la lucha armada penetro en las cañadas dela selva y echo raíces profundas. La división y la delación fueron a veces causas de represiones desmedidas, que no hicieron mas que acrecentar una única opción entendida en muchos casos como autodefensa. Silvia sufrió este proceso en carne propia: “en mi pueblo no todos estabamos con el EZ y en 1990 nos traicionaron. Llegaron como 500 federales armados y registraron toda la comunidad y encontraron armas. Éramos pequeños grupos de organizaciones y por eso nos investigaron, querían ver quien era el dirigente, quien mueve el ejido. Uno hablo, lo dijo todo, nombres, etc. Tomaron presos. Algunos se pudieron esconder. Pero a los dirigentes los llevaron y algunos no han vuelto a aparecer. Los que fueron lograron venir hasta acá, a este pueblo, los estuvieron buscando por las montañas, dispararon por todas partes. Mataron, porque a algunos ya no los volví a ver».

A Azucena -su compañera insurgente- y a mi nos llevaron a una casa de seguridad en San Cristóbal, donde no nos encontraran los federales. En esa casa donde estuve trabajando pense bien que iba a hacer. Y pedí ir a la montaña a empuñar las armas. Ya se que es un sacrificio lo que voy a hacer, pero es hora de confirmar, por eso estoy acá. Hasta ahora no he visto a mi familia desde 1989, no saben donde estoy. Los ejércitos tienen controlado el ejido ahorita.

Y me siento orgullosa de estar aquí en el EZLN, es necesario estar aquí. Además aquí se aprende. En una casa nada mas trabajas, haces la comida y no se aprende nada. Por eso es mejor venir para bien de nuestro pueblo, tomar las armas. Yo antes no sabia español, hablaba puro chol. Aquí me enseñaron todo. Ahorita lo estoy llevando pues adelante”.

Azucena vivió junto con Silvia la incursión militar en su ejido, que culmino con el arrasamiento e incendio de las casitas donde vivían. A partir de entonces y a pesar de su juventud, Azucena tuvo claro que quería ser insurgente: “Yo no me lo pense mucho. Vine así nomás, rápido. Pase tres idas nomás de miliciana y después me mandaron para aquí. Creo que tengo dieciocho años, llevo tres en el EZLN.

Nosotros no luchamos por dinero, nos alzamos en armas, es muy difícil ser insurgente pero estamos decididos a esto por todo lo que necesitamos, para el bien del pueblo, quizás con las armas nos entienda el gobierno. Yo estoy tranquila, no había otro camino”.

Elisa es otra capitán de origen tzeltal. Salió de una de esas tantas comunidades nuevas de la selva donde la pobreza era insostenible. A sus ventidós años asegura: “Yo tengo cinco años en el EZ. Decidí entrar porque vi la situación en mi pueblo. Antes no sabia que había compañeros que estaban preparándose para luchar y sacar adelante al pueblo. Pero cuando me entere ya me fui a la montaña para prepararme para hacer la guerra, decidí ingresar a las filas del EZLN.

Claro que a nadie le gusta hacerse insurgente, pero con esta situación pues tenemos que hacer el esfuerzo y aguantarlo para que el pueblo tenga lo que necesita. Porque ya hemos visto muchas veces que la gente se organiza, hace marchas, plantones y nunca se resuelve nada. Por eso mejor agarrar las armas. Y para ello hay que estar en la montaña, sufrir allí y aguantar todas las chingas que pasan, si te dice el mando que tienes que caminar toda la noche, aguantar el frío, el sueño, la lluvia…”.

LA MUERTE
La mayor insurgente Ana María consigue hablar por todas las insurgentes y responder a la pregunta ¿no les da miedo la muerte? Y ¿por qué?

“No sentimos nada la muerte. O sea, ya desde antes nos sentíamos como desaparecidas, nunca nos tomaron en cuenta. Ha habido muchas muertes en los pueblos de hambre y enfermedades, nosotros decimos que es como si siempre estuviéramos en la guerra. Ahorita nos morimos si nos matan. Los que han muerto… pues si, nos duele, pero era necesario que alguien se muriera, que alguien diera su vida para lograr la libertad y la justicia que no existen en este país. Nosotras las mujeres estamos convencidas de nuestra lucha y no nos da miedo morir. Es mas doloroso ver a los niños morirse de enfermedades curables, collera, sarampión, tosferina, tétanos, enfermedades que el gobierno dice que ya no existen. Yo no tengo hijos, pero si he visto morir a dos niñas en mis brazos. No podíamos hacer nada, seles murió la mama antes y no había comida pues para estas niñas. Y como ellas, se han muerto miles, miles de niños y no es justo. Durante todo este tiempo que estuvimos luchando pacíficamente sin obtener nunca nada se nos murieron muchos pero muchos niños, cada ve que pasa una enfermedad arrasaba. Cada año se hacían mas grandes los panteones de las comunidades.

Y esto es muy doloroso, y por eso nos decidimos a esto”. (Catedral de San Cristóbal, 27 de febrero de 1994). Maribel, una muchacha de veintiseisaños, con el grado de capitán, afirma: “Yo recuerdo cuando llegue y la diferencia que tengo ahorita, pues siento que me ha formado. No solo con mis mandos o con la convivencia dentro de los insurgentes, sino también con el pueblo. Y por ellos soy, por ellos soy capitán, lo que soy ahora. Estoy dispuesta a seguir o que ellos me marquen y eso lo hago por conciencia no porque al rato me van a pagar…

Entonces, como hemos dicho, no tenemos miedo a la muerte. Realmente aquí en las comunidades la muerte aparece de pronto, con diarrea, con vomito, con calentura, por eso lo que decimos nosotros, los insurgentes, es que la vida mas difícil no es ser insurgente, no es ser miliciano, la vida mas difícil es la que padece el pueblo, los sufrimientos, las injusticias, la falta de educación, la falta de alimentación. Eso es lo mas difícil, porque no se vive en un solo ida. En cambio, nosotros nuestra vida pues si es dura. Hay que caminar, correr, saltar, combatir. Por eso no es todo el tiempo como lo vive la comunidad.

 

Fuente: http://www.ub.es/solidaritat/observatori/chiapas/transver/chfrdona.htm#anchor154012

Entrevista con la Comandanta Esther

Guiomar Rovira, 22 de febrero del 2001

La comandanta Esther forma parte de la delegación del EZLN que partirá hacia la Ciudad de México en breve. Ella representa a las mujeres indígenas de la región tzotz-choj, viste blusa de flores tzeltalera y falda azul. La entrevista tiene lugar en la comunidad de Moisés Gandhi, cabecera del municipio rebelde Che Guevara. Esther es una mujer resuelta, de palabra fácil, que no duda en prender su propia grabadora para guardar registro de todo lo que decimos.

-Háblanos sobre la marcha, ¿conoces la Ciudad de México?

-Es la primera vez que voy a la Ciudad de México. Vamos a pasar por muchos estados y estoy contenta, porque no nomás voy a conocer muchos lugares o a pasear, sino que voy a ir al Distrito Federal para hacer trabajos y para ir argumentando durante el trayecto que es lo que nosotros pedimos y llegar al Congreso de la Unión a explicar que es necesario que se haga ley los acuerdos de San Andrés, que se apruebe la propuesta de la Cocopa.

«Queremos que se reconozcan los acuerdos de San Andrés, para nosotros como indígenas son muy importantes, porque mientras no estamos reconocidos como que estamos olvidados, y aunque hacemos trabajos aquí, pero no nos reconoce, no nos toman en cuenta. Ya no queremos seguir como antes, como que no existimos. Queremos que sea reconocido nuestra forma de hablar, de vestir, de organizarnos, pero lo que está mal ya no lo vamos a seguir.»

– Como parte de la marcha zapatista, van a encontrarse con otros pueblos indios en el Congreso Nacional Indígena en Michoacán…

– Sí vamos a participar ahí porque es muy importante, porque en nuestro país, México, no nada más hay indígenas aquí en este estado, sino que a nivel nacional, entonces se va a hacer un CNI y nosotros vamos a estar para invitar a todos a que luchen para que nos reconozcan como pueblos indios, porque la ley de la Cocopa no es nada más para los zapatistas, sino que queremos que se haga ley, para que entonces ya sea para toda la nación mexicana.

-¿Crees que con la caída del PRI del gobierno tanto en Chiapas como a nivel federal ya haya un cambio?

– Nosotros no hemos dicho que ya está Fox y ya cambió. No. El cambio de por si no lo hacen ellos. No es porque ya se cayó el PRI que vaya a haber cambio, gane quien gane, ya hemos visto. Es el pueblo de México el que tiene que construir el cambio que quiere.

«Del gobierno de Fox, vemos que no quiere cumplir las tres señales que pedimos nosotros, que se retire de 7 posiciones de las 259 donde están los ejércitos, que salgan los presos zapatistas y que lo reconozcan los acuerdos de San Andrés. Según dice que sí ya cumplió pero vemos que no.

-¿Qué les vas a decir a las mujeres que te encuentres durante la marcha?

– Que luchemos todas juntas, porque no nada más nosotras las indígenas estamos sufriendo. Sí claro, nosotras tenemos que luchar más porque como indígenas estamos triplemente despreciadas: como mujer indígena, como mujer y como mujer pobre. Pero las mujeres que no son indígenas también sufren, por eso las vamos a invitar a todas a que luchen para que ya no sigamos sufriendo. No es cierto que la mujer no sabe, que nada más sirve para estar en la casa, eso no sólo pasa en las comunidades indígenas sino también en las ciudades.

– ¿Por qué van sólo 4 mujeres en la delegación de 24 comandantes zapatistas?

– Porque el trabajo no nada más lo vamos a hacer las que vamos. Vamos a ir 4 mujeres pero las que se quedan hacen trabajos aquí, no nada más las que vamos allá, y aquí no hacen nada, sino que aquí se hace otro trabajo.

– ¿Qué deseo tienes, qué te gustaría que pasara?

– El deseo que tengo es que, regresando de la marcha, sienta que no sólo nosotros estamos, sino que sentimos que no estamos solos, porque no nada más van a acompañarnos gente de la nación mexicana sino también de otras naciones. Mi deseo es sentir que la lucha no es nada más para nosotros los zapatistas sino para toda la gente.

LA TRIPLE MARGINACIÓN

-¿Cómo explicarías la participación de la mujer en el EZLN?

-La situación de la mujer indígena es muy difícil, sufre dentro de la casa, por la falta de alimentos, las enfermedades. Cuando una mujer ve sufriendo a sus hijos es un gran dolor. Si no fuera por el sufrimiento tal vez no lucharíamos. Pero con tanto sufrimiento, las mujeres empiezan a organizarse para luchar, para tener un cambio de vida, pues.

– ¿Cómo era tu vida cuando eras niña?

– Yo cuando era chiquita me acuerdo como sufría mi mamá. A veces ni se conseguía dinero para comprar los frijoles, nomás tomamos tortilla. He pasado por eso y por la enfermedad. Y mi mamá sufría bastante porque somos varios y ya no alcanzaba pues el dinero. Pero mi mamá aguantó todo eso. Aunque no nos alimentamos bien, pero aquí estamos. Vivimos.

Cuando era yo chiquita no sabía hablar en español. Fui a la escuela pero ahí no aprendí nada. Pero cuando ingresé en la organización aprendí a escribir y a hablar español, lo poco que sé, estoy haciendo la lucha pues.

-¿Cómo fue que decidiste participar en la lucha?

– Cuando ya estoy grande empecé a ver la situación dentro de la casa, veo que no tenemos alimentación adecuada, veo que otros sí tienen y nosotros ¿por qué será que no? Mi mamá antes no salía, no participaba en las reuniones. Nomás está en la casa cuidando a sus hijos. Vi que tenía 4 o 5 hermanitos que se murieron, entonces es ahí donde me di cuenta, ¿por qué será que se mueren mis hermanitos? Vi que es necesario luchar, porque si no hago nada, van a seguir muriendo los demás hermanos, eso pensé, y me decidí.

«Y no solo yo, hay mujeres que se decidieron a ser soldados y esas mujeres ahora ya tienen grado insurgente de capitán, de mayor, de teniente. Ahí vemos que sí las mujeres podemos.

– Cuando empiezas a participar como zapatista, ¿encuentras muchos problemas en tu comunidad?

– La verdad me costaba, los hombres no entendían, aunque yo siempre les explicaba que es necesario luchar para que no todo el tiempo estemos muriendo de hambre. A los hombres no les convenía, según los hombres la mujer nada más sirve de tener hijos y deben cuidarlos y mantener a los animales que están en la casa.

«Y también hay algunas mujeres que eso ya lo tienen metido en la cabeza. Entonces yo no les gustaba, algunos hombres decían que no está bien, que las mujeres no tienen derecho de participar, que la mujer es una tonta. A veces algunas mujeres dicen «yo no sé nada», «yo soy tonta»… Yo siempre enfrenté eso, les explicaba que no es cierto, que sí somos mujeres pero sí podemos hacer otros trabajos. Entonces así poco a poco entendieron los hombres y las mujeres también, por eso ahorita están luchando las mujeres, por eso ustedes saben que aquí en nuestra lucha no nada más los hombres están luchando sino que estamos luchando juntos.

– ¿Te apoyó tu familia cuando decides entrar en el EZLN?

– Mi papá sí estaba de acuerdo, como de por sí vio la necesidad de eso, pues me apoyaban, no me decían nada. Por eso pude animarme más. Pero no para todas fue así, la mayoría no tuvieron el apoyo de sus padres, no es su trabajo de la mujer salir a otros lugares, tiene que estar en la casa, pero gracias a dios ya hay un poco de cambio. Antes ocurría eso, los hombres no entendían, a veces lo pega, lo golpea, ha pasado eso, aunque no lo mata de una vez. Pero ya poco a poco es distinto.

CONSTRUYENDO LA RESISTENCIA

-¿Cómo han sido estos 7 años desde el levantamiento armado de enero del 94 hasta hoy?

– La verdad resistimos, aunque de por sí ya tiene años que empezó. A pesar del sufrimiento, aquí estamos todavía, si no fuera que no hubiéramos resistido ya no estuviéramos. Aunque nos han pasado muchas cosas, no por eso nos hemos rendido, hemos podido pues.

«Desde que empezó la guerra el mal gobierno ha metido a los ejércitos, pero siempre quien ha enfrentado ese problema son las mujeres. La militarización ha sido muy dura, pero las mujeres no han tenido miedo, han salido a correr a los soldados, ahí vemos que las mujeres sí tienen fuerza, no con armas sino ya con la fuerza y con el grito, vemos que sí podemos como mujeres».

-Como mujeres zapatistas, ¿han construido algo durante estos años?

– Sí hemos avanzado un poco más. Vimos que no teníamos nada y nosotras mismas nos preguntamos ¿quién nos va a dar si nosotras no hacemos nada? Nosotras mismas tenemos que trabajar para lograr un cambio, apoyarnos para tener lo poco que necesitamos. Entonces las mujeres empezaron a trabajar, a organizarse en colectivos, ya sea de panadería, de hortalizas, de otras cosas más. Vemos el resultado: ya nos ayudamos entre nosotras. El trabajo que hacemos, si lo vendemos, nos ayudamos en dinero, y si no, nos repartimos y ya es algo para nuestra alimentación. Ese es el avance.

«Antes la mujer no participaba en las reuniones, en la asamblea, pues su esposo no lo dejaba. Ahora los hombres ya entienden, la mujer puede ir en las reuniones y el hombre se queda en casa cuidando a los animales. Ahora si los hombres si ven que hay mucho trabajo dentro de la cocina, ayuda a su esposa o a su compañera. Antes no lo hacía, ahora sí, hay un cambio.

– Las niñas en las comunidades zapatistas, ¿crecen con más igualdad?

– Si hablamos la verdad, pues sí, ya hay un cambio, no es como antes, ya se llevan bien el niño y la niña. Nosotras mismas les explicamos a los niños y a las niñas que haya respeto, pues somos iguales, no puede ser que si el niño puede hacer un trabajo, la niña no. Las niñas y los niños van a la escuela. Y ya no nada más ellos, sino también las mujeres grandes, porque ahí aprenden bien, los hombres también van. Porque nosotros mismos ya nos organizamos y ya no estamos en la escuela del gobierno, sino nuestra educación autónoma, ahí entramos todos. Por eso nosotros estamos construyendo desde la base, si quieren ver ese es el periódico mural que hicimos, ese es nuestro trabajo.

– ¿Cómo ves el futuro para la mujer indígena?

– Creo que vamos a lograr el cambio como nosotras queremos, sí se va a lograr, porque veo que muchas mujeres se están organizando, ya no nada más las zapatistas, hay otras organizaciones. Nosotras las invitamos también y así más fuerza vamos a tener, entre todas lo vamos a lograr.

– ¿Qué te gustaría hacer cuando ya hayan conseguido todas sus demandas?

– Cuando ya tengamos todo, yo no te puedo decir ahorita que me gustaría hacer entonces porque todavía nos falta bastante. Nosotros empezamos y no sabemos si lo vamos a ver, pero tenemos esperanza de que sí, aunque ya no lo veamos nosotros, los demás si lo van a ver el cambio que anhelamos nosotras.

Fuente: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2001/02/22/comandanta-esther-entrevista-con-guiomar-rovira/

Informe Desde Chiapas: Campesinos armados. El despertar de las mujeres

Michael Slate

Obrero Revolucionario #787, 25 de diciembre, 1994

Las cargas de la mujer

Era ese breve momento del crepúsculo que transforma el calor de la tarde en el frío de la noche. El sol se había hundido entre las montañas hacía una media hora y una luz verdegris se cernía sobre el pueblito indígena situado en las márgenes del territorio zapatista. En una punta del pueblo, un pequeño grupo de hombres platicaban alrededor de un viejo camión de carga con el motor destapado. Camino arriba, se veía una vieja toma de agua frente a unas casas. A unos pocos metros de ahí, una larga columna de humo salía por la chimenea de una cocina comunitaria, donde tres señoras hacían tortillas de maíz a una velocidad increíble. Centenares de tortillas se apilaban en una mesa de madera. Las señoras se rieron y nos saludaron cuando pasamos por la puerta.

Más tarde, cuando estábamos sentados alrededor de nuestra hoguera, pensé en las mujeres indígenas que conocí en los pueblitos de Chiapas. Según informan las cifras que publica el Instituto Nacional de Estadísticas Geográficas e Informativas, las mujeres indígenas de 16 a 40 años tienen un promedio de cinco hijos y trabajan de 16 a 18 horas diarias. Su trabajo empieza entre las 3 y las 5 de la mañana y termina a las 8 ó 9 de la noche. Muchas veces pasan cinco horas al día haciendo tortillas; también cargan agua de ríos y pozos y recogen leña. En muchas comunidades trabajan en la milpa de la familia. La tasa de muerte por parto es 8.5 por cada 1000 nacimientos. Solo el 12% ha oído hablar de planificación familiar. En la zona que hoy es territorio zapatista, la tasa anual de nacimientos es del 53% y el 50% de la población es menor de 15 años.

En todos los pueblos las condiciones de vida de las campesinas indígenas son las mismas. Están muy aisladas del mundo que empieza donde termina su pueblo. Muchas solo saben su idioma indígena y unas pocas palabras de español. En los pueblos indígenas no es raro ver enormes reuniones de asambleas o comités con más de 100 hombres y ni una sola mujer.

Una joven activista de San Cristóbal explicó así la situación: «Hay una marginalización social porque la mujer no participa en esas asambleas, no tiene voz. Todos los jefes de familia tienen que participar en las asambleas. En algunas comunidades si el hombre no va, pueden ir sus hijos, o también la mujer. Pero en otras comunidades las mujeres no pueden ir. Simplemente son invisibles, no tienen representación, de ninguna forma. La mujer solo puede tener participación en las actividades religiosas. Estoy pensando en un caso particular de una comunidad muy atrasada donde se practica el catolicismo tradicional. En otras comunidades la mujer participa en diferentes niveles.

«La mayoría de las mujeres va a la escuela. Muchas van, pero cuando llegan al sexto grado, o al octavo grado, o incluso al cuarto o quinto grado, sus papás las sacan para que no tengan relaciones con los varones. Es una situación bastante marginalizada. No quieren que hablen directamente con los hombres, a no ser que hayan consultado con los padres. En algunos lugares las cosas están cambiando, pero para la mayoría, apenas terminan el sexto grado, ese es el fin de la escuela. No siguen estudiando porque algunas se casan, o tienen que quedarse en la casa para cuidar a los hermanos menores o ayudar a la familia».

Ana María, una joven militante del movimiento zapatista, describió la situación típica de las campesinas en una entrevista: «La mujer no tiene descanso, no para en todo el día. La mujer campesina se levanta a las tres de la mañana a hacer el pozol y la comida, el desayuno para los hombres. Si necesita leña, va y trae su leña, si necesita maíz, va a la milpa a cargar su maíz o a traer verduras o lo que tenga. Va y regresa, lleva a su niño cargado en la espalda o en el pecho, prepara la comida. Y así se la pasa todo el día hasta que entra la noche, de lunes a domingo. Los hombres todavía pueden divertirse los domingos, jugar el baloncesto o a las cartas, pero la mujer no descansa. Trabaja todos los días, sin descanso».

La carga pasa de una generación a la otra a muy temprana edad: las hijas mayores tienen que cuidar a los hermanitos y ayudar a su madre en las tareas de la casa:»Desde niñas comenzamos a cargar a los hermanitos, a moler maíz, a cocinar, a barrer la casa o a lavar. Si la madre se ve obligada a salir, la niña no va a la escuela y se preocupa por el hermano más pequeño. Eso fue lo que me pasó a mi», dijo Ana María.

Mujeres armadas

Quienes han ido a Chiapas recuerdan imágenes de la fortaleza de las mujeres: las que cargan leña, las que venden en los mercados o en las calles, las que tejen preciosos textiles en telares de cintura. Pero desde la rebelión del año nuevo, una nueva imagen de las campesinas de Chiapas ha recorrido el mundo.

Ahora se ven campesinas indígenas, jóvenes y viejas, con machetes y rifles lado a lado con los hombres como parte del levantamiento y a veces incluso como líderes. Esta nueva imagen ha sido motivo de inspiración para mujeres y hombres por todo Chiapas. Eso casi se podía palpar en la risa de orgullo de las vendedoras de San Cristóbal que elaboraban pequeñas réplicas de las líderes del EZLN. También salió a relucir en la conversación que tuvimos en el zócalo de un pueblo con un grupo de chavos indígenas vendedores de chiclets y cigarrillos, que suspendieron la venta un rato para contarnos con mucha animación sus impresiones del levantamiento. Una de las primeras cosas que mencionaron fue el papel de las mujeres en las batallas y con mucho orgullo nos relataron una historia que oyeron de las mujeres de su pueblo, que ayudaron a preparar el levantamiento llevando armas y municiones escondidas debajo de sus largas faldas.

La entrevista a Ana María da una idea de lo que llevó a las mujeres al movimiento: «No sentimos nada la muerte. O sea, ya desde antes nos sentimos como desaparecidas, nunca nos toman en cuenta. Ha habido muchas muertes en los pueblos de hambres y enfermedades, nosotros decimos que es como si siempre estuviéramos en la guerra. Ahorita nos morimos si nos matan. Los que han muerto, pues sí nos duele, pero era necesario que alguien se muriera, que alguien diera su vida para lograr la libertad y la justicia que no existen en este país. Nosotras las mujeres estamos convencidas de nuestra lucha y no nos da miedo morir. Es más doloroso ver a los niños morir de enfermedades curables, cólera, sarampión, tosferina, tétanos, enfermedades que el gobierno dice que ya no existen. Yo no tengo hijos, pero sí he visto morir a dos niñas en mis brazos. No podíamos hacer nada, se les murió la mamá antes y no había comida pues para estas niñas. Y como ellas se han muerto miles de niños y no es justo. Durante todo ese tiempo que vivimos luchando pacíficamente sin obtenr nunca nada se nos murieron muchos niños, cada vez que pasaba una enfermedad arrasaba. Cada año se hacían más grandes los panteones de las comunidades.

«Muchas mujeres se deciden a esto porque ven que no tienen ningún derecho dentro de su propia comunidad, no tienen derecho a la educación, ni a prepararse; las tienen así como con una venda en los ojos sin poder conocer nada, las maltratan, son explotadas.

«Además no tienen pues ningún derecho, no son tomadas en cuenta, nos tienen así a un lado. Hablo de las compañeras de los pueblos y de la mujer en general en nuestro país que sufre las mismas injusticias. Pero en realidad sí tenemos capacidad, podemos hacer otras cosas que no sea el trabajo dentro de la casa y el criar niños. Podemos aprender. Las que estamos dentro de esta lucha llegamos sin saber leer y escribir y aprendimos, ahora representamos algo, representamos a nuestras compañeras, ella representa a las mujeres de los pueblos, yo represento a las mujeres combatientes. Y sí podemos hacer muchas cosas, lo que pasa es que no nos han dado la oportunidad; siempre nos han tratado como un objeto, como algo que no vale. Por eso estamos también en esta lucha.

«Las mujeres son las que impulsan a sus hijos y maridos a la lucha. Muchas mandan a sus hijas jóvenes para que aprendan a leer y escribir en el EZLN, lo cual es un salto cultural muy grande. Las que no aguantaban en las montañas como insurgentes regresaban a sus comunidades y enseñaban y difundían todo lo que habían aprendido. Además, durante su estancia habían podido ver otra forma de relacionarse los sexos».

Nuevo respeto

En el pueblo zapatista que visitamos, Ricardo, el soldado veterano del EZLN, describió los cambios que han experimentado las mujeres en los territorios controlados por los zapatistas: «Nuestra justicia es diferente. Los soldados zapatistas no pueden hacer lo que quieran no más. Hay castigos. Si alguien viola a una mujer, el ejército zapatista le mata con un tiro a quien lo hizo. Las mujeres necesitan tener sus derechos también. Todavía no hay un cambio total en nuestros áreas, pero hay algunos cambios.

«Una gran diferencia aquí en nuestro área es que las mujeres hacen labor colectiva, tienen cooperativas. Y las mujeres tienen el respeto de los hombres. Antes no, antes hicimos lo que queríamos. La religión católica controló un poco cuando entró pero aun así las mujeres no tenían respeto. Y cuando nuestros padres trabajaban en las fincas, las mujeres se levantaban a las 3 de la mañana para hacer el tostado para el patrón, a moler sal con piedras. Ya no tienen que hacer esas cosas. Las mujeres están en el ejército zapatista. Son comandantes en nuestro ejército y los hombres tienen que respetarles y obedecerles. En algunos de nuestros áreas ha empezado ya el cuidado colectivo de los niños».

Ricardo citaba constantemente la Ley Revolucionaria de Mujeres. La ley se publicó por primera vez en El Despertador, el periódico del EZLN, que fue distribuido durante el levantamiento. La ley la elaboraron mujeres zapatistas que recorrieron toda la región para hablar de la opresión de la mujer con las campesinas. Uno de sus primeros principios es que garantiza a la mujer el derecho a participar plenamente en la lucha «en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen». También garantiza a las mujeres el derecho a trabajar y recibir un salario justo, el derecho a decidir por cuenta propia cuántos hijos tener, el derecho a participar en los asuntos de la comunidad y a tener cargo, el derecho a

recibir atención primaria a su salud y alimentación, el derecho a una educación, el derecho a escoger su esposo y a no tener que casarse por la fuerza. La ley prohíbe el maltrato físico de las mujeres y dicta severos castigos para los violadores.

Dentro del EZLN, a la mujer también se le garantiza el derecho a hacerse un aborto y a que se lo practique un médico o médica en la mejor clínica disponible. Por último, la ley garantiza a la mujer el derecho a ocupar posiciones de dirección y a tener grado de oficial en las fuerzas armadas revolucionarias, y declara que las mujeres tienen todos los derechos y responsabilidades detallados en las otras leyes y reglamentos revolucionarios.

Pero las mujeres del EZLN son las primeras en decir que se requirió mucha lucha interna en el movimiento para conquistar esos derechos.

Ana María habla de esto en la entrevista: «En nuestra organización existe el respeto, sobretodo entre los combatientes. Todavía en las comunidades existe esa ideología y se da el maltrato, pero en nuestras filas existe mucha igualdad. El trabajo que hace el hombre puede hacerlo la mujer, el estudio que reciben es igual, el grado o responsabilidad que pueda alcanzar también. Por ejemplo yo tengo el grado de Mayor Insurgente de Infantería. Mando un batallón de combatientes, los dirijo en la lucha, en los combates y sé que puedo mover a esa gente. Así lo fue para la toma de San Cristóbal.

«Los hombres no están acostumbrados a ver que las mujeres participen en la vida pública….. Nosotros les exigimos a los compañeros de los pueblos que las mujeres también tenían que organizarse, representar algo, hacer algo, no solo los hombres. Porque siempre que llegábamos a las comunidades había solo puros hombres en la reunión, en los círculos de estudio que hacíamos. Trabajamos mucho para que la mujer se levantara y tuviera oportunidad de algo; ellas mismas lo pedían: `si los hombres van a estudiar o a aprender cosas ¨por qué nosotras no? También queremos entrenarnos, queremos aprender algo. Además, tenemos compañeras que son insurgentes y están demostrando que sí pueden, sí podemos las mujeres; dennos oportunidad’. Así fueron entrando muchas milicianas.

«Las milicianas también son combatientes, solo que viven en sus pueblos y nomás cuando les toca combatir van a combatir, les toca recibir entrenamiento, van y se entrenan. Y nuestro trabajo como insurgentes es estar todo el tiempo trabajando por el pueblo, nos distribuimos para ir a las comunidades a enseñar tácticas de combate, un poco de política, un poco de educación escolar para que la gente aprenda a defenderse y a hablar, cosas que antes no existían para las mujeres.

«Pedimos derecho a la educación porque en los pueblos y comunidades indígenas para la mujer no hay nada. Yo aprendí a hablar un poco dentro de la misma lucha, en el EZLN, pero cuando llegué solo hablaba tzotzil. Se pide una escuela especial de mujeres donde puedan superarse, estudiar, aunque ya sean mayores, aprender a leer y a escribir. También hospitales de partos, porque hasta ahora el parto se alivia en la casa, echan al niño en la tierra, en el polvo, y le cortan el cordón con un machete, el mismo machete que usa el hombre para el trabajo en el campo. No hay condiciones para que no se enferme el niño ni para atender bien a la mujer. Se piden ginecólogos, allá no conocen qué es un ginecólogo; también se piden talleres, máquinas para facilitar los trabajos de artesanías, los bordados los hacen a pura mano, y establecer un mercado donde vender.

«Muy jovencitas se casan, a los 13, 14 años, muchas veces a la fuerza. Por eso en la Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN aparece el derecho a elegir libremente la pareja, que no sea obligada…»

En muchas comunidades si a un muchacho le gusta una muchacha no le pregunta a la muchacha si le gusta, sino que va directamente con el papá y le piden. Lleva su litro de aguardiente y dice quiero tu hija. Cuando se entera, es que la muchacha está vendida (el promedio de la dote nupcial en esta región es de 2000 nuevos pesos). El papá recibe a cambio aguardiente o comida. Las obligan por la fuerza. Muchas mujeres van llorando a casa del novio o al altar, porque no quieren, no les gusta pues. No existe eso de tener novio o estar de novios como en la ciudad, es un pecado hacer eso; es la costumbre».

Injusticias con la tierra

Los comentarios de las mujeres zapatistas sobre la situación de la mujer en el campo me hicieron recordar una conversación que tuve con un joven a quien sacaron de la cárcel los zapatistas. Me explicó que no tenía tierra aunque vivía en un ejido porque su padre murió antes de que él naciera y su madre no tenía derecho a conservar la tierra por ser mujer sin hijos varones. Por lo tanto, ella no tenía casa ni comida.

El EZLN afirma que el cambio a las leyes agrarias del gobierno (especialmente las reformas ejidales y las otras enmiendas al Artículo 27 de la Constitución) fue uno de los hechos que más radicalizó a los campesinos de Chiapas y los llevó a apoyar la lucha armada. Esos cambios tienen un efecto especialmente negativo para las mujeres, por ejemplo, el hecho de que ahora los individuos podrán vender sus tierras ejidales. Los hombres, fungiendo como cabeza de familia, ahora pueden decidir unilateralmente que van a vender lo que hasta ahora solo se podía heredar del padre a los hijos. El único derecho que la mujer tiene es ser la primera en comprar la tierra que su marido decida vender: un derecho que da risa.

En las naciones oprimidas por el imperialismo, darle una solución revolucionaria al problema de la tierra es esencial para zafarse de las garras del imperialismo. Desde una perspectiva maoísta, una parte crucial de la solución revolucionaria al problema de la tierra (y de la eliminación de la opresión de la mujer en el campo) es garantizar el derecho de «la tierra para quien la trabaja», tanto hombres como mujeres; es decir, la mujer debe tener derecho a poseer tierras.

En la primera fase de la revolución de nueva democracia, «la tierra para quien la trabaja» (no para la familia, sino para cada persona) es una medida crucial para desbaratar el viejo sistema de propiedad de la tierra. No es la meta de la revolución, pero es una parte importante del proceso. Si no se destruyen así las viejas tradiciones precapitalistas, los campesinos no pueden crear nuevos métodos cooperativos de agricultura paso a paso, y las viejas relaciones de dominación masculina y desigualdad entre ricos y pobres perdurarán con nuevas fachadas «colectivas».

En Chiapas y en todo el campo mexicano este asunto será central. Una mujer que trabaja con mujeres indígenas en zonas remotas de Chiapas me contó cómo es la situación de la mujer y la propiedad de la tierra en el sistema ejidal: «El jefe de familia, el hombre, es el dueño de la tierra. La mujer no tiene derecho, a no ser que sea por medio de su hijo, esposo o padre. Así que cuando la mujer se casa, la relación es como de compraventa porque los padres reciben obsequios a cambio de la novia. Les dan obsequios, aguardiente, y después de todo eso la pareja hace su compromiso y la mujer pasa de la tutela de su padre a la de su esposo. Después el esposo va a vivir uno o dos años con la familia de la esposa y trabaje para el padre de ella. Es una forma de pagarle. Por eso es una especie de relación de compraventa. A veces pagan 1000 ó 2000 pesos para casarse.

«Si la mujer enviuda y quiere casarse otra vez, pierde todo derecho a la tierra. ¨Por qué? Porque pasa a manos del hijo mayor. Toda la tierra le pertenece al hijo. Ahora mismo unos consejos rurales, consejos asesores, están considerando una propuesta sobre el derecho de la mujer a tener tierra. Sería a nivel de propiedad familiar. Pero por ahora el padre es el que tiene el derecho. La viuda no tiene ninguna clase de apoyo.

«Si el esposo muere y la mujer se queda con los hijos, se puede quedar con la tierra. La tierra puede ser suya o de los hijos, según la comunidad. En algunas comunidades las viudas tienen derecho a la tierra, y en otras son los hijos».

A la fecha, el EZLN no se ha pronunciado sobre la cuestión de la propiedad de la tierra para las mujeres. Su Ley Revolucionaria Agraria contempla expropiar la tierra de los grandes terratenientes y redistribuirla siguiendo los modelos actuales de tierras ejidales y tierras comunales. Esto es diferente a lo que propone la consigna de «la tierra para quien la trabaja» de la revolución de nueva democracia y no contempla que las mujeres tengan tierras.

Esto es un punto de lucha. Una mujer del ejército zapatista explicó su deseo de que el EZLN tome una firme posición en esto: «Hombres y mujeres luchamos por la tierra. Esta es nuestra principal demanda porque sin la tierra el campesino no puede vivir… Las leyes del gobierno no reconocen el derecho de la mujer a ser dueña de la tierra, pero dentro de nuestras leyes queremos que se apruebe este derecho. Pero queremos una tierra buena, no como la que hay ahora todo pedregal, donde no hay manera de cultivar nada».

Pero incluso las mujeres del EZLN no tienen una clara concepción de que se debe demandar la propiedad de la tierra para las mujeres viudas y solteras. Como en muchos otros aspectos de la línea y práctica de la nueva insurgencia, parece que este problema surge de que su programa no contempla la destrucción total del viejo orden.

Retén

Las nubes oscurecían el sol matinal y lloviznaba. La neblina pendía sobre el bosque. Una hilera de grandes pavos negros se acurrucaba en su percha. Un grupo de hombres montados a caballo llegó al pueblo, causó un furor momentáneo y luego desapareció entre los árboles. En los pequeños hornos de barro frente a las casitas, ya se horneaba pan. Cuesta abajo, una media docena de grandes ollas para hacer piloncillo estaban bocabajo en el polvo. Caminamos por el pueblo un rato y nos sentamos en una pequeña colina para mirar lo que estaba pasando.

Diez minutos más tarde pasó por ahí un joven del pueblo de unos 15 ó 16 años. Nos conocimos antes en el retén donde hacía guardia varios días de la semana. Regresaba al retén y se detuvo para platicar un momento. Era tímido y le costaba muchos trabajo hablar de la lucha y de por qué se unió. Pero cuando se animó, nos dio una explicación breve y poderosa: «Yo soy profesional de guerra. Sí, ser profesional de guerra fue una decisión muy grande. Pero tenía que hacerlo, fue una necesidad. Estamos peleando para cambiar muchas cosas. A los zapatistas no nos da miedo morir. Sí, es mejor vivir y ganar la lucha. Pero a nuestra gente no nos da miedo morir porque es para acabar con todos los patrones, pa’ que no hayan reyes del mundo».

Cuando cargamos nuestro equipo y nos subimos al camión para emprender el largo viaje de regreso a la ciudad, el joven estaba en su puesto. Un grupo del pueblo llegó para despedirnos. Una tijera (un hermoso pájaro que tiene ese nombre por el contorno de su cola) sobrevoló casi a ras de las cabezas. Cuando nos alejábamos del retén y del territorio zapatista, un caballo suelto galopaba a lo largo del camino.

Al llegar a San Cristóbal, nos enteramos de que el ejército mandó más soldados y equipo militar. Por todas partes oímos rumores de una ofensiva de gran envergadura contra los zapatistas. Muchos se preguntaban si el EZLN iba a continuar las consultas en los pueblitos como parte del proceso de negociaciones con el gobierno. Hablando con diferentes gentes sobre las negociaciones, las elecciones y la necesidad de una solución revolucionaria en México, recordé la imagen del joven serio y orgulloso en el retén. Recordé su cara llena de esperanza y la alegría que se veía en sus ojos cuando habló de la lucha y el futuro que quería forjar. Todo eso contrastaba con la dirección de las negociaciones. A lo largo de este año, mis dudas sobre el programa de los zapatistas se han profundizado. Pero recordando estas historias de los campesinos de Chiapas, no me cabe duda de que existe un enorme potencial para una lucha revolucionaria total en México.

Examinando mis apuntes, encontré el casquillo de una bala que me dio un joven campesino. Dándole vueltas en la mano, vi con los ojos del recuerdo a ese joven parado en el retén, listo para la guerra.

Fuente: Este artículo fue publicado en diciembre de 1994, en inglés y español, en Revolutionary Worker Online http://rwor.org
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El Ejército Zapatista y la emancipación de las mujeres chiapanecas

Mercedes Olivera

Ponencia presentada en el Foro Regional “Una Mirada Feminista a la Participación de las Mujeres en los Conflictos Armados en Centroamérica y Chiapas” San Salvador, 5 al 8 de diciembre de 1995

1. ¿Es feminista el EZLN?

El 1 de enero de 1994 ocurrieron dos hechos significativos para nuestra Historia Nacional: por una parte, el gobierno de tecnócratas neoliberales, firmó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá anunciando con bombos y platillos nuestro ingreso al mundo del “bienestar y del desarrollo”. Ahora a nadie le cabe la menor duda que ingresamos más bien al estado de la desgracia generalizado como dice González Casanova, pues el Tratado, en beneficio del capital financiero transnacional y de unos cuantos magnates corruptos mexicanos, legalizó el despojo de nuestras riquezas y soberanía nacional, provocó el desmantelamiento de nuestra infraestructura de producción, aceleró la privatización de los servicios y empresas estatales, colocó a México en el precipicio de la crisis económica más profunda que ha tenido el país, amplió los márgenes de la pobreza y de la pobreza extrema y convirtió al país en una neocolonia, esclava y sierva del capital financiero internacional, renovando y transnacionalizando también el implacable carácter patriarcal, impositivo y autoritario, del sistema económico y social.

Por otro lado, el EZLN hace su primera acción pública tomando 4 cabeceras municipales de Chiapas dando a conocer en la Primera Declaración de la Selva sus objetivos de democracia y paz con justicia y dignidad. Pone al descubierto nacional e internacionalmente la verdadera cara de México y sobre todo el estado de miseria, pobreza, abandono y discriminación en que han vivido los indígenas de Chiapas. Responsabiliza al gobierno de ser el promotor principal de la injusticia, pide que desaparezca el PRI y renuncie Salinas. Deja claro el carácter nacional de sus demandas y la necesidad de que la sociedad civil luche junto a los zapatistas. Ese día entre la sorpresa y el asombro nace una esperanza de cambio desde el “México Profundo” que todos y todas llevamos dentro.

La esperanza nació en hombres y mujeres: sin embargo, las mujeres aparecíamos nuevamente subsumidas en las categorías que nos hacen invisibles: mexicanos, pueblo, sociedad civil… tampoco era claro si el EZ cuestionaba el carácter patriarcal del sistema y si la democracia económica, política y social que proponen incluye la igualdad entre los géneros.

Las dudas se fueron convirtiendo en un debate. Algunas feministas partiendo de que “la guerra es la lucha sangrienta por el poder patriarcal, a través de la muerte propia y ajena”, plantean que el EZLN está negando en su propia naturaleza y funcionamiento cualquier posición feminista. La guerra entre los zapatistas y el gobierno federal, dicen, como todas las guerras de nuestra era, se produce y reproduce inmersa en las estructuras y valores patriarcales que nos despojan de nuestra identidad de sujeto, de nuestros recursos y de nuestra voz. “El hecho de que haya mujeres guerrilleras y mujeres soldadas no cambia la demente ética de la guerra, sino que además implica incorporarlas a las instituciones vertebrales del dominio, la fuerza y la mente” (Bedregal, 1994, p.54).

Es cierto que si no se desconstruye el sistema patriarcal desde sus raíces económicas, políticas y sociales, si no se le despoja sus características neoliberales de explotación, segregación y deshumana enajenación, se corre el riesgo de estar luchando por el poder del poderoso, sin modificar la organización de las relaciones de poder, ni las condiciones en que estas se gestan en todas las dimensiones de la vida privada y pública (Maier, 1994, p. 69).

Muchos hombres y mujeres se sienten identificados con los planteamientos zapatistas, otras y otros no se sienten representados en sus demandas. Los ganaderos, finqueros y priistas son los enemigos principales del zapatismo. Tampoco muchas feministas están con el zapatismo, sus dudas y críticas no han sido resueltas totalmente a pesar de que cada vez aparecen nuevos signos favorables a la lucha de las mujeres.

En estas notas queremos ver desde un acercamiento a la realidad concreta de las mujeres en el movimiento zapatista, cuáles han sido los efectos de la guerra, hacia dónde se orientan sus planteamientos y su práctica, si la práctica es consecuente con los planteamientos, si hay avances o si efectivamente nada podemos esperar, aportar y construir las mujeres dentro de la dinámica zapatista.

2. Planteamientos diferentes a los de los movimientos revolucionarios de las dos últimas décadas

Como se dice en la presentación de este foro “La extrema pobreza de los sectores populares y la carencia de espacios para la expresión de la disidencia política han gestado los proyectos político-militares que han surgido en Centroamérica y México en las dos últimas décadas”. Los hermanan las fuentes teóricas de sus estrategias: el marxismo, la teología de la liberación y el guevarismo y, en el caso de Guatemala y Chiapas también los identifica el predominio de los indígenas en su composición y la necesidad de resolver la discriminación cultural de que son objeto. En todos los casos se plantea la desestructuración del Estado burgués y la transformación de su funcionamiento incorporando al pueblo en la toma de decisiones, así como la democratización de la producción, el poder y los recursos. Es cierto también que se han enfatizado los problemas económicos y políticos de las relaciones humanas de clase y etnia, desestimando las desigualdades entre hombres y mujeres, aunque cada vez el número de mujeres que se incorporaron a los movimientos armados ha sido creciente, el EZ tiene el 30% de mujeres en sus filas.

No obstante estas similitudes, en el caso del EZLN, tal vez por haber tenido la posibilidad de incorporar positivamente algunas de las experiencias de las guerras centroamericanas, se hacen algunos planteamientos diferentes que es preciso tomar en cuenta para el análisis que nos ocupa.

El EZLN se estructura desde un principio como ejército, buscando acumular la fuerza necesaria para enfrentarse con el Ejército Federal y tener la posibilidad de desdoblarse en unidades guerrilleras cuando sea necesario. Esto va ligado a que no plantea la toma del poder por las armas, sino a través de una amplia movilización de la sociedad civil que sea capaz de eliminar el gobierno priista, establecer un gobierno de transición que elabore una nueva Constitución con la participación del pueblo, en la que se plantee un nuevo funcionamiento del Estado con un gobierno que “mande obedeciendo” y una estructura política que tome en cuenta las diferencias culturales, la participación de toda la población en la toma de decisiones y oriente la economía a la solución de los urgentes problemas del pueblo.

El planteamiento zapatista prioriza la vía política sobre la militar; “que en vez de que hable el fuego del fusil, hable la palabra del corazón de los hombres verdaderos que forman nuestro ejército”… (informe de Marcos, 21/2/94), las armas serán necesarias sólo para garantizar los espacios y avance de la lucha popular. Esto plantea el reto de construir un foro de participación nacional, diferente a los partidos, que permita el flujo de las decisiones de abajo arriba y dé realmente voz y poder a los que nunca lo han tenido. Se trata no de tomar el poder sino de construir una nueva forma de estructura y funcionamiento del poder que garantice “la democracia y la paz con justicia y dignidad”. Este planteamiento, implica -aunque no lo verbalicen así los y las dirigentes del EZLN- el rompimiento del verticalismo y el autoritarismo centralista y presidencialista que ha caracterizado a los gobiernos de México desde hace más de 50 años y que nosotras identificamos como una característica patriarcal fundamental en el funcionamiento y reproducción del sistema actual.

Así mismo, no un programa rígido y preestablecido de gobierno, sino se trata de que se vaya construyendo a medida que los diferentes sectores se van incorporando a la lucha, se trata de que cada grupo, sector, región, se organice, luche por sus propias reivindicaciones y haga sus propuestas a fin de que la construcción del proyecto político se convierta en la primera plataforma de participación popular. Entre esos grupos estamos las mujeres, a quien se ha hecho un llamado preferencial, tanto a través de los comunicados y la convocatoria a la Convención Nacional de Aguascalientes, en la selva zapatista, como en los espacios abiertos a través del diálogo con el gobierno. De las 4 mesas de negociación acordadas, una es especial para las mujeres, pero también en la primera mesa dedicada a los problemas y cultura de los indígenas de Chiapas ha habido un grupo para tratar específicamente los problemas y derechos de las mujeres indígenas, no sólo de Chiapas sino de todo el país. En el propio funcionamiento del Ejército Zapatista se han incluido las leyes revolucionarias de las mujeres que aparecen por primera vez en las normas internas de un movimiento revolucionario.

Estos espacios para las mujeres y los planteamientos que se han hecho desde ellos, se analizarán más adelante, ahora sólo los mencionamos entre las diferencias entre el EZLN y otros movimientos revolucionarios.

Aquí es importante señalar otra diferencia, la negociación no se realiza como un paso para terminar la guerra; sino al contrario, es el inicio de un espacio de participación popular y movilización en torno a los problemas más urgentes de resolver en la sociedad. Hasta ahora están aprobadas cuatro mesas de diálogo, la primera que se realiza en la actualidad dedicada a los indígenas, la segunda versará sobre la democracia y la participación política; en la tercera se abordarán los problemas de justicia y en la cuarta, como ya se planteó, los problemas de las mujeres. La implementación de los acuerdos a que se llegue en cada mesa será un avance, pero como en otros casos es probable que no se implementen, pero la concientización, movilización y organización en torno a ellos será un avance real para la lucha popular. La actitud del gobierno en el diálogo ha sido de resistencia a los planteamientos populares, pero finalmente se han llegado a consensos que después de ser aprobados formalmente por las partes en conflicto se pondrán en la práctica si se refieren a asuntos de Chiapas y se turnarán a instancias de diálogo nacional cuando rebasen el ámbito estatal.

En la primera mesa han participado como asesores del EZ intelectuales de primera línea y representantes de las organizaciones indígenas y campesinas del país como invitados tanto del EZ como del gobierno. Es interesante señalar que en el proceso los indígenas invitados de una y otra parte se han puesto de acuerdo entre sí, aislando los planteamientos del gobierno. El saldo positivo más importante ha sido el diálogo entre los propios indígenas, el fortalecimiento de sus relaciones y organización y la construcción de propuestas y alternativas concretas por las que van a seguir luchando. Esto significa que la construcción de un nuevo funcionamiento social se va a ir construyendo en la práctica como parte del proceso revolucionario y que el EZ ha dado mucha importancia a la construcción de los espacios de participación popular y a la acumulación de su fuerza política.

Para la construcción de esos espacios se han aprovechado muy hábilmente las posiciones vulnerables y contradicciones del gobierno tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Por ejemplo, el primero de enero de 1994 el ejército federal pudo haber reprimido y derrotado al ejército zapatista fácilmente si tomamos en cuenta la superioridad de sus armas, entrenamiento y poder; sin embargo se inclinó por la vía política debido a la masacre que hubiera acarreado el rompimiento del Tratado de Libre Comercio, la solidaridad nacional e internacional, por otra parte, presionaron para que se detuvieran los ataques del ejército federal. Otro ejemplo se da en el momento actual, el gobierno, de pronto, acepta dialogar, se avanza y se llega a la etapa de negociación debido en buena parte, a las presiones de Estados Unidos que han condicionado los préstamos que México necesita para evitar el derrumbe económico total, en las discusiones la parte del EZ además de haber aprovechado el espacio para fortalecer y agrandar sus bases, ha mantenido la iniciativa política.

Otro elemento diferente, que no queremos dejar de mencionar es que el EZ ha recuperado la forma coloquial y directa de comunicación con el pueblo, que ha roto la rispidez de los partes de guerra y los comunicados militares clásicos, recuperando, además, el sentido humano de las luchas populares y la posibilidad de oír las quejas y problemas que se le plantean.

Apenas se inicia la guerra de México, los costos humanos para el pueblo hasta ahora han sido menores que en las guerras de Centroamérica, pero no menos dolorosos y crueles. Ni los planteamientos diferentes, ni los logros y avances garantizan el triunfo de la soberanía y la democracia sobre la ambición neoliberal de someter al mundo; tal vez los y las zapatistas y todos los que queremos detener el salvaje darwinismo del neoliberalismo y resolver los problemas de subsistencia y desigualdad en México, estemos inaugurando este fin de milenio una nueva etapa de luchas en América Latina, en donde la derrota del sistema patriarcal y la igualdad de género en lo personal y en lo social tendrán que ser parte de los principios que normen el nuevo pacto entre los países y las personas.

3. El EZLN y las mujeres zapatistas

Las mujeres que están integradas en todos los niveles del Ejército y del Movimiento zapatistas, conforman la tercera parte de su fuerza armada y la mitad o más de las bases de apoyo zapatista. Una mujer, la mayor Ana María, responsable de una de las regiones, dirigió la toma de la Cd. de San Cristóbal el 1º de enero. Ramona, Susana y Trini son comandantas del CCRI-CG (Comité Clandestino Revolucionario Indígena) que han estado junto con otras y otros miembros del EZLN en los diálogos con el gobierno en representación de las mujeres zapatistas, de las mujeres indias y las mujeres de todo México.

En la Comandancia General las mujeres representan entre el 10 y el 15%. Pero más allá de su proporción con relación a los hombres y de su grado militar, es importante que la presencia de las mujeres en el EZLN ha legitimado a nivel de las comunidades, la participación de las indígenas en la vida pública, rompiendo las normas tradicionales que las subordinan a las labores de la casa, les prohiben cualquier participación fuera de ella, que no sea a través de un hombre de la familia y hasta les prohiben hablar con los varones que no son de la familia o con cualquier persona ajena a la comunidad. Antes los hombres les decían -Calláte vos mujer, caso sós hombre; ahora es diferente, pocos son los que niegan a las mujeres el derecho de estar en las asambleas, en las marchas, en los cinturones de paz, en las tomas de carreteras o en las filas del EZ.

Fuente: Revista Realitat nº 52. 1997

 

 

Testimonios zapatistas
Las mujeres indígenas ante la presencia militar en Chiapas

Iván Rincón Espríu

Dispersos en el país para promover su reciente consulta nacional, algunos delegados zapatistas coincidieron con los entrevistados en sus propias comunidades, al explicar por qué les afecta en especial a las mujeres indígenas la ocupación militar de la Selva Lacandona, Los Altos de Chiapas y la llamada zona norte, principalmente.

El testimonio colectivo de la forma cotidiana en que se traduce para los campesinos la presencia militar en sus regiones, puede resumirse así:

«Ya estamos cansados de ver al ejército en los caminos, en los arroyos, en nuestros terrenos, cuando salimos a buscar algo qué comer ahí nos andan tapando, nos preguntan a dónde vamos, a qué hora regresamos, qué vamos a hacer y de dónde somos, si llevamos un poco de alimento a nuestra milpa nos preguntan en dónde lo vamos a dejar, al pasar por los retenes militares nos revisan y nos hacen preguntas, no podemos andar de noche porque nos detienen y todo nos preguntan otra vez, siendo que somos los dueños de nuestro lugar, somos chiapanecos y de todos modos tenemos que salir a trabajar, pero ahí nos andan chingando siempre».

En las comunidades zapatistas, «no tan fácil les faltan el respeto a las compañeras», como en las comunidades priistas, donde tanto casadas como solteras les venden cosas que compran en la cabecera municipal (cigarrillos y rastrillos, por ejemplo) y algunas también sus cuerpos a los militares, les hacen de comer, lavan sus ropas, y ellos, cuando no las prostituyen, engañan a las más jóvenes y las dejan con hijos, «les dicen que no tienen mujer, pero claro que tienen, porque a donde quiera los mandan como soldados, aunque sean casados; luego los cambean a otras partes y las mujeres ahí se quedan; a veces ellos les dicen que se trasladen a donde los manden, que por allá se van a encontrar, es la palabra que les dejan dicha, pero las chamacas no pueden llegar a donde ellos se van».

Las mujeres zapatistas, al no aceptar ninguna relación con los militares, son objeto de un constante hostigamiento y acoso, y tampoco pueden ver a las priistas que se involucran con ellos y les informan quiénes son zapatistas, incluso de otras comunidades, por considerar que tanto estas mujeres como las prostitutas «de las ciudades» son un mal ejemplo para sus hijos y que hasta hoy «el ejército sigue recabando información, porque mucha gente se le acerca y ya sabe pues en donde somos zapatistas y en dónde no».

En las comunidades que padecen la cercanía de un destacamento militar, dijeron las entrevistadas, «como mujeres nos levantamos a las cuatro o cinco de la mañana y ya vemos al ejército parado atrás de nuestra casa, como rondando, y cuando vamos por agua temprano ya está en el arroyo también», situación que las hace sentir acosadas; tampoco pueden bañarse libremente en los ríos sin que por lo menos las observen; «ya no puede una estar, ya no puede una salir, porque pasan los soldados y, cuando nos ven, se paran, nos hacen señas, nos chiflan y nos llaman, ahí andan violando a las chamacas y hasta a las señoras violan allá», denunció una delegada zapatista de la llamada zona norte.

En Tila, municipio fronterizo con el estado de Tabasco, en la zona chol, la comunidad de Limar es considerada como un bastión de los paramilitares priistas desde que instalaron ahí sus campamentos el ejército federal y la seguridad pública, con quienes los pobladores tienen ahora una relación conflictiva: según los testimonios zapatistas de esta región, en unos casos, «los hombres dejan solas a las mujeres en sus casas para que los soldados entren a dormirse con ellas»; en otros casos, los militares «dicen que van por alimento, pero de tanta confianza que tienen, empiezan el relajo de amistad y de ahí le faltan el respeto a las hijas y hasta a las mujeres de los campesinos, y si el hombre no quiere, pues con el arma lo asustan ¿y qué puede hacer pues?, ya no puede decir nada y ahí se humilla»; muchas mujeres ahora tienen hijos del ejército y de la seguridad pública, y por eso los hombres ya no quieren ahí a los uniformados, «pero qué le van a hacer, si ellos mismos los llamaron».

En el ejido San Quintín y Nueva Providencia, comunidades de la selva en el municipio de Ocosingo, aun siendo priistas, sus pobladores han entrado también en conflicto con los militares. En San Quintín, donde tiene lugar desde febrero de 1995 una gran base militar, los soldados, «para tener confianza con las mujeres, les ayudan en su trabajo y, cuando el marido sale, ahí van a platicar, les ofrecen dinero y como ellas no lo conocen, las van acostumbrando; también llegan muchas prostitutas y entonces las muchachas aprenden a ganar dinero como ellas; algunas han tenido hijos con los militares y ahí se quedaron», aunque otras se fueron a donde las tienen ellos ahora como sus esposas.

En un ambiente de cantinas, desde los trece o catorce años, las muchachas dejan de usar su indumentaria tzeltal y se arreglan de manera que atraiga la atención de los soldados, con quienes hasta principios del año pasado las mujeres del ejido habían tenido ya 17 hijos, como se sabía con precisión en otras comunidades.

En Nueva Providencia, en cambio, «tiene como un año que salió el ejército, porque un día llegó el marido, encontró a su mujer con el soldado y casi lo mata, lo quería machetear, se organizó la comunidad y sacó a los militares, pero ya habían chingado a muchas mujeres, pues varios niños ahora están naciendo sin ser hijos del marido y algunos hasta se divorcian por ver esas cosas; como ahí todos son priistas, ellos mismos llamaron al ejército, pero luego hubo el problema de que los militares destruyen a las familias».

Aunque algunos pobladores de San Quintín defienden todavía la presencia militar ahí, la mayoría ya no quiere tanto alcoholismo y drogadicción como ha llevado el ejército federal», porque todos los sábados y domingos en la noche son puros pleitos, cuando los jóvenes ya están borrachos y drogados, se pelean con garrotes, a pedradas y hay golpeados graves, peor si nos conocen como zapatistas cuando entramos»; esos jóvenes, «como se emborrachan y fuman marihuana, ya agarran sin miedo a las muchachas; antes las prostitutas se paseaban de noche por las calles con los militares, y los jóvenes querían chingar también, pero como no tienen dinero, se organizaban de diez a quince para golpear al soldado y quitarle a la mujer; ahora ya no hace así el ejército porque tiene miedo de que se encuentren en las calles, pero los jóvenes siguen chingando con las mujeres de la comunidad y las que llegan de las ciudades, porque ya agarraron el vicio y la maña de cómo chingarlas».

La prostitución que hace más de cuatro años comenzó a llevar el ejército federal a sus posiciones en la selva, principalmente, ahora llega también por cuenta propia y aumenta entre las mujeres de algunas comunidades que ven en este oficio, con el ejemplo de las que llegan a ejercerlo de otros lugares y la proposición de los soldados, una manera de superar su pobreza extrema; en las cañadas tzeltales, por ejemplo, sus pobladores calculan que hasta el momento se habrán hecho prostitutas unas cuatro muchachas de cada ejido o ranchería que tenga en común la cercanía de un destacamento militar, mientras que las «pintaditas», como llaman los indígenas a las prostitutas «de las ciudades», siguen llegando hasta las cañadas y el valle de San Quintín desde las propias cabeceras municipales y otros municipios de Chiapas o estados como Tabasco, Veracruz, Campeche y Yucatán.

Desde que se instalaron en febrero de 1995 los campamentos del ejército federal en Avellanal, El Jordán y La Península, de la misma cañada, se prostituyen ahí mujeres que llegan de otros lugares y ahora también algunas que viven en las rancherías más próximas, como el Nuevo Poblado San Jacinto, de donde son por lo menos siete de las jóvenes indígenas que se prostituyen en El Jordán; la comunidad de Santo Tomás, en el ejido de Avellanal, por su parte, acordó a principios del año pasado enviar a la cabecera municipal de Ocosingo a tres o cuatro jóvenes de catorce a quince años que se hicieron prostitutas con los soldados, para que otras muchachas de la misma edad no siguieran su ejemplo.

Durante más de cuatro años, desde febrero de 1995 hasta la fecha, la presencia militar ha propiciado un nivel de alcoholismo alarmante en algunas comunidades, además del que se desarrolla desde siempre en las cabeceras municipales, donde los campesinos beben cerveza y aguardiente de caña en plena calle, pero, generalmente desnutridos, no necesitan demasiado para emborracharse; en las comunidades donde los zapatistas acordaban con otros pobladores meter a la cárcel o multar a quienes introdujeran alcohol para vender o consumir, ahora esta prohibición es prácticamente imposible, pues los soldados escoltan a quienes transportan la bebida o la transportan ellos mismos en sus vehículos, para que los retenes civiles que instalan a veces las organizaciones independientes no la decomisen o al menos impidan su entrada; ya en las comunidades, los militares protegen a quienes venden la cerveza y el aguardiente de caña, les compran y también se emborrachan.

El alcoholismo que, junto con la prostitución, ha llevado la presencia militar a la selva y otras regiones indígenas, les afecta especialmente a las mujeres porque los hombres que se emborrachan las golpean y dejan de trabajar durante varios días y hasta semanas a veces, descuidan a sus hijos y les dan un mal ejemplo; de ahí que haya sido sobre todo una demanda femenina la prohibición absoluta del alcohol en algunas comunidades antes de la ocupación militar y que después fuera muchas veces por iniciativa de las mujeres la instalación de retenes civiles en algunas entradas para decomisar la bebida.

Por el alcoholismo hay asaltos en los caminos y robos en las casas, hay pleitos entre las comunidades y divisiones internas, «se pelean esposos y esposas, porque el ejército deja pasar el trago y la cerveza», lo cual ocurre también en las comunidades zapatistas, «pero nosotros siempre buscamos la forma de detenerlo, porque nos está dividiendo y es un mal ejemplo para los niños, que antes estaban más o menos controlados por los padres de familia, pero con el ejército a los que toman ya no les importan sus hijos».

«Los soldados tienen la mala idea de que la gente se trastorne con el alcohol y nos dividamos», dijo una delegada; «a los priistas, como están al lado del gobierno, les dan malos entendimientos de lo que pensamos hacer para que estén en contra de nosotros, aunque seamos pobres iguales; les pagan por parte del gobierno para que nos estén vigilando siempre, porque a veces ellos no se dan cuenta cuando salimos a dónde vamos, los priistas de nuestro alrededor llegan con el ejército a informarlo y el ejército cuida entonces en qué comunidades tales personas salen más seguido; los priistas se avientan luego sobre de nosotros, que por qué estamos en contra del gobierno, que por qué estamos regañando a los soldados, si ellos están para su bienestar, solamente nosotros no lo aceptamos, pero es un cuidado para ellos que esté ahí el ejército, dicen los priistas; así están por el poquito de despensa que les dan, un kilo de azúcar, un kilo de maseca, con eso se conforman y apoyan más al gobierno; el ejército los ha preparado para que así sean y que no demuestre que pelea con nosotros, que peliemos entre nosotros mismos como campesinos que somos».

«Queremos que se retire el ejército de las comunidades porque nos hace mucho daño, queremos que salga porque no estamos acostumbrados a vivir entre soldados, ellos tienen sus cuarteles en las ciudades, Chiapas no es un campamento, las policías y las guardias blancas tampoco nos gusta que estén ahí, queremos ser libres y que no nos estén presionando», parece haber sido el consenso entre los entrevistados.

Fuente: Revista Fem, No. 194, mayo de 1999.

La mujer y la Autonomía Indígena

Hilary Klein. CIEPAC, A.C.
Chiapas al día nº 242. 10 de mayo de 2001

Cuando se habla del movimiento Zapatista, se habla constantemente de una autonomía que el gobierno federal les ha negado con el incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. Y muchos nos preguntamos ¿qué quiere decir autonomía? Este tema ha sido y sigue siendo central en estos meses dentro del contexto del proceso de la paz, y dado que una de las tres señales que está pidiendo el EZLN para regresar al dialogo es la aprobación de los Acuerdos de San Andrés firmados entre el EZLN y el gobierno federal en febrero de 1996, como fruto de la negociación de la Primera Mesa sobre «Derechos y Cultura Indígenas», plasmada en la llamada Ley Cocopa.

Consideramos que la autonomía significa gobernarse; respetar y poder vivir según la cultura y las tradiciones indígenas. Quiere decir construir hoy el mundo que queremos vivir mañana. Para entender esta autonomía es necesario conocer a profundidad el modelo Zapatista y la realidad que viven sus comunidades bases de apoyo,   ubicándolos en el contexto político. Con esta serie de boletines que se refieren a la autonomía, les invitamos a conocer la realidad de un Municipio Autónomo Zapatista llamado «Francisco Gómez». De cierta manera, las experiencias de este municipio reflejan las de muchas comunidades zapatistas en la zona de conflicto, y en otros aspectos las experiencias son propias a su región. Lo que queremos aportar, tema por tema, es una perspectiva de la autonomía basada en su realidad y ofrecer la oportunidad de escuchar las voces de las mismas comunidades sobre el significado de la autonomía, como se construye y como se vive en las comunidades zapatistas.

“Con la organización [el EZLN], empezó a cambiar la vida de la mujer…”

“Si tenemos ganas, vamos a lograr todo…”

Una parte fundamental de la autonomía es poder controlar nuestra propia vida, ser los dueños de nuestra historia y nuestro destino, y vivir como queremos vivir. Para empezar este proceso, hay que analizar la realidad actual, identificar lo que queremos cambiar y definir el futuro que queremos construir. Las comunidades indígenas han vivido cambios muy profundos en los años que han estado organizándose en el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Las mujeres indígenas son las más marginalizadas. Como dijo la comandanta Ester el 8 de marzo, día internacional de la mujer: «Nosotras tenemos que luchar más porque como indígenas, estamos triplemente despreciadas: como mujer indígena, como mujer, y como mujer pobre». Pero de cierta manera, precisamente por lo mismo, las mujeres de estas comunidades han visto los cambios más drásticos en su vida. Esto no implica que la lucha de las mujeres por el respeto y por un espacio digno se haya acabado. Se entiende que falta mucho para lograr una igualdad y una liberación plena de la mujer indígena, aunque ha ha cambiado mucho ya que es un proceso largo y despacio. Pero un proceso que ya se ha iniciado.

En un taller de capacitación, encargadas de varias tiendas cooperativas de mujeres, hablaban de los cambios que han visto en la vida de la mujer y reflexionaban sobre la participación  de  la  misma.  Mencionaron  varios  cambios,  principalmente  los siguientes: el control de la tierra, el nivel de pobreza, acceso a la salud y la educación, la participación y derechos de la mujer, la ley que prohíbe tomar alcohol en las comunidades Zapatistas, y la formación de colectivos de mujeres. Estas son sus palabras sobre los cambios que han visto:

¿Cómo era la vida de la mujer cuando nuestras abuelas eran jóvenes?

«Antes vivieron con patrón en el rancho y el patrón les manda; tenían que pedir permiso del patrón para trabajar. Las mujeres tenían que mantener a los hijos del patrón. Se levantaban muy temprano, a las 2 o 3 de la mañana para hacer el pozol de su esposo; temprano se iban a lavar, a hacer tortillas. Les pegaban si no hacen rápido la tortilla; les pegaba también su patrón”.

“No había escuela; no saben leer y escribir. No había clínica; como remedios tenían puras plantas”.

“Tomaban mucho los hombres; gastaban el dinero en trago y maltrataban a las mujeres. Las mujeres no tenían tiempo porque el trabajo era muy duro. No tenían molino: molían con pura piedra; no tenían jabón: lavaban con pura ceniza. No participaban las mujeres. Nos decían que la mujer no tiene derechos, que solo el hombre tiene derechos para salir, para participar.»

¿Cómo es la vida de la mujer ahora?

«Estamos más libres; está cambiado porque ya no nos manda el patrón. Las mujeres podemos escoger participar o no participar porque el trabajo no es tan duro y nadie nos manda, pero todavía hay mucho trabajo. Nos levantamos a las 6 ó a veces a las 5 (de la mañana) y trabajamos todo el día: hacer tortilla, traer leña, barrer la casa, lavar ropa, cuidar los niños, mantener el marido, cuidar los animales. Ahora ya molimos con molino, ya lavamos con jabón. Ya reconocemos nuestros derechos; ya participamos más; tenemos asamblea de mujeres. Tenemos colectivo de tienda, de maquinas de coser, y de velas”.

“No todas las mujeres sabemos leer y escribir. Todas queremos saber más: pero ahora ya podemos estudiar. Hay escuela en unas comunidades pero en otras no. Muchas mujeres tenemos dolor de cabeza, hay mucho dolor de barriga. Hay más enfermedad entre las mujeres porque dan familia y eso causa muchas enfermedades. Ahora hay clínica y doctor. Hay un poco de medicina pero no es suficiente. Hay conocimiento pero es poco. Hay mujeres medicas y promotoras, pero pocas. Toman un poco los hombres pero ya no diario; no gastan mucho dinero; no maltratan tanto.»

¿Cómo queremos que sea la vida de la mujer cuando nuestras hijas sean grandes?

«Queremos que las mujeres tengan más libertad, que tengan más tiempo para poder aprender y estudiar. Hay que reconocer que las mujeres también pueden hacer un buen trabajo, por ejemplo de ser maestra o licenciada”.

“Queremos maestros para todos los hijos”. “Queremos doctoras y enfermeras que sean mujeres”.

“Que se levanten a la 8; que tengan máquina para moler”.

“Queremos mas colectivos de mujeres: de pan, de pollos, de hortaliza”.

“Que no tomen los hombres, que no malgasten el dinero, que no maltraten a las mujeres.»

¿Cómo ha cambiado y como podemos lograr el futuro que queremos?

«Empezó la guerra en ’94 y salieron muchos de los patrones. Llegó mucho apoyo de México y de otras naciones. Habíamos buscado el acuerdo que no hay que tomar trago; ya después del ’94 ya se respeta el acuerdo. En la asamblea empezamos a participar, también en la iglesia cada domingo, y en la tienda de mujeres. Así perdemos el miedo y la vergüenza. Hicimos acuerdos entre las mujeres para hacer colectivos. Formamos colectivos y vemos que tenemos fuerza. La tienda cooperativa nos apoya en muchas cosas: podemos comprar la mercancía que queremos; la tienda da préstamos a la comunidad; nos ayuda para solucionar cualquier necesidad; nos apoya en aprender muchas cosas; nos apoya en aprender a participar. Es bonito que la tienda sea un espacio de puras mujeres. Y con la misma ganancia de los colectivos, podemos formar otros colectivos que queremos. Si hay avance en la tienda, podemos comprar una maquina para moler. Hay que buscar acuerdo para formar más colectivos, tener acuerdo en cada comunidad. Podemos apoyar entre nosotras, en las comunidades que ya tienen colectivos, para enseñar a las demás. Hay que nombrar en cada comunidad mujeres para estudiar para ser maestras y promotoras, estudiar también de sacar dientes y de parto. Si tenemos ganas, vamos a lograr todo.»

¿La participación de la mujer?

«Cuando las mujeres no participamos es porque tenemos miedo, tenemos pena, hay vergüenza; somos tímidas y no hablamos en la asamblea; sentimos que no sabemos nada: no sabemos participar, no sabemos ni una letra, no sabemos bien como hablar español, no sabemos si tenemos derechos”.

«Todavía participan muy pocas mujeres porque no tenemos mucha experiencia. Participan más las mujeres cuando están entre puras mujeres”.

«Cuando empezamos a participar ya perdemos el miedo, se pierde la vergüenza. Ya sabemos participar; antes no participamos pero ahora sí, donde quiera podemos participar; aunque sea en asamblea con hombres y mujeres. Porque ahora sabemos que tenemos derechos. Lo miramos bonito cuando las mujeres participan; una mujer que participa mucho tiene buena idea, buena experiencia; participa bien; no le da pena a participar; ya no tiene miedo. Cuando una mujer participa bien, las otras mujeres se animan más.»

Algunas mujeres hablan con más detalle de cómo ha cambiado la vida de la mujer, tocando los mismos temas:

«Con la organización [el EZLN] empezó a cambiar la vida de la mujer y ya no estamos tan maltratadas. Han cambiado las vidas de las mujeres porque ya se terminó de tomar trago. Antes, cuando tomaban, las mujeres vivían más maltratadas; pero ahora ya no. Ahora cuando las mujeres quieren participar en algún trabajo mas o menos les dan permiso”.

«Nos han platicado que antes, cuando había maestros del gobierno, no explicaban bien y los niños tenían miedo del maestro porque les pegaba. Antes muy pocas niñas entraron en la escuela, por eso las ancianas de hoy no saben leer y escribir. Ahora es diferente porque hay maestros comunitarios. Explican bien porque enseñan en su propia lengua. Ahora entran niñas y niños casi igual, entran casi todas las niñas.» (Otelina, encargada de una tienda cooperativa de mujeres)

«Antes no había nada de salud; por ejemplo, Dios me mandó 12 hijos. Ahora las mujeres saben planificar, tienen 2 o 3 o 4 niños. Son varias las mujeres que planifican, otras que ya están operadas porque deciden que ya no quieren tener mas familia. También cambió mucho cuando dejaron de tomar. Antes pegaban mucho a las mujeres. Ya que dejaron un poco de tomar, ya no pegan tanto a las mujeres, ya es más mejor para las mujeres.» (Josefa, encargada de una tienda cooperativa de mujeres)

Son varios factores que han impulsado la participación de la mujer. Lo más importante ha sido el reconocimiento de los derechos de la mujer dentro del zapatismo. Otros factores importantes incluyen el papel de la iglesia católica, la formación de colectivos de mujeres como espacio autónomo de la mujer, y la participación de las mujeres en la defensa de sus comunidades en contra el ejercito federal. Por otro lado, para muchas mujeres, su participación no hubiera sido posible si no fuera por el proceso psicológico que han vivido al nivel personal en torno de los obstáculos históricos. Cuando hablan de su participación como mujeres, hablan de cómo se ha abierto el camino, pero siempre hablan también de coómo ellas mismas han tenido que superar el miedo, la pena y la vergüenza.

«Antes de entrar en la organización no participaban las mujeres. Desde que entran en la organización participan más las mujeres. Oímos que no sólo los hombres tienen derecho a participar, que las mujeres también tienen derechos. La organización dice una cosa, pero a veces la comunidad no lo respeta. Depende en la comunidad, también depende en el hombre. Hay algunos que entienden, hay algunos que no. Ha cambiado porque nos dejan salir, nos dejan participar un poco, aunque sea un poco. Antes ni nos dejan salir. Los hombres han cambiado porque supieron que tenemos derechos también nosotras. Les dijeron que las mujeres también tienen derecho a participar, a salir”.

«Yo empecé a participar en la iglesia, con la palabra de Dios, y después con la organización [el EZLN] en la tienda cooperativa. Ya no me da nada de vergüenza para participar. Me siento bien porque antes sí me dio pena pero ahora ya no. Yo hablo de lo que sea. Otras no, todavía no pueden hablar, especialmente las muchachas; les cuesta todavía, por ejemplo las que entraron también en el trabajo de la tienda. Hay veces que ni quieren contestar su nombre. Pero he visto que se van avanzando, se van quitando la pena, y tienen buena participación después. Es muy bonito: se animan a hablar, a participar, y ya saben bien hacer su trabajo. Cuando se quita la pena y empiezan a hablar, se animan a participar en cualquier trabajo: en la iglesia, en la salud, en la tienda cooperativa.» (Josefa)

«Antes del 94 nunca habíamos visto una mujer participando, o que saliera en otros lugares. En algunas comunidades donde nos atacaron los soldados en ‘95, muchas de las mujeres nos manifestamos, muchas hablamos, nos fuimos organizando contra los soldados. Se animaron las mujeres a participar y defenderse. Después empiezan a entrar en otros trabajos porque tienen mas ánimo ya”.

«Cuando yo empecé a participar fue como promotora de salud. Al principio no participaba casi nada, se siente una muy nerviosa. Pero ya empecé a participar, después se siente una muy grande por haber hablado bastante. Todavía es muy difícil para muchas mujeres empezar a participar, solo algunas que les gusta participar.» (Segunda, promotora de salud)

Los colectivos de mujeres

Los colectivos de mujeres han sido muy importantes por ser un espacio de puras mujeres. Dentro de los colectivos es donde muchas de ellas superan su miedo, su pena, su vergüenza; es donde aprenden sobre sus derechos y empiezan a usar su voz. Además, los colectivos son un trabajo de la comunidad, integrados en la lucha indígena; por eso también han ganado legitimidad para la participación de la mujer en asuntos comunitarios y han comprobado que las mujeres tienen mucho que aportar.

«El primer trabajo era el colectivo de costura. Entre todas nos juntamos para hacer el trabajo. Fue idea de nosotras, queríamos hacerlo para formar algún trabajo más amplio después para ayudarnos pero no pudimos avanzar tanto. Pero ya participando más entre mas mujeres, se empieza a perder el miedo, la vergüenza. Con todas las mujeres que participan juntas, se va perdiendo el miedo. Lo veo bonito porque así podemos participar más.» (Otelina)

«En la tienda sí trabajamos bien como colectivo porque echamos ganas al trabajo. Entramos en curso [de capacitación] para saber cómo vender, cómo ir de compras. Yo no sé leer pero ya puedo vender en la tienda, ya puedo ir a comprar mercancía, ya sé de todo. Nos sentimos bien cuando trabajamos juntas porque estamos cuidando la tienda entre más mujeres. La tienda sí está avanzando porque tiene bastante ganancia. Participan puras mujeres en la tienda. Como es tienda de las mujeres, nos apoyamos entre mujeres, por ejemplo aunque no siempre tenemos la paga, se puede pedir fiado. Hemos pensado que con la ganancia queremos comprar un molino para ayudar a las mujeres, para ayudar a moler su maíz, para no tener tanto trabajo en la casa.» (Josefa)

«El trabajo en colectivo es como vivíamos antes, como vivían nuestros antepasados, porque siempre cuando hacían un trabajo se toman en cuenta todos. Ya se había perdido la forma colectiva de trabajar. La gente trabajaba pero individual, cada quien. Por ejemplo, cuando alguien se enferma, no tiene como ayudarse. Por ese motivo empezaron a ver si se podía hacer algo; empezaron a ver que hay muchas formas de soluciones, si la gente está de acuerdo. Cuando se empieza a trabajar en colectivos otra vez, es a través de la organización [el EZLN]. Hombres y mujeres trabajan en colectivo. Cuando los hombres trabajan en colectivo, las mujeres ven y se animan también. Ahora las mujeres sí quieren levantar mas colectivos, a ver si podemos.» (Otelina)

Usos y costumbres

Mucho de la lucha por la autonomía indígena se enfoca en la defensa del derecho a vivir según los usos y costumbres indígenas. Las mujeres siempre han jugado un papel importante en mantener las costumbres indígenas; por ejemplo, casi siempre es la mujer la que habla el idioma indígena y se pone el traje tradicional. A la vez, se ha llevado a cabo un proceso de mucha reflexión sobre las costumbres indígenas y el machismo: algunas costumbres representan opresión de la mujer y se tienen que dejar; por ejemplo, la costumbre del matrimonio donde el papá de una muchacha decide por ella con quién se va a casar; mientras otras costumbres representan un eje fundamental de la cultura indígena y se tienen que mantener, por ejemplo, la lengua materna.

«Nuestra lengua sí existe todavía. Es importante mantener nuestra lengua, no hay que perderlo, olvidarlo. Es bonito aprender otros idiomas pero no olvidar nuestra lengua materna. Dentro de las costumbres indígenas sí hay respeto para las mujeres. Pero el respeto para las mujeres es algo nuevo, antes no respetaban a las mujeres. Pero ahora sí, se empieza a respetar a las mujeres y ponerles cargo, pero es por la organización [el EZLN]. Las mujeres también se están dando cuenta de sus derechos y que pueden participar. Queremos reconocer nuestros derechos, que tenemos derechos también. Queremos que los hombres reconozcan que podemos salir, que no estemos encerradas en la casa.» (Otelina)

La autonomía y la participación de la mujer en los municipios autónomos

La relación entre la creciente participación de las mujeres zapatistas y la autonomía indígena se encuentra en los municipios autónomos. El EZLN abrió un espacio para la participación de la mujer; esta participación se formalizó a través de los municipios autónomos y no cabe duda que la participación de la mujer representa un elemento fundamental en la construcción de la autonomía.

«Algunas comunidades tienen su encargada de las mujeres. Esta mujer tiene que ser fuerte porque su cargo es para organizar a las mujeres, organizar los trabajos colectivos y resolver los problemas. Tiene que explicar a las demás mujeres cómo pueden participar, cuáles trabajos pueden hacer. Estos cargos son a través de la organización [el EZLN] desde antes del ‘94. Antes del ‘94 algunas participaban pero muy pocas. Después del ‘94 se vio que las mujeres empezaron a trabajar más. Cuando ven a otras mujeres participando se animan más. En los municipios autónomos las mujeres tienen cargos en los pueblos. No es igual como los municipios del gobierno. En los municipios del gobierno no participan las mujeres”.

«Cuando nombran alguna mujer para un cargo, no te preguntan si sabes o no sabes hacer el trabajo. Si te eligen es porque tienen confianza que puedes hacer el trabajo. Y si no sabes, vas a aprender. Nos gusta porque así podemos hacer muchos trabajos que antes no hacíamos. Si nos dicen que no tenemos derechos lo vamos a creer, por ejemplo cuando el gobierno nos decía que no tenemos derechos. Pero como es municipio autónomo, nos dicen que sí tenemos derechos también y es por eso que lo vemos diferente que el gobierno”.

«La autonomía para mí, yo lo entiendo como una autonomía de los pobres. Queremos formar nuestra vida y no hacerlo como el gobierno manda. Ahora sí hay un cambio, la gente indígena puede vivir según sus costumbres y hacer sus trabajos y el gobierno ya no puede venir para causar divisiones en las comunidades. Porque en las comunidades cuando hacen un trabajo, no hacen el trabajo así solos, tienen que mandar obedeciendo, tienen que tomar en cuenta las demás gentes, los demás del pueblo. El gobierno manda como quiera. La gente indígena manda pero manda obedeciendo.

«Cuando se formaron los municipios autónomos, lo reconocimos como un paso adelante para los indígenas, la mujer y el hombre indígena. Es un paso más para las mujeres especialmente porque antes no participaban. Cuando se abrieron los municipios autónomos decidimos que las mujeres también vamos a hacer trabajos dentro de los municipios autónomos porque es lo que queremos. No hay muchas mujeres con cargo en el municipio autónomo pero ya algunas. Vemos que hay mujeres participando, explicando a las demás compañeras cómo podemos trabajar. Las demás mujeres ven que tenemos fuerza, y se van animando más.» (Otelina)

Tengo casi 4 años trabajando con estas mujeres, acompañándolas en sus trabajos colectivos. He visto el crecimiento personal de cada una, he visto el avance de sus colectivos, he visto el espacio que han ganado en el municipio autónomo. También he vivido a su lado las frustraciones y los grandes obstáculos que todavía enfrentan las mujeres en su lucha por una vida digna. Entrevistándoles a ellas casi me salen las lágrimas porque a lo largo de estos 4 años he visto una y otra vez la fuerza interna que tienen; me han inspirado tanto, he aprendido tanto de ellas; porque veo tan importante que todo el mundo escuche sus voces; y simplemente porque las quiero tanto.

Fuente: Chiapas al día nº 242. Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria -CIEPAC- 10 de mayo de 2001

La Ley COCOPA y el impacto político de la Comandanta Esther

María Isabel Pérez Enríquez. UNACH-CS

Texto presentado durante las Jornada cultural por la Ley COCOPA y contra la ley impuesta. San Cristóbal de las Casas. 12 de octubre de 2001.

“La palabra que traemos es verdadera. No venimos a humillar a nadie. No venimos a vencer a nadie. No venimos a suplantar a nadie.
No venimos a legislar. Venimos a que nos escuchen, a escucharlos. Venimos a dialogar”.(1)

¿Por qué hoy recordamos a la Comandanta Esther?

Porque el 28 de marzo de 2001, la Comandante Esther, llegó junto con todos los Delegados Zapatistas al Congreso de la Unión y fue la primera mujer que llegó, con su pasamontañas, como indígena campesina, no perteneciente a ningún partido político y representó al pueblo ante las Comisiones de Asuntos Constitucionales y de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados, no sustituyendo la voluntad general de los hombres y las mujeres indígenas de los pueblos en lucha, sino emitiendo el discurso central de excluidos.

Su palabra que partió del consenso de los indígenas, hombres y mujeres de los pueblos y comunidades donde se produjo el levantamiento armado del 1º de enero de 1994, señaló que el EZLN no se realizaría ningún avance militar sobre las 7 posiciones desocupadas por el ejército mexicano, una de las 3 condiciones de esta organización político-militar, para el reinicio del diálogo con el gobierno, porque su intención era lograr las demandas zapatistas, fundamentalmente a través de la lucha política, antes que por la lucha armada.

Recordó que sus demandas del respeto a los Acuerdos de San Andrés firmados por el representante del gobierno – Emilio Chuaiffet Chemor y el EZLN en febrero de 1996 y la Iniciativa de la COCOPA, firmada en noviembre del mismo año por el EZLN e integrantes de los diferentes partidos (PRI, PAN, PRD, PVEM) designados por el Congreso de la Unión para conformar la Comisión de Concordia y Pacificación, ante la Comisión Nacional de Intermediación, procuró avanzar para resolver la situación de conflicto en Chiapas.

Señaló que su voz, como la de los demás delegados zapatistas (los Comandantes David, Zebedeo y Tacho), incluyendo la voz del Subcomandante Marcos, que no estuvo presente en la sesión mencionada, tuvo el reconocimiento de los olvidados de siempre y el respaldo de los y las indígenas a la movilización popular nacional e internacional.

Nos recordó que una mujer humilde se rebeló por demandas justas de libertad, democracia, clamando la necesidad de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, su derecho a la tierra, al trabajo, a la salud, a la educación, a la vivienda, a la alimentación, a los servicios, a la información, a la paz justa y digna.( 2 )

Su verdad, como verdad de dirigente (nitvanej), nos mostró un lugar político, desde el que un ejército en rebelión, se mantiene respetando la voluntad de la sociedad civil mexicana, de hacer lo imposible, por mantener la lucha política en la consecución de las demandas del movimiento indígena y no indígena a nivel nacional.

Pidió que Luis H. Alvarez, Comisionado para la Paz y la COCOPA certificaran personalmente junto con el arquitecto Fernando Yáñez Muñoz, mexicano no indígena, no perteneciente a ningún partido político, que las 7 de las 257 posiciones ocupadas por el ejército (una de las tres condiciones para reinicio del diálogo entre el gobierno y el EZLN), estuvieran totalmente libres de presencia militar.

Su verdad mostró también que una pequeña comandanta indígena, se impuso a ordenarle al Subcomandante no indígena, que está a las órdenes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), quienes a su vez mandan, obedeciendo al pueblo, haciendo depender la lucha militar de la lucha política.( 3 ) Porque además de señalar que se acepta la formación de Centros de Desarrollo en los puntos desocupados por el ejército, reconoció en el ejecutivo, su voluntad de desmilitarizar las siete posiciones, para responder a las condiciones para el diálogo.

En su discurso pudimos percibir una diferencia de matiz, al interior del EZLN, con respecto al formulado por el SubComandante Marcos en la Universidad Nacional Autónoma de México, días antes.( 4 ) Esta diferencia de matiz nos remite a un diálogo interno entre la postura política y la postura militar al interior del EZLN, lo que nos indica una expresión identitaria que mantiene una unidad, con diferentes actitudes, de su organización político-militar.

La Comandanta Esther llevó en su palabra el resultado de la consulta sobre “Derechos de los pueblos indígenas y el fin de la guerra de exterminio”, que el 21 de marzo de 1999 lograran llevar a cabo una consulta-referendum en donde se plasmó la voluntad de 2 millones ochocientos ochenta y siete mil setecientos treinta y siete (2’887,737) mexicanos y mexicanas de toda la República, que participamos en la Consulta, demandando de manera generalizada, el cumplimiento de Los Acuerdos de San Andrés.

Por eso su palabra tuvo un impacto político en el Congreso de la Unión, porque nos muestra a las mujeres indígenas y no indígenas que es posible ubicar en las indígenas el discurso político de frenar la guerra, atendiendo a una consulta popular.

Nos mostró que es posible cambiar y mantener dignidad, después de la subordinación y dominación que han sufrido en silencio por mas de 509 años. Desde la conquista, las mujeres han agachado la cabeza para obedecer y cumplir un papel de súbditas primero de los conquistadores, después de sus esposos y patrones, posteriormente de funcionarios y gobernantes, además de haber sufrido discriminación y racismo por parte de numerosos hombres y mujeres no indígenas de la región.

En estos días conmemoramos ese encontronazo entre la cultura maya y la impuesta. Recordamos también un 12 de octubre de 1992, cuando numerosos hombres y mujeres indígenas de la región levantaron la cabeza y le dijeron un ¡ya basta! al gobierno y al pueblo de México. Hoy recordamos que esa imposición a los pueblos indígenas, se sigue manteniendo ahora, ante la sordera de las Cámara de Diputados y Senadores, quienes no escucharon su palabra, ni la de mas de un millón de mexicanos.

La Comandanta Esther defendió a la Ley COCOPA y rechazó a la Ley Indígena impuesta por ilegítima, porque además de que no atiende a las demandas sentidas, cierra las puertas al diálogo y le da la espalda a la consulta popular. Esta Ley Indígena impuesta no atendió al referendum, tampoco los integrantes del Congreso, ni el Ejecutivo, tuvieron la disposición de hacer un plebiscito general a toda la población. Antes bien se trató de consultas en los diferentes congresos de los diferentes estados de la República, que finalmente escucharon sólo las palabras de los integrantes de los partidos políticos, antes de mirar el sentir general, tendiendo a la división ideológica y territorial de las regiones con mayor y menor composición indígena en México.

La Comandanta Esther nos vino a señalar su derecho a pertenecer a pueblos indígenas diferentes y a remitir a una concepción diferente de democracia, con respecto a la democracia representativa.( 5 ) Su visión democrática está más cercana a la de teóricos como Juan Jacobo Rousseau, para quien la democracia representativa electoral no es suficiente, sino que demanda ser profundizada con una democracia participativa directa en donde el ciudadano asume una responsabilidad política constante, “los representantes del pueblo, no sustituyen la voluntad general, sino que se convierten simplemente en emisarios del sentir de sus representados”.

Para Rousseau es fundamental que se entienda a la soberanía popular, en el sentido de “que los que manden, el ejecutivo, los funcionarios,- manden obedeciendo al pueblo- escuchando las demandas de que los ciudadanos.”( 6 )

La democracia que ha propuesto entonces, es una democracia participativa y directa, diferente de la democracia representativa justificada por la élite política mexicana.

Dijo la Comandanta Esther: “Muchos de ustedes han dicho que la democracia es el poder del pueblo, es el poder de la gente; muchos de ustedes han dicho que la democracia está allí en las colonias, en los barrios, en las comunidades, en los ejidos ¿por qué no entonces aceptarlo cuando se trata de nuestros pueblos? ¿Por qué no aceptar que la autonomía es también una manera de hacer realidad la democracia en este país?, que la democracia no es sólo ir a votar, que la democracia no es sólo decir una palabra, que la democracia es también decidir desde abajo, la democracia es también la autonomía que estamos demandando los pueblos indígenas”.( 7 )

Y en la defensa del patrimonio de los territorios indígenas, dijo “los indígenas no estamos diciendo ‘queremos adueñarnos del petróleo, queremos adueñarnos del subsuelo, queremos adueñarnos de los recursos que pertenecen a este país’, nosotros estamos conscientes de eso, de que son recursos que pertenecen al país y deben ser verdaderamente aprovechados por todo el país y no por unos cuantos como ha sucedido en los últimos años”.( 8 )

Recordó que los ciudadanos tenemos derecho a opinar mediante la auscultación en consulta a través de referendum y plebiscito, para que el sufragio, expresado en las urnas a través del nombramiento de nuestros gobernantes, diputados y senadores, confirme la voluntad general respecto a la formulación, aceptación o rechazo de leyes nuevas, así como acerca de las políticas económicas adoptadas en nuestro país. De este modo el ejercicio democrático que demandó, lejos de ser pasivo, delegando en nuestros representantes la toma de todas las decisiones acerca de los asuntos generales de la Nación, como lo formulara Thomas Hobbes.( 9 ) En su Leviatán, plantea Hobbes abandonar la decisión todos en otros, mientras que la democracia participativa que defiende la Comandanta Esther, exige una práctica cotidiana de preocupación y actuación en consecuencia acerca de los asuntos que nos afectan a todos.

Vemos así el contraste entre la soberanía popular a la que recurren la Comandanta Esther, los Comandantes Tacho, David y Zebedeo en el Congreso, en comparación con la soberanía parlamentaria, aceptada por nuestro Congreso de la Unión, en las palabras de los representantes de los diferentes partidos políticos.

El discurso político de la Comandanta Esther nos vino a evocar la posibilidad de revocación de cargos o mandatos de aquellos representantes, como el ejecutivo y los integrantes de la COCOPA, que sustituyeron la voluntad general por sus intereses personales o de grupo y traicionaron el espíritu de búsqueda de una respuesta política a las demandas planteadas por los pueblos indígenas sublevados en Chiapas el 1º de enero del 94.

Sus palabras pusieron en su lugar a los numerosos diputados y senadores, cuya concepción democrática pretendió representar-suplandando los intereses generales. Los diputados y senadores del Congreso de la Unión actuaron con poderes plenipotenciarios para decidir sobre el futuro de la patria, mediante pactos, respondiendo a planes y acuerdos firmados a nivel internacional, mas en compromiso con las 7 potencias económicas que con la defensa de los derechos internacionales plasmados en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

Para legislar acorde a la voluntad general de indígenas y no indígenas, buscando que el diálogo político prevaleciera por encima de la disposición guerrera, la Comandante Esther, les recordó a los diputados asistentes, que es un derecho de los delegados zapatistas, ser escuchados con respeto, aunque se trate de posturas pertenecientes a subculturas minoritarias. Y es la obligación de los políticos del país, atender a resolver políticamente los conflictos, escuchando a todos y no sólo a la élite política o como ha sido llamada “clase política mexicana”.

Para fundamentar su defensa de la Iniciativa de Ley de la COCOPA, dijo que “se acusa a la propuesta de promover un sistema legal atrasado y se olvida que el actual sólo promueve la confrontación, castiga al pobre y le da impunidad al rico, condena a nuestro color y convierte en delito nuestra lengua; se acusa esta propuesta de crear excepciones en el quehacer político y se olvida que en el afán el que gobierna no gobierna sino que convierte su puesto público en fuente de riqueza propia y se sabe impune e intocable, mientras no acabe su tiempo en el cargo”.( 10 )

Los diputados y senadores mexicanos sin embargo, escucharon poco, si no hicieron oídos sordos, o caso omiso, por lo que el impacto político del discurso de la Comandanta Esther no trascendió lo suficiente como para mantener en los hechos la defensa de los derechos de los pueblos indígenas de acuerdo a la voluntad de los mismos.

Mostraron que para ellos, la democracia es precisamente, la concebida por Hobbes que señala que el pueblo no es soberano, sino súddito y al momento de emitir su voto, les entrega a los congresistas y al ejecutivo, todo el poder de decisión, concibiendo entonces a los pueblos indígenas, no como a sujetos políticamente actuantes, sino como “objetos de interés público”, humillando a los humildes indígenas que reclaman un reconocimiento.

De esta manera, ese impacto político de la Comandanta Esther, no se dejó sentir en el Congreso de la Unión, instancia para la que las consultas, la caravana del color de la tierra, el impacto en los medios, tanto a nivel nacional como internacional, fue intrascendente, como lo fue el intento de buscar consensos al interior del organismo creado por ellos mismos, la COCOPA, para resolver políticamente el conflicto armado. Finalmente, ellos atendieron a responder a intereses particulares. En ellos por tanto, no hubo un impacto político del discurso de la Comandanta Esther, antes bien, la falta de impacto entre ellos, condujo a cerrar la puerta al diálogo y abrirle la puerta a la guerra y a la no resolución, ni al avance en la resolución del conflicto.

En algo atendió la COCOPA, a las demandas planteadas por la Comandanta Esther.

Pero no tuvo la fuerza como para imponer la Iniciativa que la misma COCOPA había formulado.

Por su parte, en los medios de comunicación masiva, las palabras de la Comandanta Esther llegaron hasta los últimos rincones de la ciudad y del campo, a través de la radio, la televisión, el impacto fue positivo, porque se vió la posibilidad de la pluralidad cultural en los medios, la posibilidad de que los grupos minoritarios constituidos por los pueblos indígenas, tuvieran presencia, donde siempre han estado ausentes. Las prerrogativas de los medios de comunicación, restrictivas a los grupos económicos o a la élite política, o a la economía de mercado, se abrieron a la presencia de los delegados zapatistas que junto con la Comandanta Esther, sensibilizaron sobre las demandas planteadas en Los Acuerdos de San Andrés y en la Iniciativa de Ley de la COCOPA.

En las mujeres del campo y de la ciudad, el impacto político de la Comandanta Esther, se mostró al señalar los derechos de las mujeres, a ser reconocidas y al aceptar sólo los usos y costumbres que dignifican a las mujeres, lo que implica su rechazo a aquellos usos y costumbres que mantienen la reproducción de la opresión de género. La Comandanta Esther rechazó que se le pegue a la mujer, que se la compre o se la venda, que se la case a la fuerza, sin que ella quiera, que no pueda participar en asambleas. La Comandanta Esther nos enseñó que es trascendente la participación política de las indígenas y su impacto en este medio, insta a poner en práctica cotidiana la democracia participativa en todos los niveles. La Ley sobre derechos y cultura indígena de la COCOPA, dijo, reconoce y respeta a todas las mujeres.

En cuanto al impacto político nacional del discurso de la Comandanta Esther, se dejó sentir en los meses de marzo y abril de este año (2001). Ahora numerosos mexicanos y mexicanas lo han olvidado. Sin embargo, hoy lo recordamos como un suceso político de trascendencia en México.

NOTAS:

1. Comandanta Esther, versión estenográfica de la Cámara de Diputados. Marzo del 2001.

2. Dijo la Comandanta Esther, “Esta tribuna es un símbolo, por eso convocó tanta polémica, por eso queríamos hablar en ella y por eso algunos no querían que aquí estuviéramos. Es un símbolo también que sea yo, una mujer pobre, indígena y zapatista quien tome primero la palabra y sea el mío el mensaje central de nuestra palabra como zapatistas” Versión estenográfica de la Cámara de Diputados, 28-III-01.

3. Dijo la Comandanta Esther, “El Subcomandante insurgente Marcos es eso, un subcomandante. Nosotros somos los comandantes, los que mandamos en común, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos.” “…No está en esta tribuna el jefe militar de un ejército rebelde, está quien representa a la parte civil del EZLN, la dirección política y organizativa de un movimiento legítimo, honesto y consecuente, y además legal por gracia de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas”. Versión estenográfica de la Cámara de Diputados:

4. Parte del discurso pronuciado por el Subcomandante Marcos, en la Ciudad Universitaria de la UNAM, el 21 de marzo del 2001, fue el siguiente: “…2.-El ejército federal mantiene sus posiciones en Guadalupe Tepeyac, Río Euseba y la Garrucha. La declaración de que se está procediendo a “emitir un decreto para “transformar” esas instalaciones militares en ‘centros para el desarrollo de las comunidades indígenas’ sólo con muy buena fe puede ser tomada como una declaración de que se realizará el retiro, pero no pasa, hasta el momento de ser una declaración. Por otra parte, el ejército federal ocupa en esos lugares, como en muchos otros, terrenos que son propiedad de las comunidades indígenas, no del gobierno. Por lo que el gobierno no puede disponer de tierras que no le pertenecen, a menos que pretenda, repitiendo la línea del empleado globalofilico Ernésto Zedillo, usurparlas mediante decretos expropiatorios y presentar un despojo como señal de paz.” Ciudad Universitaria, México D.F., 19 de marzo del 2001.

5. Comandanta Esther, versión estenográfica de la Cámara de Diputados: “Llegó la hora de nosotras y nosotros los indígenas mexicanos y estamos pidiendo que se nos reconozcan nuestras diferencias y nuestro ser mexicanos”.

6. Dice Juan Jacobo Rousseau en el Contrato Social, Ed. Tecnos, México, 1988, p. 99: “los depositarios del poder ejecutivo no son los amos del pueblo, sino sus servidores, pudiendo éste nombrarlos o destituirlos cuando le plazca y no teniendo ellos que contratar, sino sólo obedecer al encargarse de las funciones que el Estado les impone, no hacen sino cumplir con sus deberes de ciudadanos…”; p.94 “Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes; no son sino sus comisarios; no pueden acordar nada definitivamente. Toda ley no ratificada en persona por el pueblo es nula; no es una ley. El pueblo inglés cree ser libre, pero se equivoca; sólo lo es durante la elección de los miembros del parlamento; una vez elegidos, se convierte en esclavo, no es nada…”

7. Comandanta Esther, versión estenográfica de la Cámara de Diputados.

8 .I bid.

9. Para Thomas Hobbes en el Leviatan, p. 147, “…un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra, debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres lo mismo que si fueran suyos propios, con objeto de vivir apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres”.

10. Comandanta Esther, versión estenográfica de la Cámara de Diputados.

Fuente:  http://www.laneta.apc.org/menriquez/12oct2001/impactoesther.htm el 28/03/2002

 

 

Cómo las mujeres zapatistas dejaron de ser invisibles y se convirtieron en actores de desarrollo

Vivían una situación de exclusión hasta que dijeron basta y junto al movimiento zapatista empezaron a reivindicar sus derechos como mujeres indígenas.

Silvia Torralba. Red de Mujeres. Para Kaos en la Red. 22-11-2008

Llevar toda la carga cuando no había caballos, traer agua del río al patrón para que pueda bañarse sin salir de casa, trabajar de sol a sol en las fincas aguantando humillaciones e insultos, sufrir abusos sexuales para que se cumpliera el llamado derecho de pernada…

Todas estas situaciones han cambiado pero aún siguen muy vivas en las mentes de Avinia, Eva, Gloria y Angelina, cuatro abuelas de Chiapas que estos días han explicado a miles de mujeres cómo vivían hace apenas catorce años, antes de sumarse a la lucha zapatista y reclamar sus derechos como indígenas y como mujeres. Durante varios días, en enero de este año, miles de mujeres se han reunido en el Primer Encuentro de las Mujeres Zapatistas con el Mundo, una iniciativa que toma el relevo a los encuentros anteriores organizados por los zapatistas para evaluar su situación y el trabajo hecho y que, en esta ocasión, tiene carácter totalmente femenino.

Avinia, Eva, Gloria y Angelina fueron de las primeras mujeres indígenas en unirse hace veinte años al movimiento zapatista, que el 1 de enero de 1994 ocupó varias ciudades de la región para visibilizar la situación de pobreza que vivía la población indígena y campesina. “La seguridad pública asesinaba y violaba a las mujeres de quienes se organizaban para protestar, hasta que llegó la información de que podían organizarse clandestinamente”, explica Rosalinda, miembro del movimiento zapatista. Así, durante bastante tiempo, las mujeres se sumaban a las reuniones que los hombres mantenían de manera clandestina, “muy en silencio y despacito”, dice Maribel, una de ellas. En estas reuniones debatían sobre su realidad y buscaban formas de visibilizarla y cambiarla.

El antes y el después

Las mujeres zapatistas también tuvieron que hacer entender a los propios hombres zapatistas la importancia de su implicación, e incluso convencerse ellas mismas de que podían hacerlo.

Entre todas las mujeres indígenas y campesinas que participaron en la creación del movimiento zapatista y la organización de base destacan dos nombres: Ramona y Susana. “Ellas instigaron a las zapatistas a elaborar su Ley Revolucionaria en los años en que daba mucha risa ver luchar a una mujer”, explican las mujeres zapatistas reunidas hace unos días, que comentan que además de luchar contra su situación de desventaja como indígenas en México también tuvieron que hacer entender a los propios hombres zapatistas la importancia de la implicación de la mujer en esa lucha, e incluso convencerse ellas mismas de que podían hacerlo.

Aunque reconocen que “todavía falta mucho para lograr el respeto y ocupar en algún lugar el lugar que nos corresponde”, en la actualidad muchas de ellas realizan un trabajo intelectual y político y tienen responsabilidades organizativas. Uno de los mayores logros, según las mujeres, es que tras todos estos años de trabajo ya conocen sus derechos.

Cuando en agosto de 2003 se crearon las Juntas de Buen Gobierno, por ejemplo, no había mujeres entre sus miembros. Ahora, en cambio, hay varias que participan y se encargan, sobre todo, de recibir a los mexicanos y extranjeros que se acercan al proyecto, de decidir cómo distribuir los recursos económicos y de llevar el control de los proyectos y las donaciones. Esto mismo ocurre en los llamados Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, en los que todavía el número de mujeres es “limitado” pero donde las que hay deciden sobre temas de salud, educación o agrarios e investigan casos de violencia o violación.

Otras mujeres, en cambio, dirigen u ocupan cargos de secretarias o tesoreras en cooperativas que aglutinan a numerosas mujeres organizadas y que suponen recursos propios para la comunidad.

¿Los resultados de toda esta organización y participación? En temas de salud, por ejemplo, las mujeres zapatistas explican que hay enfermedades que casi ya no tienen incidencia y que el número de partos prematuros se ha reducido. A través de otras organizaciones sociales se creó la Clínica Central de Francisco Gómez y entre los proyectos de futuro destaca la puesta en marcha de un centro de atención a la mujer.

Fuente: www.kaosenlared.net/noticia/como-mujeres-zapatistas-dejaron-ser-invisibles-convirtieron-actores-de

 

La Comandanta Ramona y las zapatistas
(Una reseña del Encuentro de Mujeres)

Eugenia Gutiérrez.  28-01-2008. Rebelión

Después del encuentro en La Garrucha

Cuatro verbos dominaron el discurso: luchar, sufrir, organizarse y trabajar. Porque cuando se lucha, necesariamente se sufre. Pero para sufrir menos, hay que organizarse. Sólo así es posible trabajar por la liberación del pueblo. Y para la liberación del pueblo vivimos.

Más de ciento cincuenta voces, femeninas y morenas, se lo explicaron pacientemente a miles de oídos que las escuchaban con alegría, admiración y respeto. La cita fue del 29 al 31 de diciembre de 2007 en el Caracol “Resistencia Hacia un Nuevo Amanecer”, más famoso por su nombre de La Garrucha, Zona Selva Tzeltal, territorio rebelde zapatista. Delegadas de los cinco Caracoles presentaron sus avances en mesas plenarias donde, como dicen muchas de ellas, “las temas” de trabajo fueron:

  • Cómo vivían antes y cómo están ahora las zapatistas.
  • Qué hicieron, cómo hicieron para organizarse para lograr sus derechos. Cuáles son sus responsabilidades ahora.
  • Cómo se sostienen en su lucha. Qué cambios tienen ahora.
  • Cómo luchan con sus niñas y niños zapatistas. La mujer, y la mujer en la Otra Campaña.

Los distintos temas fueron abordados por delegadas que llevaban las siguientes representaciones: comandantas (suplentes e integrantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, CCRI), insurgentas (tres capitanas de las Fuerzas Mexicanas de Milicia), responsables regionales, responsables locales, integrantes de las cinco Juntas de Buen Gobierno (JBG), “concejas” autónomas, comisariadas agrarias, promotoras y formadoras de salud, promotoras y formadoras de educación, comisariadas y agentas autónomas, directivas y administradoras de trabajos colectivos, así como bases de apoyo (BAZ) que se presentaron en su carácter de: abuelita, mujer mayor de edad, mujer casada, joven soltera, mamás zapatistas, compañeritas niñas, viejitas, traductoras, relatoras y encargadas del sonido. En total, 20 horas de plenarias (cuatro horas para cada Caracol) con intermedios para preguntas y descansos.

Parecería un encuentro típicamente zapatista de no ser porque a todos los hombres, incluidos los de prensa, se les pide que se retiren del auditorio el primer día, pues “sólo mujeres” pueden estar aquí. A “un compañero que está escondido ahí atrás de un poste” le pide la maestra de ceremonias “que se retire. Aquí sólo mujeres”. Y nada terrible sucede. Diez o doce cámaras que han venido a grabarlo todo permanecen listas en sus tripiés, tan tranquilas. No falta mujer que las maneje. Algunas dudaban si podían. Hoy ya no dudan. Y pueden.

En el templete del auditorio todo el control del sonido y el espacio es femenino. En las bancas para quienes escuchan, también. Hay mujeres de la sociedad civil tan poco acostumbradas al respeto que parecen incómodas de verse tan cómodamente sentadas. A lo mejor son las “automarginadas”, término que usará una zapatista al día siguiente, pero quién sabe. De cualquier forma, con la salida de los hombres no ocurre ninguna tragedia. A los maridos, hijos, novios, amantes o hermanos les toca oír desde lejos, desde fuera, o distraerse atendiendo los puestos de vendimia. Otros ni siquiera vinieron, se quedaron a cuidar a los hijos pequeños. Por eso entre las convocadas hay tanta concentración, tanto brazo relajado y tan poquito dolor de hombros. Además, respiran bien las cinturas y sobran manos libres que apuntan o toman fotos. Las delegadas zapatistas vienen adornadas con moñitos de colores en la cima del pasamontañas: azul para La Garrucha, blanco para La Realidad, rojo para Morelia, amarillo para Oventic y verde para Roberto Barrios.

Con el respeto de siempre, entonamos ese himno nacional que jamás nos menciona. Enseguida habla la comandanta Susana, la que abrió camino con Ramona y que, de hecho, viene “de parte” de ella para informarnos, primero, que nunca va a dejar su trabajo y, segundo, que “Ramona pues vive y no está muerta Ramona”. Y no es la única ausente que anda cerca. Ya de por sí, presas y presos nos acompañan todo el tiempo. Pero aquí también se siente caminar a “los caídos” que murieron en la lucha, a “las guerreras” que pelearon por la paz, a “todas las mujeres” que no pudieron llegar. La compañera Yoana dice que “tenemos que ir a agradecer al general Zapata”, ya que “por él pudimos conocer nuestro derecho”, y habla con tanta seguridad que dan ganas de voltear para buscar al general entre los hombres que escuchan desde el fondo.

Es así como se da por inaugurado este evento que tiene varios nombres simultáneos: Tercer Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo: “La Comandanta Ramona y las Zapatistas”, o bien, Primer Encuentro de las Mujeres Zapatistas con las Mujeres del Mundo, o para las más exigentes, una combinación de ambos: “Tercer Encuentro de los Pueblos… y Primer Encuentro de las Mujeres…” al mismo tiempo. Que cada quien escoja.

En los letreros de cartulina desplegados por todo el Caracol se leen las siguientes frases: “En este Encuentro no pueden participar los hombres en: relator, traductor, exponente, vocero, ni representar en la plenaria estos días 29, 30 y 31 de Dic 07. El 1 de enero del 08 vuelve a lo normal. Sólo pueden trabajar en: hacer comida, limpiar y barrer el Caracol y las letrinas, cuidar a l@s niñ@s y traer leña”.

Pero una de esas frases no puede ser verdad. Veremos cuál y veremos por qué.

El antes

Los días de esclavitud.
Decenas de mujeres indígenas rebeldes explican cómo sufrían antes del levantamiento armado de 1994. Pero entre los recuentos del horror vivido con los patrones y entre los relatos de su esclavitud, de su vida infrahumana, de su humillación y su sufrimiento, nos calan muy hondo los de la abuelita Avinia (de La Garrucha) y los de las compañeras viejita Eva, viejita Gloria, viejita Verónica y viejita Angelina (de La Realidad). Varias de ellas hablan en su lengua materna y recurren a traductoras. Es así como nos enteramos de “¡Cuántos sufrimientos! ¡Cuántos!” tuvieron que padecer con los castigos físicos que las hacían “desmayar por el dolor”. A sus esposos los amarraban a los árboles dos días, desnudos. A ellas las sentaban en una piedra filosa hasta que les sangraban las rodillas. Ninguna aprendió jamás a leer ni a escribir porque los finqueros las consideraban animales.

Dicen que si no hubiera sido por los fundadores del EZLN que llegaron a las montañas de Chiapas hace más de veinte años, “ya todos ‘tuviéramos de mozos”, igual que “nuestros papaes y mamaes”. Los relatos de esclavitud coinciden: a los seres humanos se les mandaba a llevar carga cuando “no hay caballos”. Y es que los hijos de los patrones tenían que comer sabroso en Comitán: cajas de maíz al que se le había quitado el corazoncito y la puntita, dejándole “sólo la carnita”. Abuelita Avinia está sorprendida de que un hombre pueda ser tan insaciable. Nos cuenta, indignada, que el inútil del patrón no era capaz de irse a bañar al río, sino que había que cargarle su agua para no quitarle su comodidad. ¿Cómo describiría esta abuelita lo insaciable que es un juez de la suprema corte, un consejero del IFE, un violador de la PFP?

Se quejan mucho estas mujeres de que no conocían el peltre, de que todo era puro barro. Afirman haber nacido en familias que, por generaciones, “no tomamos dulce” porque no lo permitía el patrón. “Pero ni la espuma de la miel lo da a lamer” a los niños, “no lo puede agarrar ni un pedacito de caña”. Aunque, claro, su ganado del cacique podía darse sus antojos, como lamer sal tranquilamente porque ya estaba “pero bien remolido” gracias a la piel cocida de las manos indias. Entre las asistentes, pocas habíamos escuchado una descripción tan minuciosa y tan directa del derecho de pernada, de cómo son violadas las jovencitas con la misma naturalidad con la que el sol sale y se pone. Eso ya no sucede en las comunidades en resistencia del EZLN, donde se extinguieron los patrones. Pero sabemos que ocurre en muchas fincas de nuestro país y por eso sigue doliendo. En cada relato destaca la obsesión del cacique por lastimar, por explotar, por humillar a otros, por descansar a toda costa mientras a decenas de familias se les va la vida en servirle. Además, “lo que hace un patrón lo hacen todos”. No importa si la finca es Del Rosario, Las Delicias, Porvenir o La Codicia.

La comandanta Rosalinda cuenta que la seguridad pública asesinaba y violaba a las mujeres de quienes se organizaban para protestar, hasta que llegó la información de que podían organizarse clandestinamente y se formaron milicianas e insurgentes. Por eso, da igual si el patrón es el que “lo cambea con tierra” a las hijas, si se llama don Enrique Castellanos, a quien “los viejitos lo metieron en unas redes y lo colgaron” cansados de ver violadas a sus hijas, o si se llama don Javier Albores, el que “tuvo familia con sus criadas”. Todos fueron expulsados de sus paraísos el 1 de enero de 1994.

La historia de la clandestinidad.
Hace muchos años llegó un grupo de hombres y mujeres a las montañas de Chiapas. Iban como maestros, como médicos. Uno de los hombres se presentó un día en la comunidad de Araceli, “Base del Apoyo” a la que le “toca explicar la clandestinidad”. No sabían quién era la persona que llegó, pero dice Araceli que les habló de sus productos y sus precios y luego les preguntó “cuántos tiempos vamos de aguantar viviendo”. Se fue, luego volvió con permiso de las comunidades. Habló con más. Les dio un folletito. Les preguntó si estaban bien dispuestos a luchar. Les dijo que fueran muy cuidadosos. Luego les aconsejó que pusieran vigilancia. Luego les explicó “cómo luchamos, junto con quién luchamos y contra quién luchamos” y les enseñó lo que significa la palabra “compañeros”. Luego les contó de un ejército que iba a luchar por el pueblo: Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y que la preparación no sólo era política sino militar. Según la comandanta Sandra, “nadie quien lo supo, más que nada más los que lloran”.

Maribel nos amplía la información. Ella nos dice que para reunirse con los que llegaron de fuera “íbamos como si fuera a pescar”, pero en realidad iban a recibir pláticas en las montañas, en las cuevas, bajo los árboles, “muy en silencio y despacito”, de noche, preparándose “para el trabajo de la lucha”. Cuenta Maribel que había cine-debate: “nos traían para ver películas de luchadores de otros países”. Luego venían las preguntas y el debate y eso “nos conmovió nuestros corazones”. A veces había que hacer un hoyo para ocultar el ruido del motorcito que brindaba energía.

Algunas señales iban en la ropa: playera roja, blanca, café o negra significaban que habría reunión, y dependiendo del color era el lugar. A veces se daban un apretón fuerte de manos y esa era la señal. Las primeras insurgentas enseñaron a estas mujeres muchas cosas: “aprendimos a hacer vigilancia”, así como a manejar armas y hacer “de todo”. Por eso, dicen las zapatistas ancianas hoy, “fuimos capaces de resistir”. Estas mujeres alimentaron a los fundadores del EZLN hace más de veinte años. La compañera viejita Verónica nos cuenta que la tostada y el pinole se preparaban “no en la día” sino en la noche, porque antes eran clandestinos. Pero ya no. Y ahora se prepara de día. La compañera viejita Angelina dice que a los fundadores “ellas lo mantenieron” y que “lo quisieron mucho, lo alimentaron”, pero no había caminos. Tenían que moverse de noche, en picadas, de un campamento a otro. En aquellos tiempos, Maribel explica que prepararon y llevaron pinole, tostadas, galleta, pan, yuca, plátano, camote, azúcar, sal, calabaza. “Lo que comíamos es lo que comían también”. Y cuenta que se organizaron “a hacer costuras para uniformes”. Luego vino el alzamiento, en el que muchas de ellas participaron, “y con esa sangre despertamos”.

La condición de la mujer.
Cuentan las mujeres zapatistas que no sólo las han lastimado los patrones. Antes de los días con el EZLN e incluso después del alzamiento, eran sus propios padres, sus esposos, sus hermanos y hasta sus hijos quienes las subestimaban. Sólo los hombres se divertían; sólo ellos descansaban. Si a alguien se le ocurría nacer niña, su padre la despreciaba. Si a alguien se le ocurría participar en las reuniones, los hombres se burlaban. Todo indica que la labor de Ramona y de Susana debió ser titánica. Ellas instigaron a las zapatistas a elaborar su Ley Revolucionaria en los años en que daba mucha risa ver luchar a una mujer. Esa Ley ya se ha ampliado de 10 a 30 artículos, pero nos dicen las zapatistas que todavía no son públicos. En tanto, este auditorio donde escuchamos por última vez la voz de Ramona, hoy sigue ocupado sólo por mujeres. En algunos huequitos en la pared o por la puertita ubicada detrás del escenario se pueden ver cámaras fotográficas que entran solas. Desde fuera, las sostienen antebrazos duros y con las venas marcadas, de esos que a muchas nos fascinan. Son los hombres que siguen sin poder incorporarse a las plenarias, pero que no dejan de retratar este espacio que hoy no es suyo. Dentro de poco se les permitirá de nuevo el acceso a los de prensa, siempre y cuando “nos respeten o los sacamos”. Para el tercer día, ya todos podrán entrar.

De cualquier forma, los trabajos siguen y las compañeras zapatistas nos advierten: “vamos a ser sinceras en decirlo”. A veces, cuando ha habido problemas, “hay mujeres que con eso abandonaron sus trabajos”. Hay pleitos fuertes en las casas porque “no muy dejan salir nuestros maridos”. Piensan que van a echar novio. Como si no fuera también su derecho, pienso yo. De cualquier manera es triste. “Los hombres falta para que entiendan” la importancia de la lucha de las mujeres.

Grabiela, una de las tres capitanas que junto con Elenita y Hortensia representan a todas las mujeres que se encuentran “en posiciones de montaña en el sureste mexicano”, dice que antes, “si nacimos niña, nuestro trabajo es ser mujer”. Que no se podía jugar basquetbol con los niños, ni estudiar. De hecho, nos platica que una partera cobraba menos por la niña porque no tenía el mismo valor que el niño.

En una reflexión recurrente y generalizada, estas mujeres aseguran que antes de organizarse para luchar pensaban que ellas no valían nada. Es más, cuando se percataron de que sí valían tuvieron que demostrárselo primero a ellas mismas. Los hombres ya tenían experiencia, ya caminaban de noche, pero ellas sentían muchísima pena de opinar, de hablar, de viajar, de decidir. Ya fuera en las fincas o en sus propias casas, tenían que levantarse a las dos o tres de la mañana para ir por la leña, preparar el café y tortear desde tempranito. Luego había que cuidar a los niños solitas, cargándolos hasta el río trepados en la ropa que iba a ser lavada. Luego había que regresar con todo encima, la ropa limpia y los niños sucios. Y el agua para beber. Y la leña. Además, los hombres se emborrachaban y les golpeaban el cuerpo y el alma. Dicen que era enorme su cansancio, indescriptible su tristeza y larguísimo su día. Que el sueño era cortito y ellas tenían que levantarse a las dos o tres de la mañana otra vez para ir por la leña de nuevo.

Hoy, estas mujeres portan un cansancio muy otro. Llevan meses haciendo trabajo intelectual, político y organizativo en medio de una salvaje ofensiva institucional y paramilitar. De hecho, mientras estamos en plenarias nos vuelan por encima los militares. Ellas lucen nerviosas pero satisfechas. Sus compañeros las apoyan en la logística. Muchos están en las cocinas, matando pollos y cocinando. Ahora que “los priístas, los orcaos y los opddiques nos quieren quitar el terreno” como si nada hubiera cambiado, la joven casada Mireya deja claro que ya todo cambió, que ella se casó después de 1994, que nadie la obligó, que tiene dos hijos libres y que su esposo la respeta.

El ahora

Cómo se organizan para luchar.
Mayoritariamente, las mujeres zapatistas informan que todavía falta mucho para lograr el respeto “y ocupar en algún lugar el lugar que nos corresponde”, pero Elisa, la compañera mayor de edad, señala que “ya conocemos ya nuestro derecho”. Muchas de las que han venido a este singular encuentro son bases de apoyo del EZLN. Reconocen el trabajo de Ramona, saludan al Subcomandante Marcos “donde quiera que esté” e “inclusivamente a sus tropas insurgentes” y agradecen a la organización “que nos dio lugar y respeto”.

Hay quien se entrega el micrófono a sí misma, con mucha elegancia y seriedad: “Tiene la palabra la compañera Dalia, que ero yo”. También hay quien presenta su Curriculum Vitae detallado, como Everilda, suplenta al CCRI que nos convocó a este encuentro en julio pasado. Dice que empezó su participación política cuando tenía diez años. Durante 2 años y 7 meses fue base de apoyo. Luego fue nombrada responsable local, cargo que desempeñó durante 1 año. Más tarde fue nombrada responsable regional. “Ese trabajo ya es más grande” y en él estuvo 7 años, 1 mes y 26 días que le “enseñaron a luchar fuerte”. Enseguida fue nombrada suplenta al CCRI, cargo que ocupa actualmente.

Por cierto, ¿a qué se dedica una comandanta zapatista? Ese cargo “no se cambea cada 3 ó 6 años” como los políticos. Everilda explica: “no somos dirigentas”, sino que “representamos a las mujeres para orientar a las compañeras”. El trabajo suena pesadito: “nos corrigen y corregimos los errores” de los pueblos. Cada una de las delegadas aquí presentes tiene una función que cumplir dentro de la organización. Sobre todas esas funciones, nos dieron datos abundantes.

Quienes trabajan en las Juntas de Buen Gobierno nos explican cuáles son sus responsabilidades. Dicen que en agosto de 2003, cuando nacieron las JBG, todos sus miembros eran hombres. Luego se integraron algunas compañeras. Dice una de ellas que “los pueblos zapatistas como que no se habían dado cuenta” de que había participación de mujeres en su lucha. En 2004 se hicieron asambleas en todos los pueblos y se acordó el ingreso de mujeres por tres años. Entonces ya hubo más mujeres. Pero fue en 2005 cuando más empezaron a participar ellas en las Juntas. ¿Cuáles son sus trabajos? Recibir “a las personas nacionales e internacionales”. Fungir de puente con ellas. Ver los distintos problemas que les presentan las bases de apoyo, o incluso quienes no son integrantes del EZLN. Distribuir equitativamente los recursos económicos. Las juntas llevan el control de los proyectos o donaciones, pero sólo pueden presentar propuestas a los pueblos, “que son la máxima autoridad”. No tienen descanso, ni horarios, ni días de trabajo. Atienden las 24 horas a quien lo necesita. Algunas mujeres de las JBG están aprendiendo a usar la computadora. Nos dicen que “sentimos muy difícil”, que les “falta mucho de aprender”, que no saben leer ni escribir, que por eso no hablan español, que no pueden caminar solas porque hay hombres que las quieren violar, sin importar que sean casadas, que muchas veces sus maridos, sus papás y sus hermanos no las dejan ir al trabajo porque piensan que van a hacer “cosa mala”. Pero ellas saben lo que viene: “algún día debemos tomar nuestro derecho y el lugar que nos corresponda como mujeres”.

En los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) también hay mujeres. Algunas compañeras explican que “antes no era costumbre de que las mujeres participen”. Es por eso que el número de mujeres en los MAREZ es limitado. Dicen que no es porque no las dejen participar los compañeros sino porque ellas no se atreven a hablar porque no están acostumbradas. Los hombres sí. Ellas nunca han tenido la oportunidad de estar en un cargo, “muchos menos, darle solución a un problema”, pero confían en que poco a poco van a aprender. Muchos las critican porque cómo es posible que una mujer ande sola y ande en todos lados. Pero ellas no hacen caso. Dicen que “por eso estamos aquí frente a ustedes”. Aunque no saben leer ni escribir, exhortan a todas las presentes a no tener “el miedo de hablar” porque esas ideas son malas, son de los ricos que las quieren tener calladas y explotadas. Pero ellas saben que “ya es hora de hacer algo por nosotras mismas y por nuestro pueblo”.

Una agenta autónoma como Elvia tiene la tarea de resolver “chismes” y toda clase de conflictos. A veces hay que enviar a alguien a “la cárcel” durante 24 horas. Para problemas de adicción habrá castigos de un mes de trabajo, e incluso la expulsión de su pueblo. El trabajo de las agentas es hacer la justicia, “y la justicia es la justicia”. Marleni y Lucero son “concejas” municipales y saben mucho de todo, de lo agrario, de la salud, de la educación. Hay una compañera para cuestiones de tránsito, que vigila que los caminos no estén muy tapados, y otra compañera para derechos humanos que impide abusos de las autoridades autónomas. Ellas impulsan la participación de las mujeres en los colectivos de bordados, de pan, de pollos, de ganado. Si hay alguna compañera a la que “no le dan su derecho” su papá, su hermano o su esposo, es su deber de estas “concejas” ir a averiguar qué está sucediendo. Si hay abusos y violación, ellas lo investigan. Dicen que “el miedo, la timidez y la vergüenza” irán quedando atrás, pues ahora hacen sus reuniones “para planear planes de trabajo”. Luego nos dicen la clave para que no los desaparezcan como pueblos indígenas: “Respetamos la mayoría. Además, nosotras cumplimos”.

Parece que las responsables regionales la tienen difícil. Nos dice Amalia que “el tiempo de trabajo que tenemos es de todo el tiempo. No tiene fin”. Por un lado, están sufriendo desalojos y presiones. Por otro lado, tienen que organizar fiestas conmemorativas como el 8 de marzo, o preparar los trabajos colectivos “para contrarrestar la guerra económica del mal gobierno”, sistema “destructor de la humanidad” que “nos está jodiendo” y contra el que “todos tenemos el deber de luchar”. Las responsables locales tienen otras tareas. Yaneli, por ejemplo, invita a las campesinas a hacer el trabajo, a organizarse. Los argumentos que usa son convincentes: “El gobierno nos quiere acabar, nos puede provocar la muerte”, pero “si estamos organizadas”, el mal gobierno ya no puede entrar a las comunidades a regalar “sus migajas” con esos programas que debilitan la voluntad de lucha. Las responsables locales supervisan la correcta conmemoración de las siguientes fechas: 12 de noviembre de 1983 (llegada a la selva de los seis fundadores y fundadoras), 17 de noviembre de 1983 (fundación del EZLN), 1 de enero de 1994 (alzamiento), 26 de octubre (cumpleaños del subcomandante Pedro), 10 de abril (muerte de Zapata), 6 de agosto (nacimiento de los Caracoles y las JBG), 8 de marzo (día internacional de la mujer).

A ellas les toca organizar las fiestas, pero también les toca ver cuántos van a defender a sus pueblos. Jóvenas y jóvenes de 15 años para arriba ya pueden hacer y recibir “trabajo de nuestra lucha”. Las responsables locales vigilan que el trabajo de parteras, hueseras y encargadas de plantas medicinales esté avanzando. De igual forma, apoyan los estudios políticos en la parte de las mujeres, para “darle saber cuál es nuestro deber” como mujeres revolucionarias. Finalmente, si un colectivo fracasa o si un pueblo no está trabajando bien, es responsabilidad de ellas animarlos. Luvia nos informa que las responsables no tienen límite en sus cargos, a menos que les dé una enfermedad. Por si alguna está interesada, para ser responsable local zapatista se necesita cubrir las siguientes características: “disciplina, honestidad, comportamiento” con los compañeros y los pueblos, “unidad y compañerismo y sufrimiento que ha pasado” en la historia de su lucha, disposición para caminar kilómetros, dejar a sus hijas, hijos y esposos durante días y capacidad para asistir a reuniones que duran dos días.

En los trabajos colectivos se turnan las secretarias, las tesoreras, las presidentas. Son las administradoras y coordinadoras de esos trabajos. Mari nos cuenta que en su colectivo de pan empezaron con un préstamo de 1,000 pesos que les dio la organización para el horno, además de 494.50 pesos para materiales con los que se hace el pan. Luego pusieron una mercería. No sabían ni hacer corte de caja, pero aprendieron y ya tienen sus tiendas. Para el colectivo de pollo juntaron una gallina por cada mujer. Los hombres les ayudaron a juntar las varitas y a hacer el corral. Hoy ya no tienen necesidad de comprar pollo.

¿Qué hacen las comisariadas? Heidi nos explica que ellas dicen a qué hora se quema la milpa y dónde se hacen las zanjas. También vigilan “la tumba de los árboles” y se encargan de enseñar la importancia de la reforestación. Además supervisan el cuidado de los animales y la limpieza de arroyos y cascadas para “que estén en buenas condiciones de naturaleza”. Por su parte, Daisy explica que hay que medir las colindancias y presentar informes de gastos y asuntos pendientes. Una comisariada autónoma le busca solución a “todos los problemas que cometen los compañeros y las compañeras” en cuestión agraria. Dice que antes “tenemos miedo y vergüencillas” por ser mujeres, pero ya no.

Para desempeñar todos estos cargos, las delegadas señalan insistentemente que sólo es necesario respetar tres principios básicos: unidad, disciplina y compañerismo. Nada más. Será por eso que, cuando la promotora de salud Angélica nos aclara que no cuentan su tristeza con el fin de provocar nuestra lástima, una mujer del público en la sesión de preguntas y respuestas habla por todas nosotras: “Compañeras, no nos dan lástima. Nos dan envidia”.

Mujeres por la Dignidad.
Había una vez unas mujeres artesanas indígenas que querían tener una cooperativa. Vivían en los Altos de Chiapas y estaban muy solas porque “trabajaban en individual”. Sus productos los llevaban a vender a San Cristóbal de las Casas. Ahí, como en escena de apertura del Oficio de Tinieblas, su esfuerzo se les pagaba a un precio muy bajo. En un retrato fiel a Rosario Castellanos, las mujeres se topaban con coyotes, intermediarios ladrones y compradores abusivos que vivían del cansancio de ellas. Fue por eso que se organizaron para formar una sociedad cooperativa donde pudieran juntarse todas. El 1 de marzo de 1997 hicieron su Asamblea General de Mujeres Artesanas. Ahí se aprobó la primera Sociedad Cooperativa Mujeres por la Dignidad y quedó legalizada su cooperativa. Las socias de esta Sociedad Cooperativa realizan una asamblea nacional cada año. La mesa directiva revisa el trabajo de las encargadas. Si una compañera lo hace bien, la reeligen varios años más. Son ellas mismas quienes deciden cómo van a trabajar. Algunas veces, bajo un árbol. Otras veces, en su casa. Nos dice una compañera que sufren mucho con sus hijos “por no tener un lugar especial para trabajar”, pero eso no las detiene. Hay dos compañeras representantes en cada comunidad. Reciben la paga. Dejan veinte por ciento en la tienda y ya no dependen de los hombres, “pero mucho menos” dependen “del mal gobierno”.

También tienen sus problemas. Algunas compañeras ya se salieron y sólo están en colectivos, no en sociedad pues no sienten mucha obligación. Hay organizaciones independientes que han causado divisiones porque, queriendo ayudar, llevan los productos de las zapatistas a tiendas donde hay gente que recibe sueldos. La lucha, pues, se torna durísima y muchas no aguantan. Las que sí aguantan señalan con satisfacción: “Hemos demostrado que podemos administrar una Sociedad Cooperativa como mujeres”. La mesa directiva hace los trámites para la exportación de artesanías. La sociedad tiene vendedoras. A veces caminan ocho horas solas con sus hijas e hijos, pues hay que ir a la tienda en el centro del Caracol de Oventic. Las mujeres se turnan por semana. Hacen posta día y noche. Entre todas les dan para el pasaje a las vendedoras. Las apoyan con frijol. No les pagan, pues como en todas las actividades autónomas zapatistas, “sólo están cumpliendo su trabajo por conciencia”. Ya tienen clientes y no andan ofreciendo sus artesanías por las calles de San Cristóbal. Desde hace catorce años, el de estas mujeres organizadas es, ante todo, un Oficio de Luz.

El después

La salud, la educación.
Estas mujeres que se tutean con la muerte no iban a hablarle de usted a la enfermedad. No iban a tenerle respeto a la ignorancia. Las cuentas que rinden las promotoras y formadoras de salud y de educación son suficientes para avergonzar a cualquier político. La presentación es impecable; el lenguaje, asombrosamente claro para quien no está utilizando su lengua materna. La información que nos dan las zapatistas es detalladísima, concreta y diáfana. Si fuera arete sería filigrana.

Las jóvenas bilingües y trilingües que preparan física y mentalmente a las próximas generaciones son las más seguras en el micrófono. Todas ellas, junto con sus compañeros, están logrando erradicar enfermedades que se habían incrustado en el sureste de México y que, por siglos, todos los malos gobiernos se negaron a combatir. A diferencia de hace diez o doce años, ya casi no vemos niños y niñas panzoncitos de lombrices. Rosaura nos explica que antes del ’94 había muchos partos prematuros, retención placentaria, cáncer cérvico uterino que no se detectaba a tiempo. A los pacientes los sacaban “cargando en camillas de lazo” y todo para que no los atendieran en los hospitales del mal gobierno porque eran indios. Esta promotora de salud dice que las mujeres no podían descansar lo suficiente después del parto, que eran “muy burladas por los hombres, humilladas, maltratadas, golpeadas”. Todas “sufríamos muchas violencias domésticas”.

Con apoyo de sociedades civiles solidarias empezaron a capacitarse hasta llegar a tener su Clínica Central de Francisco Gómez. Ahí se hacen estudios de papanicolau, se vacuna a niñas y niños, se dan consultas y pláticas de control natal, se hacen ultrasonidos y colposcopías y “ya se está construyendo una clínica específica de atención a la mujer”. Para ello se necesitan muchos materiales. Pero Rosaura, de La Garrucha, nos informa que sobre todo necesitan a una compañera “médica ginecóloga voluntaria… para que nos capacite” en cuestiones de salud reproductiva. Si la compañera indicada está leyendo estas líneas, ya sabrá lo que tiene que hacer.

Las promotoras y formadoras de educación se capacitan cuatro veces al año durante un mes para enseñar a sus alumnas y alumnos la educación verdadera. Abigail explica que la escuela es el “espacio donde podemos compartir el conocimiento”, y que esto se hace “con mucha paciencia, sin maltrato”. Desde 2005, muchas mujeres zapatistas reciben capacitación como formadoras para, a su vez, formar a nuevas formadoras. Tan sólidos son los eslabones que no hay manera de imaginar cómo podrían romperse esas cadenas de transmisión de una educación analítica, liberadora, crítica y acorde “con la realidad regional”. Eugenia se queja de que antes, aunque iban a la escuela, no se les daba lugar para sentarse, “estábamos totalmente desapartadas” porque los niños no jugaban con ellas “ni juntos ni revueltos”. Su relato nos habla en pasado de las torturas de los profesores, tan actuales para el resto del mundo. Samanta, por su parte, nos recuerda que “nuestra obligación es seguir adelante como mujeres para no volver a la humillación, al desprecio y al olvido”.

Dicen todas que aún falta mucho por hacer pero que ya se tienen clínicas y hospitales de zona, que hay laboratorios de herbolaria y jardines con plantas desinfectantes y curativas. En el Caracol de La Realidad hay laboratorio de análisis clínicos, hay quirófano y se han programado varias Jornadas Quirúrgicas.

Por su parte, las promotoras de educación como Griselda enseñan el cuidado de la biodiversidad y explican las cuatro áreas de estudio: historia verdadera, matemáticas, vida y medio ambiente y lengua. Con humildad nos dicen que sólo han logrado “parte” de sus sueños, y nos recuerdan que ya viene uno gigante: “Hoy nuestro sueño sigue y soñamos con llegar a tener una nuestra universidad autónoma”. La presentan así, como un sueño, “que cada vez lo sentimos tan cerca…” y nos recuerdan que son mujeres en lucha: “Aquí, donde estamos nosotras, mandamos nosotras, no ellos”, porque aquí “no manda SEP ni Calderón”, aquí manda el pueblo.

El dolor de las otras.
Para hablar de las mujeres en la Otra Campaña y en la Zezta Internazional les toca el turno a las integrantes de la Comisión Sexta que recorrieron México durante varios meses. Miriam señala que salió a recopilar historias de dolor. Ella y otras comandantas recuerdan con nitidez lo que les contaron las otras, las obreras, las jornaleras agrícolas, las migrantas, las “amas de casas”, las trabajadoras de la maquila, las de abajo. Dicen que “sabemos que sufren igual que nosotras”. Se les habló de contaminación, drogadicción y asesinatos. De que se vive sola. De que no se puede comprar casi nada porque se paga la renta y la luz. Todo ese dolor nos lo transmiten con detalle. Elisa nos ofrece la mejor descripción de los dueños de maquiladoras: “esos vampiros y ratas que quieren seguir chupando nuestras fuerzas de trabajo”, “estos sanguijuelas” que tienen sus leyes sólo para matarnos de cansancio a cuentagotas. Amanda, que se opone a las privatizaciones que tantas le platicaron, llama a las campesinas a aprender de Ramona que, “sin saber leer, escribir o hablar el castilla luchó hasta el último suspiro”. Por ella nos pide que no vendamos la tierra a quienes privatizan todo “para el beneficio de los zánganos”, de los “bichos” y “parásitos” que se alimentan de nuestro trabajo, “porque la familia campesina es la forma más importante de sobrevivir”.

Cuando nos platican los problemas de injusticia que les fueron descritos por firmantes de la Sexta en todo el país, las zapatistas parecen cobrar más y más fuerza. Como que saben la falta que nos hacen. Elisa cierra sus intervención exhortándonos a tener “ánimo, pues, compañeras”. Dice que ellas sólo son unas cuantas comisionadas, pero “si fuera que venimos todas no vamos a caber en un mundo”. Ya lo dijo Miriam: “las zapatistas no estamos desanimadas ni cansadas”.

En el acto político-cultural de alguna noche, las mujeres zapatistas no sólo se avientan El corrido del aborto hablando de la despenalización como derecho. También suben al templete mayor a entonar la canción llamada Las mujeres en la que “exigimos ternura, amor y devoción” para ejercer nuestro derecho a vivir, a decidir y “a ser feliz” mientras otra compañera se lanza con “la bonita poesía” llamada La mujer y nos hace sentir importantes porque “sin tú, no puede ser una revolución”.

Las familias zapatistas.
Si hubiera habido un premio de oratoria se lo habrían llevado las compañeritas niñas María Linda y Marina. Ninguna de las dos llevaba ponencia. Nos hablaron en crudo. María Linda dijo que estaba ahí “para entregar en sus conocimientos claramente” su “forma de vivir”, para decirnos que sus padres la orientan, que le han dado lo que ellos no tuvieron: el derecho a estudiar, “el derecho de salir a pasear”. También nos advirtió: “Estos derechos que yo tengo serán mis mejores armas que tengo para defender mi vida”.

La compañerita niña Marina cumplió ocho años hace dos días y fue igual de contundente. Ya sabe que tiene derecho de hacer lo que a ella le gusta: bailar, divertirse. Dice que “nosotras, las zapatistas, no estamos agarrando las limosnas” del mal gobierno y que se siente “muy orgullosa de ser zapatista”. Nos recuerda que “no hay por qué desanimarnos” y concluye: “es todas mis palabras, mi querido público”. Por otro lado, la compañerita niña María, de la zona Zotz Choj, insiste en recordarnos nuestro “derecho a divertirnos”, uno de los más reivindicados en este encuentro, y nos informa que “no vamos a pedirle permiso a nadie cuando queremos llevar en práctica” nuestros derechos.

¿Qué educación han recibido esas niñas para que, a diferencia de sus abuelas y sus madres, hayan transformado en puritito gusto lo que antes era vergüenza de hablar? Gran parte de la culpa la tienen sus madres y sus padres por estar educando en libertad a estas niñas y niños que, libres como nunca lo fueron sus abuelas ni sus abuelos, “van donde que le pega su destino y la suerte”. Elizabeth, una de las cuatro mamás zapatistas que vienen de la zona Selva Fronteriza, nos cuenta que aunque con mucho sufrimiento “pero sí pudimos cruzar cargando nuestros alimentos y nuestros corazones. También nuestros pensamientos”, todo “para no perder la historia verdadera”. Las mamás zapatistas se encargan de formar a sus hijas y a sus hijos de tal manera que respeten a sus mayores, conozcan la historia de la lucha, sepan por qué se hacen las fiestas, entiendan lo que es la resistencia.

Aquí nos dicen lo que es la paternidad y la maternidad voluntarias. Pensábamos que era tener la cantidad de hijos que se desean, pero estas mujeres nos enseñan que no sólo es cantidad sino calidad porque a las niñas y los niños hay que “cortarle su uña, bañarle bien”, darle una alimentación balanceada y nutritiva, enseñarlo que es su derecho descansar y divertirse pero que es su obligación liberar a su pueblo. Para Vanesa, “ha llegado su momento de levantarnos y alzar la voz” como mujeres porque “así como dormimos con nuestros hombres”, así luchamos. La mamá zapatista Esmeralda advierte que ya nadie podrá callarlas, que van a seguir hablando “en todas partes del mundo” para hacerlo un lugar “donde quepamos todas con un pan en la mano”.

Brenda, del Municipio Autónomo El Trabajo, tiene planes para las mujeres de la Otra Campaña: “no queremos que nadie quede sin luchar por nuestros derechos”.

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Cuando terminan las plenarias con los informes de avances de los cinco caracoles, las mujeres zapatistas abren un espacio para que hablen las de fuera. Pero antes, cinco comandantas dan lectura a cinco cartas que fueron escritas por mujeres en México y otros países. La compañera Everilda, suplenta al CCRI por La Realidad, da lectura a las palabras de Mariana Selvas y Edith Rosales, presas políticas. La comandanta Elizabeth viene de Oventic y lee una carta de las presas del Amate, en Cintalapa Chiapas. La comandanta Rosalinda, de La Garrucha, lee el saludo de Gloria Arenas Agis, presa en Chiconautla. La comandanta Esmeralda, del Caracol de Morelia, lee un texto escrito por presas en Valladolid, Estado Español, mientras la comandanta Concepción, de Roberto Barrios, nos lee un mensaje de las hermanas Sáinz desde Turquía.

Luego se abre el micrófono a la sociedad civil nacional e internacional. Unas hablan. Otras no. Pero todas escuchan. Aquí también hay mujeres grandes que vienen de fuera. Está Martha de Chihuahua que lleva décadas luchando por los desaparecidos y las desaparecidas y que no acepta ningún tipo de comodidad ni privilegio cuando viaja. Está también Trini de Atenco, mujer que tiene a su familia presa y perseguida y que usa con tanta enjundia el micrófono que hasta truena dos bocinas. Está Meche de Tláhuac, que no sólo pone a decenas de personas a bordar su manta de la Ley Revolucionaria sino que también sube a Cerro de Huitepec con ocho clavos en el tobillo porque los compas están amenazados de desalojo. Esas y muchas otras mujeres vinieron a escuchar a quienes han optado por seguir los pasos de Ramona, como la joven soltera Adriana, quien hizo un llamado “a todas las solteras del pueblo de México y del mundo” para demostrar cómo pueden luchar “las solteras”. O la capitana Hortensia, que nos ofreció un intercambio para no desanimarnos en la lucha. Dijo que si no tenemos trabajo les mandemos la herramienta a las compañeras y ellas nos enviarán maíz y productos del campo, que ellas trabajarán por nosotras.

Las zapatistas aseguran que si el gobierno piensa que el EZLN ya no existe, está equivocadísimo. Aquí todas nos llaman a organizarnos y a luchar unidas por nuestros derechos y por la liberación de nuestras familias y nuestros pueblos como un homenaje a las mujeres que nos han abierto camino, pues nos dice la comandanta Sandra que “ellas están muertas pero no muertas. Ellas están aquí”. Y debe ser cierto porque nos vamos bien cargaditas de fuerza. Pregunten a quién no le dolieron las manos de tanto aplaudir en la clausura, de tanto acompañar el himno zapatista con música de nuestras palmas.

Mientras el Caracol se va vaciando de miles de personas que lo visitaron, quedan colgados los carteles donde hay una frase que dice que después del 1 de enero de 2008 todo “vuelve a lo normal”. Pero eso no puede ser cierto porque, después de este encuentro de mujeres zapatistas con mujeres del mundo, aquí y en muchas partes ya nada volverá “a lo normal”.

6 de enero de 2008,

Segundo aniversario del fallecimiento de la Comandanta Ramona.

Fuente: https://rebelion.org/la-comandanta-ramona-y-las-zapatistas/